Tras las elecciones generales del 28 de abril, el Partido Popular era un polvorín a punto de explotar. El fracaso electoral de los populares, el peor resultado de su historia, ponía a Pablo Casado en entredicho, y con un importante núcleo de los suyos exigiendo su cabeza. Sin embargo, todos coincidían en que los cambios debían llegar después de las elecciones autonómicas y municipales del 26 de mayo, para evitar males mayores. 

De esta manera, Casado conseguía oxígeno para mínimo un mes más. De ahí que en la noche del 26 de mayo, una vez que el escrutinio confirmaba que la derecha, con el apoyo de la extrema derecha, sumaba mayoría absoluta tanto en la Comunidad de Madrid, como en la capital, se le viera al propio presidente popular más eufórico que Isabel Díaz Ayuso o José Luis Martínez-Almeida. Era consciente de que había salvado un match ball y además lo había hecho apostando por sus propios candidatos, llegando a llevar la contrario a pesos pesados del PP. 

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Poco, por no decir nada, le ha importado a Casado y los suyos que para conservar el poder en la Comunidad, y arrebatar la Alcaldía de las manos de Manuela Carmena, tuvieran que pactar con Vox. El presidente popular y su equipo, que hace poco más de un mes calificaba a los de Santiago Abascal de "extrema derecha", retrocedía sobre sus pasos y tildaba de "gobiernos liberales" esos acuerdos. 

Quedarse con la joya de la corona, sumado a la ausencia de citas electorales que se vienen en los próximos años, salvo sorpresa mayúscula, le dan a Casado el crédito y el tiempo necesario para seguir acometiendo las transformaciones necesario para volver a colocar el discurso del PP al nivel de sus años más duros. Sin embargo, sus críticos más acérrimos (que los sigue teniendo y mucho, sobre todo a nivel regional) señalan que el caso de Madrid es una excepción, y que las elecciones tanto generales como autonómicas y municipales han demostrado que su estrategia es errónea. Prueba de ello es que a nivel territorial, han pasado de dirigir 21 capitales de provincia durante la legislatura pasada, a tener que contentarse con solo 13 en esta, perdiendo por el camino bastiones históricos del PP como Ávila, Burgos, Palencia u Ourense. Una sangría que se acentúa exponencialmente a nivel regional.