Pablo Casado y Albert Rivera se han reunido este lunes en el Congreso de los Diputados para valorar la posibilidad de facilitar la investidura de Pedro Sánchez vía abstención conjunta. La sintonía de los dos partidos es evidente oteando el mapa autonómico, donde sendas formaciones se han apoyado indiscriminadamente y sin condiciones. Sin embargo, la pugna por liderar la oposición se juega en la sombra y el último movimiento, inesperado en Génova, no ha sido bien recibido por el líder popular.  

ElPlural.com ha podido saber de fuentes internas de los azules que su presidente ha recibido la información de la operación que tenía en mente su homólogo naranja cinco minutos antes que la prensa. Este cambio de guion ha obligado al sector más cercano del líder del PP a elaborar una réplica rápida y efectiva para que la jugada no pillara desprovistos de respuesta a los líderes de signo propio.

Armada la hoja de ruta, sin más tiempo que el concedido por la última hora y las prisas, Casado ha sido tajante. Debía asistir a la reunión y lo sabía. Lo haría, pero habría condiciones: el cargo de líder de la oposición, por más que se empeñe Rivera en autoasignárselo semanalmente, se logra con el mandato de las urnas. Por ello, el encuentro se celebraría en las dependencias del popular. Así ha sido, ya que la conversación ha tenido lugar en la sala adjunta del despacho del propio Casado en el Congreso de los Diputados.

Además, a sabiendas de que el relato estaba perdido, habría que intentar esconderlo de cualquier forma. Rivera ha mostrado un desdén continuo con Pedro Sánchez, llegando a negar la posibilidad de reunirse con él tiempo atrás. Sin embargo, ahora, y con el tiempo cumplido, pretende forzar la prórroga. Por todo esto, los azules lo tenían claro: no habría foto de la reunión, sería un encuentro sin luz y taquígrafos.

Tampoco se permitiría una comparecencia de prensa para valorar lo acordado tiempo después. Todo quedaría en un comunicado escueto, pactado y cerrado. Rivera vuelve a usar la estrategia, pese a que los giros argumentales que protagoniza sean difíciles de digerir para la mayoría de los analistas políticos. No es no, pero luego sí. Condiciones, reuniones y, tras todo esto, solo el tiempo dirá qué nos tiene preparado. Ni el PSOE, ni el PP ni sus propios dirigentes parecen capaces de dar respuesta a las idas y venidas de un partido acostumbrado a sorprender cuando la campana del fin del combate está cerca de dar por concluido el envite.