El Partido Popular prepara su XXI Congreso Nacional en medio de una pugna interna tan contenida como evidente. El aznarismo —con sus dos peones más reconocibles, Esperanza Aguirre e Isabel Díaz Ayuso— no solo ha regresado a escena con una agenda ideológica nítida, sino que se ha convertido en el actor que marca el paso de Alberto Núñez Feijóo. Porque si alguien pensaba que el líder gallego pilotaría con tranquilidad su reelección al frente del partido, el bloque madrileño ya se ha encargado de recordarle que las riendas no las lleva solo él.
A falta de conocer el documento político que se votará entre el 4 y el 6 de julio, el entorno de Ayuso prepara ya su artillería de enmiendas. Y es que, aunque la presidenta madrileña haya mantenido una calculada discreción, nadie en el PP duda de que lanzará una ofensiva para forzar un viraje ideológico de los populares. El guion está claro: más derecha, más confrontación, más valores y menos tecnocracia gallega.
Ayuso aguarda la batalla en silencio
El aparato madrileño se mueve con sigilo. Nada de filtraciones ruidosas, pero sí mensajes nítidos. Alfonso Serrano, secretario general del PP de Madrid y presidente de la organización del Congreso, ha sido el único que ha dejado claro que quieren ver ya el texto para “analizar” y debatir “sin miedo”.
Lo cierto es que la presidenta madrileña no tiene a nadie de su máxima confianza en el equipo que redacta la ponencia política. Ni rastro de ella ni de ningún alto cargo madrileño en el comité. Pero no hay que confundir la ausencia de nombres con falta de influencia. Alma Ezcurra, ahora eurodiputada y miembro del think tank reformista de Feijóo, es su baza más visible. Aunque Ezcurra sea oficialmente una figura del nuevo PP, todo el mundo sabe que mantiene lazos históricos con la formación madrileña.
Ayuso lanzó su primera piedra durante la presentación del último libro de Esperanza Aguirre, “Una liberal en la política”. Allí se limitó a hablar de “ilusionar”, de “reponer el orden constitucional” y de convivir bajo un “liberalismo a la española”. Frases ambiguas, pero suficientes para encender las alarmas en Génova. Sobre todo, porque lo hizo acompañada de Aguirre, con quien se deshizo en elogios.
El aznarismo mueve ficha: más ideología, menos gestión
El verdadero golpe llegó de la mano de los pesos pesados del aznarismo. Esperanza Aguirre y el expresidente José María Aznar llevan semanas allanando el camino para que el Congreso del PP no sea un simple trámite burocrático, sino un auténtico campo de batalla ideológica. El objetivo es claro: reconstruir un PP duro, nítido en sus valores y dispuesto a dar la batalla cultural. Nada de centrismos ni cálculos electorales. “Todo el PP debería seguir la línea de Ayuso”, sentenció Aguirre ante un auditorio entregado.
Aznar fue más allá. En su intervención de esta semana, avisó de que el PP no puede confiar únicamente en el desgaste del Gobierno ni en el “rechazo del adversario”. En lugar de eso, instó a rearmarse ideológicamente. Como ejemplo de lo que no se debe hacer, citó a los demócratas estadounidenses y su “delirante wokismo”, mientras presentaba el entusiasmo propio como única vía para ganar.
Un mensaje que sonó a advertencia directa a Feijóo, a quien aún no ha contestado. El líder gallego replicó indirectamente con un “todas las batallas hay que darlas y ganarlas”, pero no ha querido entrar en el cuerpo a cuerpo con Aznar. Demasiado arriesgado en pleno proceso congresual.
Feijóo se atrinchera en la moderación
En su defensa, el presidente del PP ha repetido como un mantra que el Congreso servirá para presentar “la alternativa a la España que vendrá”. Una frase hueca que busca contentar a todos sin decir nada. Feijóo se agarra a una política de utilidad que huye de las etiquetas.
Pero mientras la línea moderada se muestra desdibujada, el aznarismo endurece el discurso. Y lo hace además señalando el peligro de parecerse demasiado al pasado. Aguirre, por ejemplo, no ha tenido reparos en recordar los “errores” de la era Rajoy. No se fía de los moderados que rodean a Feijóo, especialmente de Juanma Moreno Bonilla, encargado junto a Mañueco, Ezcurra y Natalia Chueca de coordinar el texto político.
La incomodidad de Vox en Génova
Los temas más espinosos no se harán esperar. La gestación subrogada, la eutanasia o el aborto serán cuestiones que el sector duro quiere debatir y fijar como líneas rojas. También está sobre la mesa el modelo de pactos del PP: ¿acercarse a Vox o intentar el regreso imposible del nacionalismo de derechas?
Por si acaso, Santiago Abascal ya ha extendido la mano. Ofreció esta semana en Telecinco un pacto de investidura y gobierno si el PP se alinea con sus postulados. En Génova ese ofrecimiento ha caído como una losa. Pero Aguirre —y no digamos Ayuso— no ocultan su sintonía con buena parte del ideario de Vox. Aznar, por su parte, recela del partido ultra por sus vínculos con el húngaro Viktor Orbán y su cercanía a la Rusia de Putin.
La sombra de Valencia 2008
El ambiente recuerda, inevitablemente, a aquel Congreso de Valencia de 2008, cuando Aguirre presionó para que el PP diera la batalla cultural frente al PSOE de José Luís Rodríguez Zapatero. La diferencia es que, esta vez, nadie discute el liderazgo de Feijóo. Al menos, de momento.
Eso sí, no hay que perder de vista un detalle clave: las primarias. El presidente del PP quiere acabar con el actual sistema para que todo dependa de los compromisarios. Un cambio que reduciría el peso de las bases y que, en 2018, permitió a Soraya Sáenz de Santamaría ganar la primera vuelta y a Pablo Casado imponerse después. El equipo de Ayuso observa con recelo esta posible modificación, consciente de que su poder reside precisamente en la militancia.
La reforma tendría que plantearse en la ponencia estatutaria y, como todo lo demás, está pendiente de la publicación del borrador. Hasta entonces, en Génova piden calma. Pero en la Puerta del Sol ya afilan los cuchillos.
Un congreso de récord y con mensaje interno
Desde la organización del congreso se afanan en destacar los logros técnicos: será el más numeroso de la historia del partido, con más de 3.300 compromisarios, y contará con una representación inédita de Nuevas Generaciones. Todo muy democrático, insisten. Pero lo que se cuece entre bambalinas es algo más profundo que cifras y procedimientos.
El Congreso servirá para definir si el PP sigue girando hacia el centro, como pretende Feijóo, o se rinde ante la presión del aznarismo y de Ayuso. Una batalla soterrada que no se resolverá solo con discursos institucionales o libros dedicados, sino en la letra pequeña de las enmiendas. Porque esta vez no hay dos almas, sino una ofensiva clara por imponer un alma única: la del PP duro, identitario, “a la madrileña”.