El título que llevarán las memorias de Juan Carlos I, Reconciliación, ya supone toda una declaración de intenciones. ¿Reconciliación con quién? ¿Con el pueblo español?, ¿De alguna manera también consigo mismo? Es evidente que la imagen que el rey emérito dejó hacia el país tras su huida a Abu Dabi queda lejos de ser la de un referente, siquiera la de un buen líder.
Más allá de su papel en el 23-F -y todavía hoy en día sigue rodeado de claroscuros- las actuaciones que han salido a la luz por parte del monarca han mermado la confianza que parte de una generación depositó en su día en el padre de Felipe VI. Y es esa la situación que ahora, a su edad y a toda prisa, parece querer revertir el que fuera anterior jefe de Estado.
Para tratar de conseguirlo ha centrado su estrategia en dos cuestiones. Por un lado, precisamente, las memorias; por otro, la regularización de su situación con la Agencia Tributaria, donde mantenía un agujero considerable que ha ido cerrando con el paso de los años de la mano de amigos oligarcas y empresarios.
"Me roban mi historia"
Respecto de las primeras, las librerías acogerán previsiblemente a finales de noviembre un documento que, por lo que se conoce de él, proyectará a un hombre implicado con sus responsabilidades y limitará sus desmanes, aún reconociéndolos, a errores propios de la figura de cualquier mortal.
El monarca perseguirá, por lo tanto, el perdón de todo un país o, al menos, de la parte de éste que en algún momento, especialmente durante la Transición, respaldó a la institución. La información está ahí y es la que es, pero el texto busca, como se ha mencionado, reconocer y solicitar disculpas y, por qué no mencionarlo, es probable que también matizar e incluso desmentir.
Habrá que esperar a su lectura para poder confirmar la línea final que sigue el manuscrito, pero los detalles que han salido a la luz no dejan lugar a dudas de la meta que persigue Juan Carlos. “Mi padre siempre me aconsejó que no escribiera mis memorias. Los reyes no se confiesan. Y menos, públicamente. Sus secretos permanecen sepultados en la penumbra de los palacios. ¿Por qué le desobedezco hoy? ¿Por qué he cambiado de opinión? Porque siento que me roban mi historia", escribe.
La historia del emérito va mucho más allá de su reinado. Exilio a Emiratos Árabes mediante, su legado quedará ensombrecido por las sospechas de corrupción -que incluye delitos como cobro de comisiones, blanqueo de capitales, cohecho y fraude fiscal- y escándalos personales. Él mismo declara en la biografía que no tiene “derecho a llorar”, pero que “añora y ama” al España y “busca su anhelada reconciliación” con ella.
“El exilio en Abu Dabi, parte de la opinión publicada y, por qué no, los propios errores han acabado por ensombrecer su trayectoria y sus aportaciones fundamentales al éxito de la democracia española”, acompaña el análisis personal que correrá a cargo de la editorial Planeta.
Devolución de préstamos
La otra arista de este blanqueo de imagen guarda relación directa con las deudas fiscales que arrastra. Ha sido una época de regularizaciones que, por ahora, encuentra su último episodio en la devolución de cuatro millones de euros a las personas importantes que le prestaron la cantidad para solventar sus problemas con el fisco español.
El montante habría venido, principalmente, de sus derechos para realizar documentales acerca de su vida y la intermediación en operaciones comerciales que no pueden rastrearse ni verificarse por parte de la Agencia Tributaria, ya que Juan Carlos no reside en territorio español.
Entre 2020 y 2021 el antiguo jefe de Estado ya acometió regulaciones fiscales que, conjuntamente, superaron los cuatro millones de euros. Aquella deuda tenía que ver con los viajes privados por un importe de 8 millones de euros que sufragó a través de una fundación liderada por su primo Álvaro de Orleans y que, otra vez, escondió al ente público. Previamente, tuvo que entregar 680.000 euros por los regalos percibidos por parte del empresario mexicano Allen Sanginés-Krause.
En la amplia lista de problemas con Hacienda que le cercan, se encuentra uno por el regalo de cacerías y otros obsequios que recibió entre 2014 y 2018; u otro a tenor de una sanción administrativa por debajo del medio millón de euros. Tampoco pasa desapercibido que más en el pasado, entre otras cosas, regaló a la infanta Cristina de Borbón, cuando ésta todavía estaba con Iñaki Urdangarín 1,2 millones de euros para que se comprara un palacete de lujo en Pedralbes (Barcelona). La Fiscalía concluyó que el movimiento podía constituir un delito, pero Juan Carlos se amparó en un artículo del Código Penal a la hora de llevar a cabo esa regularización.