Kiko Méndez-Monasterio, asesor de Santiago Abascal, según afirma este mismo en una entrevista, ha sido durante muchos años uno de los fijos del Grupo Intereconomía.

En 1998 se metió en una pelea en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. La casualidad hizo que entre los que más recibieran estuviera el candidato presidencial por Podemos, Pablo Iglesias. Monasterio ha declarado que ya pagó por ello.

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Aquellos agresores estaban vinculados a grupos fascistas, como la Alianza por la Unidad Nacional, fundado por Ricardo Sáenz Inestrillas, por entonces un hombre aficionado a tomarse la justicia por su mano.

Monasterio no es el único: en las listas de Vox hay gente proveniente de la antigua Fuerza Nueva, de las Juntas Españolas de Integración, colaboradores en actos de Falange, en la nacionalsocialista Alianza Nacional... Algunos han negado o cuestionado el Holocausto, movilizando a la comunidad judía en España... Hay un trasvase fascista a un voto ultra que nunca ha sido tan útil: el de Vox.

Si alguna vez la derecha tuvo complejo no es este el momento.

Y si en alguna ocasión fue necesario acudir a votar, se trata de esta. Votar para seguir siendo libres.

Es cierto que las elecciones son un mecanismo de control, porque, al final, los partidos mayoritarios explotan el miedo al contrario -a Vox, al comunismo, a una invasión extraterrestre-. Y que todos somos parte de este mecanismo relativamente hipócrita.

Pero no es menos cierto que para seguir en democracia hay líneas que no deben rebasarse, porque, una vez sucedido, las consecuencias son imprevisibles.

Este 28 de abril vota a quien quieras, pero contribuye a demostrar que leer Historia sirve de algo.

Andrés Villena Oliver es doctor en Sociología. En mayo publica “Las redes de poder en España. Élites e intereses contra la democracia” (Roca Editorial).