Museo de las Ciencias de Valencia. Miércoles 29 de octubre de 2025, entre las seis y las siete de la tarde. Las palabras de fuego que salieron de la boca de los familiares de las víctimas de la dana de Valencia durante el funeral oficiado esa tarde no eran propiamente palabras. Tenían la forma léxica del insulto, el vituperio o la injuria, pero eran mucho más que eso: eran cañonazos, detonaciones, martillazos, descargas de ira abatiéndose como rayos vengadores sobre la cabeza empequeñecida y llorosa de Carlos Mazón, mientras su jefe político Alberto Núñez Feijóo, sentado muy cerca pero sintiéndose ya muy muy lejos de él, echaba rápidas cuentas para sí mismo para, inmediatamente después, entrar en pánico: era urgente enterrar de una maldita vez al pollo difunto antes de que el hedor de sus entrañas putrefactas alcanzara la planta noble de Génova 13. 

Hasta esa tarde aciaga la divisa, trabajosamente sostenida, de la dirección nacional del PP era ‘Él y nosotros’; desde esa jornada el lema del partido ha pasado a ser ‘Él o nosotros’. Si alguien, en confianza y en privado, le preguntara a Alberto Núñez Feijóo por qué ‘Él o nosotros’ precisamente ahora y no hace uno, tres, cinco o doce meses, por qué precisamente ahora la decisión de enterrar –aunque mejor, más seguro, incinerar, ¿no?– a Carlos Mazón, el presidente del Partido Popular, sin cámaras ni micrófonos delante, no tendría más remedio que contestar: “Por lo sucedido en el Museo de las Ciencias de Valencia el 29 de octubre de 2025”. Muchos afearán sin duda al tardo Feijóo que haya dejado pasar todo un año antes de ponerse a hacer lo que tenía que hacer, pero la política, se excusará con cuquería el gallego, tiene razones que la moral no entiende, altos motivos de Estado que por desgracia los manuales de ética, amigo mío, desatienden. Ya.

Apóstoles y escuderos

Las tres veces que Pedro -el otro Pedro- negó a Cristo serán una nimiedad comparadas con las decenas de ellas que los hasta ayer mismo fieles apóstoles de Carlos Mazón negarán a éste a partir de ahora. ¿Qué hago con este hombre?, preguntará Feijóo mientras mira con el rabillo del ojo la jofaina donde momentos después se lavará las manos. ¡Crucifícalo!, responderán unánimes los bien remunerados escuderos del president

Los mismos medios conservadores –no siempre exactos pero siempre útiles– que llevan un año rastreando hasta debajo de las piedras rebuscados atenuantes en la abyecta conducta del presidente valenciano el día de la dana se han caído por fin del caballo, han visto la luz de la verdad y se han lanzado a todo galope para alejarse de Mazón, de la sombra de Mazón y hasta de la sombra de la sombra de Mazón. He aquí los sugerentes titulares de este domingo 2 de noviembre:

ABC: Feijó medita entre convocar elecciones ya o elegir un sucesor de Mazón. El Confidencial: La posible dimisión de Mazón abre un escenario de total desconcierto en el PP. El Español: ¿Y ahora qué? El PPCV asume la caída de Mazón, pide que lo releve Mompó y se plantea el adelanto electoral. El Mundo: Mazón plantea a Feijóo su dimisión mientras en el PP valenciano dan por hecha su salida: “Así no se puede aguantar”. El Independiente: Se precipita la crisis del PP en Valencia y el futuro de Mazón queda sentenciado a la espera de una posible imputación.

Tarde de furia en Valencia

Los gritos de furia de las víctimas rasgando el aire funeral de la tarde valenciana no han matado propiamente a Mazón, que lleva muerto un año, pero sí han marcado, tictac, tictac, el inicio irremediable de la cuenta atrás para su entierro. Lo que no pudieron lograr doce largos meses de vídeos, mensajes, entrevistas, testimonios, evidencias e indagaciones periodísticas y judiciales lo han logrado unas pocas palabras airadas que, todo el mundo pudo sentirlo, muy poco tenían que ver con la lucha partidaria. Rata, cobarde, asesino: palabras todas ellas deliberadamente ofensivas que, esta vez y contra lo que suele ser habitual, no estaban contaminadas por la política. Lo que esa accidentada tarde del otoño salía de los labios heridos de las víctimas era la furia en estado puro, la indignación inconsolable, la ira virgen, mineral, sin escoria alguna, sin mezcla apreciable de cálculo político o cómputo utilitario. 

Javier Cercas descubrió en su memorable libro Anatomía de un instante la mina de oro –oro histórico, oro político, oro psicoanalítico– que se ocultaba tras la imagen de Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo desobedeciendo la orden de echarse al suelo dictada la tarde del 23-F por el espadón Antonio Tejero. Por exigencias de estilo Cercas hablaba de un instante, pero en realidad fueron muchos más. 

También en el funeral de la dana fueron muchos –rata, cobarde, asesino, no te queremos aquí, te hemos dicho que no vinieras– los instantes que sellaron el destino ya irreversible de Mazón. La negativa de aquellos tres políticos a esconderse bajo el escaño para protegerse de los disparos salvó el honor el Congreso, que entonces era como decir que salvó el honor del pueblo. La decisión de las víctimas de gritar su ira en una ceremonia tan contraindicada para ello como un funeral de Estado ha salvado a la política de sí misma al exigirle que cumpla con su deber inexcusable de expulsar para siempre de la vida pública a Carlos Arturo Mazón Guixot, nacido para la vida el 8 de abril de 1974 en Alicante y muerto para la política el 29 de octubre de 2024 en el restaurante El Ventorro de Valencia.