“Puro teatro, señor Sánchez. Es lo que lleva haciendo aquí tres meses. Ahora nos trae un truco de los malos mientras aquí al lado, en la habitación del pánico, está pactando con golpistas y populistas”. Dos días más tarde, ante la incredulidad de los votantes de izquierdas, el teatro que presagiaba Rivera demostró no ser tal cosa.

España sigue paralizada. La irresponsabilidad de sus dirigentes es palmaria. Las vacaciones han llegado sin acuerdo, las negociaciones son nulas y únicamente los ataques mutuos a través de los medios de comunicación aportan cierta actualidad al curso de las conversaciones. Rivera tenía razón: era un teatro, pero no por esconder el encuentro sino por tratar de encontrarlo a contracorriente y sin predisposición para hacerlo.

Algunos achacan lo sucedido a la falta de cultura parlamentaria. El bipartidismo hizo que los puentes de diálogo no fuesen necesarios, ya que o bien mayorías absolutas o bien tratos a golpe de chequera con nacionalistas vascos y catalanes arreglaban la situación. Pero ahora todo ha cambiado, han llegado los gobiernos de coalición, el reparto de puestos y la escenografía que eso lleva consigo.

Sánchez no teatralizó al decir que no había trato con Unidas Podemos. Pablo Iglesias tampoco lo hizo al cargar la responsabilidad al socialista. Rivera, en cambio, sí que está demostrando día tras día esconder siempre un as bajo la manga, mentir descaradamente para poco después modular la evidencia, tratar de hacer creer a la ciudadanía que son ellos quienes se equivocan cuando las declaraciones naranjas se cruzan con las de anteayer y chirrían en el recuerdo.

Escondido entre banderas LGTBI (no era casualidad que estuvieran allí), el líder de Ciudadanos trató de refugiarse de los flashes de Colón que lo fusilaban desde su mirilla junto a Casado y Abascal. “En Andalucía gobernamos PP y Cs sin Vox”, decía entonces; “nunca pactaré con Vox”, prometió en campaña; “nuestro socio preferente y único es el Partido Popular”, dijo después.

Habría quien, viendo a López Miras salir apoyado en Murcia después de numerosas reuniones a tres que favorecieron la consumación de un programa común en el que se incluían los requisitos de los ultras, diría que esto es teatro. También se podría calificar de teatro la cesión selectiva de espacio en Madrid protagonizada por Ignacio Aguado (bajo la batuta de Albert Rivera) y Rocío Monasterio. Incluso algún insensato diría que aquello del veto a la extrema derecha suena a teatro teniendo en cuenta que en todas las plazas importantes donde ha sido necesario Vox ha acabado siendo un interlocutor válido.

Qué atrevida es la osadía. Más si cabe cuando no tienes a nadie detrás de ti que sepa aconsejarte cuando el camino se empieza a hacer angosto. Solo queda buscar el apoyo en Inés Arrimadas, Juan Carlos Girauta, Marcos de Quinto, Edmundo Bal, Lorena Roldán... una 'banda' a la que cada vez más personas no quieren pertenecer.

“Puro teatro, señor Sánchez”…