El responsable de la clínica Cemtro, Pedro Guillén (i), recibe en la puerta de este centro al expresidente del Gobierno José María Aznar (2i) acompañado de su mujer, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella (dcha.). EFE



"Conocí a Adolfo y fui su amigo. Traté de seguir su ejemplo; soy, como todos lo somos, deudor de su obra política, y me hice voluntariamente -como tantos- legatario suyo, una de las mejores decisiones de mi vida política y una de las mejores decisiones que puede tomar cualquiera que desee hacer política responsablemente en España". Son las palabras que otro expresidente, en este caso José María Aznar, dedica a Adolfo Suárez. Un sorprendente mensaje de alguien que se dedicó a dinamitar el mensaje de consenso y concordia del recién fallecido y del que ahora son  muchos, demasiados, prentender apropiarse.

Y como buena muestra de ello sus artículos publicados en La Nueva Rioja entre febrero y septiembre de 1979, en los meses anteriores a la dimisión de Suárez. Aznar acababa de ingresar en Alianza Popular. En sus escritos ataca con dureza a la UCD y, sin nombrarlo, a la actitud del entonces presidente del Gobierno. Esto era lo que decía Aznar de ese "consenso" del que hace ahora gala el 18 de febrero de 1979:
"Han bastado dos años de política llamada de consenso para que nuestra productividad sea las más baja de Europa, para que hayamos batido auténticas marcas mundiales en horas de trabajo perdidas, para tener una Administración semi-paralizada, para que nadie invierta y cree nuevas empresa y mejores puestos de trabajo. Se dirá, y no faltará razón en ello, que la transición de un régimen autoritario a un sistema democrático es un sendero lleno de dificultades, que se han ganado libertades, que se ha elaborado una Constitución por todos los grupos políticos, etc... etc. Pero todo esto ¿a qué precio? Hay una enorme masa de españoles que esperanzados ante el cambio político se sienten hoy decepcionados y defraudados; existen zonas del territorio nacional cuyos habitantes viven amedrentados por terroristas sin control, y, en cuanto a la Constitución, ¿cuántos de sus artículos fueron debatidos en el Parlamento que cabalmente, existe para eso? ¿Es este el precio de la democracia? ¿No será más bien el de una mala gestión de los asuntos públicos? Nos hemos acostumbrado a las huelgas, al terrorismo, al asesinato casi diario, a la inseguridad, como a algo que fuese normal e inevitable, y ello no indica otra cosa que la salud de nuestra sociedad no es buena, que nos hemos olvidado otra vez de nuestros deberes".

Aznar no dudó tampoco en expresar sus dudas sobre el referendum constitucional. En otro artículo publicado el 23 de febrero de 1979 bajo el título "La abstención. La lección de la historia"  justificó la abstención beligerante en el referendum constitucional y volvió a cargar contra el consenso:
"La política española hasta el momento presente, se ha visto regida por compromisos de los dos partidos mayoritarios, a través del llamado consenso. Tal situación ha provocado un efecto fulminante cual es el de la desconfianza de una enorme masa de españoles en el buen funcionamiento del sistema democrático, que quedó palpablemente demostrada en el elevadísimo índice de abstención que se produjo en el pasado referéndum. Durante este bienio, en efecto, no ha habido un Parlamento que merezca tal consideración. Baste pensar al respecto, cómo fueron aprobados en bloque apartados, artículos, capítulos y títulos del texto constitucional sin que se desarrollase un solo debate ante los españoles. Tampoco ha existido en estos dos años una oposición, salvando alguna excepción honrosísima y valiente, tal y como se la contempla en los demás países democráticos. Y por si todo esto fuera poco, no ha existido una gestión de los asuntos públicos capaz de resolver, y en ocasiones, ni tan siquiera de atenuar, los graves problemas que tiene planteados la sociedad española actual.

(...)

Ocurre, sin embargo, que en las próximas elecciones, nos jugamos mucho más que el nombre del futuro presidente del Gobierno. Tal como está redactada la Constitución, los españoles no sabemos si nuestra economía va a ser de libre mercado o, por el contrario, va a deslizarse por peligrosas pendientes estatificadoras y socializantes, si vamos a poder escoger libremente la enseñanza que queremos dar a nuestros hijos o nos encaminamos hacia la escuela única, si el derecho a la vida va a ser eficazmente protegido, sí el desarrollo de las autonomías va a realizarse con criterios de unidad y solidaridad o prevalecerán las tendencias gravemente disolventes agazapadas en el término nacionalidades, y así un sinfín de transcendentales temas, cuyo desarrollo dependerá del equilibrio de fuerzas políticas que surja el próximo día primero de marzo. En determinadas ocasiones, la abstención puede estar justificada. Incluso darse el caso de una abstención beligerante como en el pasado referéndum constitucional. En estas elecciones, la abstención puede resultar catastrófica para la democracia y para la sociedad española entera y verdadera.

El 9 de mayo de 1979 reivindicaba, gustase o no, la figura de Franco y se mostraba escandalizado de las iniciativas para retirar "honores" al que durante 40 años fue "Jefe del Estado". En su opinión eran "vientos de revancha":
Vientos de revancha son los que parecen traer algunos de los ayuntamientos recientemente constituidos. El de Guernica aprueba por unanimidad retirar la medalla de la villa, así como todos los honores concedidos al anterior Jefe del Estado -que aunque moleste a muchos gobernó durante 40 años y se llamaba Francisco Franco. (...) En Coslada (Madrid) las calles dedicadas a Franco y José Antonio lo estarán a partir de ahora a la Constitución. En Valencia la Plaza del Caudillo pasará a llamarse del "País Valenciá". Y no hemos hecho mas que comenzar. Parece que pueden pasar los años, pero que las costumbres no varían. En vez de dedicarse a la mejora de sus Municipios, se dedican a borrar la Historia. ¿Para qué hacer nuevas calles y plazas? Se les cambia de nombre y como si fueran nuevas, y en las próximas elecciones, a repetir.

Dígase que bueno, que muy bien, que a pesar de todo seguimos caminando, pero ¿a dónde vamos? Dígase que todo son males menores de una difícil transición, y será cierto. Pero, ¿es que vamos a tener la transición de los mil años? No parece sino que mientras unos se empeñan en hacer antifranquismo, los otros esconden sus cabezas, no vaya a ser que le retiren sus carnets de credibilidad democrática. ¿Qué tiene que ver todo esto con la democracia? ¿Qué tiene que ver, y esto es gravísimo, el Parlamento con la calle? ¿Quién toma medidas? ¿Quién busca soluciones? ¿Quién hace cumplir la ley? Somos muchos los que deseamos vivir en una España libre, con una convivencia cívica y ordenada, pero tengo para mí que las puertas de la esperanza se van cerrando con implacable tenacidad. Sobre una marea de violencia e inseguridad, no se puede construir nada que sea medianamente duradero y estable. España se merece algo mejor, y no es callando la realidad como a ello se contribuye. Hoy son los vientos que destruyen los que nos acosan. Ojalá que muy pronto comiencen a arreciar los vientos que prometen.

A diferencia de Suárez, Aznar nunca quiso comprender el Estado Autonómico. Ni entonces ni ahora. El 30 de mayo de 1979, señalaba que "en lugar de concebir un plan serio y razonable de organización territorial de España, se ha montado una charlotada intolerable que ofende al buen sentido ".

Para Aznar, el Parlamento era el "hazmerreír de nuestra democracia". Así lo dijo el 27 de julio de 1979, en un nuevo artículo en el que acusa a su amigo Adolfo de perpetrar un "atentado parlamentario" en su sesión de investidura:
"No se admitió un debate sobre el programa de gobierno que el candidato a presidente debió presentar. Lo que pasó entonces no se hubiese tolerado en ningún país medianamente democrático del mundo. Posteriormente, ante la grave situación del orden público, se celebró una sesión sobre este tema. Pues bien, tampoco hubo debate. La mayoría de los grupos parlamentarios, a excepción de Coalición Democrática, firmaron una declaración institucional, con posterior explicación de postura por cada grupo. Se olvidaron que el Parlamento no está para hacer declaraciones, que, por lo demás, ya se ha visto para lo que han servido. Este fue el tercer atentado a la institución parlamentaria".

Más que "legatario", como se ha autoproclamado Aznar, parece un beneficiario (por la cara), del legado de Suárez. Como cuando en mayo de 2003 se fotografió en un mitin con él en Albacete al que había acudido, ya enfermo, para apoyar la candidatura de su hijo Adolfo a la presidencia de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Ya entonces se erigió en heredero suyo: "Hoy estás en tu sitio, apoyando las ideas de tu hijo y de todos nosotros, que son las tuyas, y de las que nos consideramos herederos".