Aunque Iñigo Errejón se ha rendido y ha dejado claro que no va a pelearle el puesto de a Pablo Iglesias, el pulso continúa. Lo hace incluso por los gestos. Gestos que, en eso no le falta razón al secretario general de Podemos, tienen su historia y, por tanto, su peso.

El lío esta vez se ha montado por un tuit de Iglesias en el que se muestra a Angela Davis, la exmiembro del Partido Comunista de Estados Unidos y líder de los Panteras negras en los históricos años sesenta y setenta, y junto a ella a Winston Churchill el expremier y líder histórico de los conservadores británicos. Ella puño en alto. Él haciendo la señal de la victoria con sus dedos índice y corazón.

Naturalmente, si utiliza estas fotos Iglesias es por una razón: él y sus seguidores utilizan en sus intervenciones públicas el puño levantado. Mientras que los de Errejón, incluido el propio Iñigo, copian a Churchill y utilizan la V como expresión.

Y como todo tiene su origen, para explicar el por qué repentino de ese interés de Iglesias por el asunto, posiblemente hay que ir a un tuit, publicado pocas horas antes por él mismo, que alababa un artículo que publicaba en La Razón Juanma del Olmo sobre la aparición histórica sobre el uso de la V, secretario general adjunto de Unidos Podemos en el Congreso. En su artículo, del Olmo recordaba cómo empezó a utilizarse este símbolo por parte de los arqueros británicos en la conocida como Guerra de los Cien Años con los franceses y cómo en tiempos más recientes, fue absorbido por las subculturas proletarias de los jóvenes ingleses.

Y así, reflexionando sobre la V y el puño, se pasó la jornada del domingo Pablo Iglesias añadiendo algún otro tuit, hasta que puso el punto final con el que hablábamos al inicio, Angela Davis y Winston Churchill mediante, mostrando su convencimiento de la superioridad moral del icono puño, el que él usa, sobre el de los dedos extendidos. El de los otros, el de aquellos de sus compañeros que piensan que Podemos ya no es solo un partido de la calle, sino que debe dar su paso hacia la integración en el sistema para no quedarse enjaulado en el techo que se ha encontrado en las urnas.