Denuncias de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, de abogados particulares comprometidos con la causa y de la plataforma Ciudadanos por la República, además de varios plenos municipales, media docena de mociones y decenas de debates en comisiones municipales en el Ayuntamiento de Cuenca no fueron suficientes para que el obispo del Opus Dei, José María Yanguas Sanz, accediera a retirar la simbología franquista y joseantoniana que durante décadas ha blasonado la fachada lateral de la catedral de la Ciudad de las Casas Colgadas, Patrimonio de la Humanidad.

Han tenido que ser los tribunales los que han obligado al prelado opusino a retirar el yugo, las flechas y el nombre de José Antonio Primo de Rivera, que custodiaban una cruz de hierro sin ningún mérito histórico y artístico, pero que los nostálgicos del régimen franquista y para ciertos concejales del PP en el Ayuntamiento conquense se trataba de ornamentaciones artísticas.

¿El yugo y las flechas son arte?

A pesar de que la Ley de la Memoria Histórica es clara y concisa, señalando que  “las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”, el Ayuntamiento de Cuenca, gobernado por el Partido Popular, a cuyo frente se encuentra un alcalde no, precisamente, sobrado de talante democrático, ha sido contrario desde el principio a la retirada de estos ignominiosos símbolos porque dicen, ¡y no es broma!, que la Ley de la Memoria hace excepciones cuando esos ornamentos son obras “artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas”, como a su entender podría suceder en este caso.

El PP y el obispo salvan la cruz…

El caso es que el alcalde de Cuenca, Ángel Mariscal, exsubdelegado del Gobierno y hombre de confianza de María Dolores de Cospedal, se ha mostrado siempre contrario a la retirada de estos símbolos franquistas, aludiendo que los ciudadanos tienen otros problemas y que no son, precisamente, estos símbolos de recuerdos sangrientos, “cuando en realidad el problema de Cuenca se llama Mariscal”, aseguran a El Plural miembros de la plataforma Ciudadanos por la República, auténticos artífices de la retirada de los símbolos, menos de la cruz de chapa oxidada, dado que es un distintivo cristiano, “perfectamente incardinado en la fachada” de la seo conquense, dice la sentencia de los tribunales.

…Y durante años unidos en la misma cruzada

Sin embargo, a nadie extraña ya la desobediencia de la Iglesia española cuando se trata de acatar la Ley de la Memoria Histórica, como ha quedado patente en el bochornoso espectáculo protagonizado por el prior del Valle de los Caídos. En el caso que nos ocupa, una moción de diciembre 2014, aprobada por el PSOE e IU, con los votos en contra del PP (como no podía ser de otra forma), instaba al Obispado conquense a la retirada de la simbología franquista, recordándole la obligatoriedad de acatar la ley. Monseñor Yanguas “se pasó por los arcos de la catedral”, dicen las mismas fuentes, las decisiones plenarias, “unas tras otra; año tras año”, añaden.

La justicia le saca los colores

Fue el 15 de septiembre de 2017, día que la Iglesia celebraba la Señora de los Dolores, según su santoral, cuando el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo Número 1 de Cuenca le sacaba los colores al obispo opusino y le obligaba por sentencia firme a retirar los símbolos franquistas y joseantonianos de la facha de la catedral conquense. Y no sólo eso, en una segunda resolución judicial, de 26 de octubre de 2017, se dictaba remitir a la administración demandada certificación literal de dicha sentencia para que en el plazo de diez días, a contar desde su recepción, la llevara a efecto. El Obispado de Cuenca hizo público en su momento su compromiso de acatar la sentencia, pero con ciertos matices y esperando a que el Ayuntamiento llevara a cabo “los trámites prescritos por el magistrado”, recordando que dichos símbolos “no fueron colocados ni por el Obispado ni por el Cabildo catedralicio”.

Sea como sea, el paripé entre obispo y PP culminó recientemente con la concesión por parte del Ayuntamiento de licencia municipal para retirar lo que por ley debería haber sido borrado a la vista de ciudadanos y turistas al menos cuatro años antes. Como diría el ilustre manchego: “Con la Iglesia hemos topado”.