Muchos jóvenes, en un ataque de incipiente idealismo, sueñan con cambiar el mundo. Una parte de ellos conviven en una burbuja utópica hasta la vejez y otros, durante el proceso de madurez, aceptan de manera cínica la cruda realidad y buscan cambiar aquellas cosas que están a su alcance. Existe una tercera vía, pero poco explorada. Muy pocos hacen algo real, material, para cambiar su realidad. Sí lo hizo Álvaro Férnandez, que, con 20 años, cogió un avión dirección Oriente Medio para empuñar un arma, ayudar al pueblo kurdo y luchar contra el ISIS, Otros nos conformamos con camisetas del Che Guevara y quemar papel de arroz. Él no.

En aras de conocer la historia del camarada Martos, puedes ver la entrevista completa en el vídeo que encabeza esta noticia. A continuación, puedes leer los principales titulares:

Inicios: “Con 14-15 años vas siendo consciente de lo que te rodea y ves problemas que se dan en tu realidad y buscas cómo cambiarla. Cómo atacar los problemas en tu día a día para convertirlo en algo nuevo, que los destruya. Me fui acercando a las ideas del marxismo-leninismo y a través de la militancia en el PML(RC) empecé a desarrollarme tanto de manera práctica como teórica para así cambiar, de verdad, esa realidad”.

Contexto familiar: “No había un gran ambiente político pero al final te das cuenta de que todo lo que te rodea depende de la política. Tu vida está condicionada por eso y en todo entorno familiar se habla de política”.

Decisión de empuñar las armas: “Yo ya trabajaba con mi partido en la causa en apoyo del pueblo kurdo desde España y conocía su situación. Se dio la guerra en Siria y vimos cómo un germen que se fue sembrando poco a poco por parte del imperialismo desembocó en Estado Islámico. Conociendo esa realidad y el sufrimiento kurdo, veo que hay un llamamiento internacional por parte de un partido turco para ir a combatir allí. Yo soy consecuente con mis ideas y tenía la capacidad para apoyar también desde el terreno. Y lo aproveché. Es importante conocer de primera mano ciertos aspectos y por lo que se está luchando”.

Familia: “En un principio les dije que me iba de ayuda humanitaria. Fue un 25 de diciembre. Cogí el avión y llegué a Siria”.

Línea de frente: “Lo primero que hacen es explicarte qué actividad vas a desarrollar además de señalarte dónde está el Estado Islámico y cuáles son sus posiciones. También te encuentras complicaciones de todo tipo. Es una situación precaria en la que estás para lo que estás. Esto no es un hobby. No hay duchas y la comida se basa en arroz, cuscús y patata. Si había carne era un milagro".

ISIS: “Los kurdos te explican que no todos son integristas pero tampoco dejan de serlo. Es complicado de entender pero es sencillo al darte cuenta de que muchos de ellos no son tan radicales pero les dan mujer, casa y trabajo. Después están los integristas arraigados que hacen la yihad de verdad. Que buscan un exterminio”.

Occidentales con los kurdos: “Había americanos, alemanes, griegos… Los kurdos estaban muy agradecidos porque su causa no surge en Siria con la lucha contra ISIS o Al Asad. Llevan desde los años 70 luchando. Son un pueblo en armas, lo más puro que puede haber. Les llena de orgullo ver cómo su lucha es conocida internacionalmente”.

Gestión de sentimientos: “Es complicado pero debes asumir que no puedes dar un paso atrás. No puedes caer. Siempre hay tensión y preocupación. Pero tienes que estar dispuesto a sufrir. Y tienes que asumir que podéis morir tú o tus compañeros. Tu sabes a qué estás yendo y a lo que estás dispuesto”.

Cercanía a la muerte: “En Sinyar (Irak) te encontrabas con que tú veías toda la ciudad. Lo que significa que toda la ciudad te ve a ti. Y ver cómo un francotirador falla el tiro y da en la pared que tienes justo detrás. Ataques en el que echas un ojo por el agujero y entra una bala justo detrás de ti y la coges. Equivocarte de camino y que te disparen…"

Asumir que puedes matar a alguien: “Estás haciendo lo que tienes que hacer y ellos son los que no hacen lo correcto. No todo es justificable en cuestión de sobrevivir. Si cortas los pies a los niños y les dejas morir, participas en la venta de mujeres y en las torturas a la población civil, mereces morir. No hay otra cuestión. Y si tengo que hacer algo para que esa persona no vuelva a hacerlo, lo haré encantado”.

Momentos para la alegría: “El día a día no es lúgubre y triste. Convives con gente y hacéis cosas para entreteneros. Y también buscas momentos buenos. Conversas, aprendes. Conoces gente. Se dan situaciones cotidianas”.

La vuelta a España: “Quería ir por seis meses. Puedo ayudar a otro pueblo cuando se dé la ocasión, pero yo soy español. También quería traer de primera mano la causa del pueblo kurdo. Yo lucho por un sistema en concreto y lo tengo que hacer desde casa”.

Cambio de chip: “Es complicado. Te vas dando cuenta de los problemas que también existen en tu vida diaria. También aprendes a no rallarte la cabeza por problemas que, en realidad, no son para tanto”.