El independentismo ha celebrado el segundo aniversario del 1-O con la cabeza puesta en la sentencia del Tribunal Supremo, en tono moderado y aparentando la máxima unidad posible. La sentencia del juicio contra los dirigentes del Procés está llamada a ser el tercer gran hito de la liturgia soberanista anual, tras el referéndum prohibido (celebrado gracias a la astucia del movimiento popular) y la conmemoración del inicio de la “represión”, en recuerdo y denuncia de la agresividad policial exhibida en aquella fecha. La presentación de una moción de censura contra el gobierno de Quim Torra por parte de Ciudadanos no formará aparte de esta trilogía de hechos históricos, dada la escasa atención prestada por los partidos catalanes a la iniciativa, nacida muerta, de la nueva líder Lorena Roldán.

El indisimulable carácter electoral de esta moción de censura, que viene precedida por el monumental altercado vivido en la última sesión del Parlmant, ha despertado nula preocupación en la mayoría independentista del Parlament y escaso interés en el PSC y los Comunes, que ya han avanzado que no apoyarán la moción. La moción viene justificada en base a la excepcionalidad de la situación catalana, que viene arrastrándose como poco en los últimos dos años sin que en su momento Ciudadanos la considerara motivo suficiente para presentar la candidatura de Inés Arrimadas a la presidencia de la Generalitat, a pesar de haber ganado las elecciones autonómicas pero argumentando que la aritmética no acompañaba. Y efectivamente no sumaran.

El detonante formal de la presentación han sido las supuestas relaciones de Torra (y Puigdemont) con los CDR recién detenidos y acusados de terrorismo, aunque los contactos referidos lo han sido mediante filtraciones del secreto de sumario. Albert Rivera escenificó en el Parlament, en compañía de Roldán, su sorpresa por la negativa de los socialistas a votar la moción, apelando a la solidaridad constitucionalista, a la gravedad de la situación política en Cataluña y a la previsión de problemas de orden público en las próximas fechas que a su juicio exige un 155 preventivo, una opción de la que incluso el PP se ha desmarcado. El PP pide otras medidas de igual impacto, como la intervención de los Mossos por parte del gobierno central o la aplicación de la ley de Seguridad Nacional.

El PSC, en la misma línea argumental que el PSOE, se limita a calificar la moción de oportunista, ajustando la perspectiva de un 155 a la hipótesis de que se den las mismas condiciones que se dieron hace dos años. La moción servirá para dejar constancia una vez más del alejamiento de los socialistas catalanes de cualquier acuerdo con Ciudadanos, especialmente en sus propuestas de línea dura para abordar el conflicto político catalán. El PSC, desde hace meses, está mucho más interesado en conformar con los Comunes un espacio de reconciliación y transversalidad, que no en aparecer como socios de Ciudadanos y PP en aras de la estricta defensa del inmovilismo constitucionalista que practican Rivera y Casado.

El tsunami democrático pronosticado por Torra no llegará hasta la sentencia. Este 1-O, de perfil bajo según lo esperado, ha permitido a las fuerzas independentistas ofrecer una imagen de unidad. El 1 de octubre de 2017 es, hasta el momento, el mayor éxito político alcanzado por el movimiento soberanista por la alta movilización popular conseguida (de éxito sobredimensionado por la acción policial) y, a la vez, es el origen de sus actuales disputas, nacidas en las dudas de cómo gestionar los días siguientes a la jornada fundacional de la supuesta república, enfrentándose por convocar elecciones para capitalizar la euforia y la indignación de sus bases o por forzar una proclamación de independencia que a la postre fue solo una performance.

Los integrantes del gobierno Torra se han proclamado herederos del espíritu del referéndum del 1-O y también de las protestas del 3-O por los excesos policiales registrados en la jornada de la consulta, denunciados y en algunos casos pendientes de resolución judicial. En los últimos tiempos, ERC y JxCat no gozan de demasiadas ocasiones para proyectar una unidad muy endeble a juzgar por sus propias declaraciones. Sin embargo, en esta celebración mantuvieron el tipo para “encarar el camino hacia la república que será inevitable”.

Los CDR por su parte, situados en el objetivo de todas las miradas después de la operación policial de la semana pasada y de las filtraciones de esta, no intentaron siquiera el colapso de  autopistas y trenes, en este caso por el despliegue preventivo de los Mossos. Su promesa de “hacer temblar al enemigo”, parafraseando Els Segadors, el himno nacional de Cataluña,  o sea, al estado español “una bestia malherida dispuesta a atacar ferozmente” iba referida a la reacción contra la sentencia del TS. No se sabe el contenido ni la fecha de publicación de dicha sentencia, pero el sindicato independentista CSC ya ha comunicado a la Generalitat que convocará una huelga general para el 11 de octubre, para protestar contra la resolución del Supremo pero argumentando la convocatoria en la petición de una reforma laboral, el aumento del salario mínimo hasta los 1.200€ y el incremento de las pensiones.