La rana ha cantado cucú. El exconsejero de Presidencia, Francisco Granados, ha declarado este lunes ante el juez y ha apuntado alto. Granados ha involucrado a Esperanza Aguirre y a Ignacio González en la financiación en B del PP madrileño en las campañas de 2007 y 2011. Pero no se vayan, que aún hay más. El concierto ha continuado y, al término de su declaración, Granados ha mentado a Cristina Cifuentes, quien, según su relato, formaba parte del núcleo de control en la estructura de poder.

Francisco Granados ha asegurado que todos los nombramientos los hacían González y Aguirre y que, hasta el último de los departamentos de prensa, eran nombrados por ellos. La expresidenta de la Comunidad de Madrid despachaba cualquier problema con una periodicidad semanal, según Granados, quien ha aseverado que ellos mandaban en todo, incluso en ocasiones, tenía más poder y peso González que la propia Aguirre.

González no mandaba solo. Tenía su particular guardia pretoriana, un cinturón de hierro, un núcleo de control del poder. Sus integrantes eran Isabel Gallego, exdirectora de Comunicación de Aguirre (ya imputada en la causa); Jaime González Taboada, exnúmero tres de Cifuentes en el Ejecutivo regional y actual senador del PP; el consejero Borja Sarasola y el premio gordo, Cristina Cifuentes.

Granados ha declarado que Cifuentes es nombrada en 2005 número tres del partido y que se convirtió en la mano derecha de González: era sus ojos y sus oídos. Acumuló mucho poder y responsabilidad. Incluso, el exconsejero ha apuntado que en ocasiones Cifuentes se jactaba de que no mandaba González, sino ella. No obstante, Granados no se ha limitado a detallar su estrecha relación profesional, sino que también ha apuntado a una relación sentimental entre Cifuentes y González.

El caso Púnica investiga la financiación irregular del PP en las campañas de 2007 y 2011, y en este sentido, Granados ha especificado que la campaña electoral de 2007 la dirigen González y Cifuentes.

A la guardia pretoriana de poder articulada por Ignacio González habría que sumarle un nombre más, Eduardo Larraz. Fue Aguirre quién delegó toda la responsabilidad de la empresa Arpegio en Larraz, por aquel entonces, consejero delegado.

El entramado de control de González se viene abajo por un romance. Según Granados, el detonante de la fractura es producto de la ruptura de una presunta relación sentimental entre Cifuentes y González.