El nacionalismo moderado de centro se desorientó tras el viraje independentista de CiU inducido por Artur Mas y casi desapareció electoralmente con el terremoto unilateral provocado por Carles Puigdemont. Dos años después, unos centenares de personalidades y una variedad de siglas reaparecen para reclamar una parte de la herencia de la coalición pujolista, la del pragmatismo nacionalista sin acritud. Hay al menos dos operaciones en marcha con pocas posibilidades de encuentro; las dos se aprestan a recorrer un camino largo y lento en busca de luna parte de los votos perdidos de CiU y las dos van sufrir las dificultades de tener que sobrevivir y reorganizarse al margen de las ventajas del poder político del que un día disfrutaron.

Hubo un tiempo que CDC, nacida en Monserrat como un movimiento nacionalista y transversal, alardeaba de tener incluso algunos socialdemócratas en sus filas, además de muchos alcaldes franquistas redimidos y por descontado miles de seguidores de Jordi Pujol. Uno de ellos, Xavier Trias, cuando fue designado alcaldable por Barcelona, se presentó a una reunión de estrategia electoral con una propuesta de cartel en el que figuraba una referencia a la socialdemocracia. Los expertos de la casa esbozaron una sonrisa y le propusieron un eslogan menos comprometido: “el alcalde de las personas”.

De todo aquello no queda nada. El PDeCat vive colonizado por los seguidores de Puigdemont agrupados en JxCat, sin otra idea que el independentismo y el culto a la personalidad del ex presidente; mientras los damnificados por esta deriva buscan una salida en el espacio del centro y centro derecha, sea independentista moderado y desencantado del Procés (los todavía militantes del PDeCat que reflexionaron en Poblet como sacudirse el poder de Puigdemont que les ha apartado de sus cargos) o simplemente catalanista pragmático contrario al Procés desde el primer día, ex militantes de CDC, Unió, incluso ex militantes del PP agrupados en Lliures o la Lliga Democràtica, que almorzaron en un distinguido restaurante para acercar posiciones

A estos grupos les separan muchas cosas, una de las más significativas su relación con el Procés. En la Lliga y en Lliures se acomodan quienes abandonaron a primera hora el proyecto independentista, en cuanto Mas se cayó del caballo camino a una Damasco electoral que debía regalarle en 2012 una mayoría absoluta que no llegó, sino todo lo contrario. En los ejercicios espirituales de Poblet (el monasterio del Císter preferido por Josep Tarradellas en contraposición al benedictino de Montserrat, más del gusto de Jordi Pujol) participaron más empresarios que políticos y los que lo hicieron (Marta Pascal, Lluís Recoder, Carles Campuzano) acumulaban algunos trienios en la política, habiendo vivido la mayoría el 1-0 en sus cargos. Entre los 20 comensales del Principal había un par de ex consejeros de la Generalitat (Antoni Fernández Teixidós y Joan Josep Folchi), un expresidente de Societat Civil Catalana (Josep Ramón Bosch) y un ex alto cargo del PP catalán (Santiago Fisas), inequívocamente anti independentistas.

Actualmente sus diferencias se ajustan, aunque los todavía militantes de PDeCat no renuncian a la independencia como horizonte, extremo que no comparten los próximos a la Lliga y a Lliures. Por lo demás, todos buscan el reconocimiento de la personalidad nacional de Cataluña y creen que es posible obtenerla en el marco constitucional, unos negociando y otros recuperando los artículos del Estatuto de 2006 enmendados por el TC.

Entre estos dos polos de centro disgustados con las desaparición de CiU, existen además otros grupos. Units per Avançar, proveniente de Unió, con el ex consejero Ramon Espadaler al frente, encontraron cobijo en el PSC. Convergents, impulsado por Germà Gordó, también ex consejero de la Generalitat, quiere recuperar las esencias de CDC, pero debe soportar el enorme hándicap de la relación, pendiente de juicio, de su promotor con el 3%. Miembros de unos y otro partido han participado a título individual de las diversas reuniones celebradas estos días, sin firmar declaraciones conjuntas.

Este maremágnum de iniciativas tiene una característica común, carecen de un líder que pueda relanzarlos bien de forma conjunta (extremo muy improbable) o de forma separada. Unos, los marginados de PDeCat, tal vez sueñan con el regreso de Artur Mas, aunque saben de primera mano que el ex presidente teme enfrentarse abiertamente al otro ex presidente residente en Waterloo. Los otros, la Lliga y Lliures han flirteado más o menos abiertamente con Manuel Valls, aunque ideológicamente algo alejado del centro en el que quieren permanecer, les podría acercar la voluntad del ex primer ministro francés de instalarse en el catalanismo político. Valls, de momento, está de luna de miel y poco interesado, por lo que parece, en patrocinar aventuras políticas con compromiso orgánico incluido.