La estudiada ambigüedad de los mensajes del Rey en Navidad no es aconsejable en situaciones complicadas. Esta Nochebuena, Felipe VI compartió el sufrimiento y los problemas derivados de la pandemia pero no fue nada claro en otras cuestiones, como los oscuros asuntos económicos del Rey emérito sobre los que indaga la Fiscalía.

Evitó cualquier referencia explícita hacia su antecesor en la Corona, ni en lo positivo ni en lo negativo. Tan solo, tras renovar sus compromisos como Rey con los principios éticos y morales que los ciudadanos reclaman, subrayó que esos principios “están por encima de cualquier otra consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares.”

Del discurso navideño de Felipe VI no se podía esperar que abominara de su padre, pero sí que no ignorara la existencia de asuntos turbios que le rodean y que tarde o temprano deberá aclarar. Ni, tampoco, alguno de los grandes aciertos políticos que caracterizaron el reinado de Juan Carlos I. Fue como si no existiera.

Tampoco Felipe VI entró ni en las cartas de militares ultraderechistas en la reserva, ni en el ambiente de crispación que la derecha alienta en el Congreso para sustentar su campaña contra el Gobierno al que considera ilegítimo. Haciendo más cábalas puede deducirse que algo dijo de esas actitudes cuando, tras una mención a las Fuerzas Armadas, manifestó que los servidores públicos han demostrado su plena sintonía con nuestra sociedad y que “la Constitución nos garantiza nuestro modo de ver la vida”, y reivindicó el carácter institucional de la jefatura del Estado. En un tono de gran preocupación recomendó mantener la unidad y la solidaridad social y económica en el marco de la crisis del Covid.

Tanta opacidad sobre temas fundamentales en su intervención en Nochebuena, llevó a algún diario conservador a invitar a que no se limiten los aplausos a Felipe VI. De nuevo, la derecha se apropia del Jefe del Estado y lo describe al hilo de sus intereses de sus socios de legislatura.

Habrá que recordar el cuento más breve en castellano, del escritor guatemalteco, Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Es decir, alguien que se despierta o antes de dormirse se topó con un dinosaurio, al despertar, el animal seguía allí. En nuestra vida política pululan una manada de dinosaurios que caminan por otra galaxia.