El ominoso resultado de la segunda vuelta de la elección presidencial en Austria ayer domingo, que ha dado la victoria a los ultras y está solo pendiente del recuento hoy de los votos por correo, confirma el avance del neo-nacionalismo con ribetes filo-nazis en el este de Europa. 

Norbert Höfer, candidato del así llamado “Partido por la Libertad de Austria” (FPÖ en la sigla alemana) lleva esta mañana unos cinco puntos de ventaja al aspirante ecologista, Alexander Van der Bellen, segundo hace un mes en la primera vuelta, cuando los grandes partidos de la democracia austriaca de posguerra, los socialdemócratas y los liberal-conservadores (Partido Popular ) fueron relegados por el electorado en una decisión sin precedentes.

Queda por escrutar un catorce por ciento de los votos expresados, los enviados por correo y parece haber una razonable esperanza de que Van der Ballen pueda ser todavía elegido. Con todo, lo sucedido es un anticipo poco estimulante de lo que podría ocurrir en año y medio: la victoria democrática de un partido de ultra-derecha, nacionalista y xenófobo, fundado directamente hace medio siglo por ex –oficiales austriacos que no ocultaron sus servicios bajo el III Reich de Hitler.

Lecciones varias

A decir verdad, no ha habido gran sorpresa en lo sucedido, descrito por muchas y sucesivas señales políticas, económicas y sociales en sondeos reiterados, el principal de los cuales es que, visto el rumbo nacional, el líder del FPÖ, Heinz Christian Strache, tiene muchas posibilidades de ser canciller de Austria en año y medio, salvo que se diera, lo que no es probable, una coalición contra natura de liberales y socialdemócratas con un solo candidato… y, además, hubiera mejorado la situación económica y, sobre todo, la cuestión de los refugiados.

En efecto, hay pocas dudas entre los observadores sobre el hecho de que la llegada de refugiados del este ha turbado profundamente al austriaco medio y arruinado el discurso liberal-demócratico de la social-democracia, aperturista según el modelo aleman (en vías de reconsideración, por cierto, en la propia Alemania y que ha costado allí a los socialdemócratas caídas en picado en varias elecciones regionales).

Los sondeos han confirmado, también, que el grueso de las grandes ganancias del partido ultra procede de las capas populares, obreros y campesinos y que el auge del partido ha dejado de ser hace tiempo “cosa de Carintia”, el hogar del fenómeno, animado fuertemente por el desaparecido Jörg Haider, genuino padre del invento, nunca oficialmente pro-nazi (prohibido por la ley) pero siempre nostálgico. El parecido con la Alemania del final de Weimar, con la crisis económica y social ayudando, ahorra comentarios y suscita preocupaciones.

El candidato ultra, Höfer, se ha apresurado a comentar que él será “el presidente de todos los alemanes”, lo que sería inevitable si su función fuera meramente ceremonial e irrelevante en términos políticos, pero no es necesariamente así. El podría cooperar decisivamente con un intento de Strache de acelerar la crisis con una disolución anticipada del parlamento… Todo quedará más o menos encarrilado con lo que se decida  esta misma tarde.