En la historia de la represión y los crímenes nazis destacan héroes que jugándose la vida, poniendo en peligro la de sus familiares, arriesgando su patrimonio y con riesgo de ser depurados profesionalmente, salvaron vidas de miles de personas que estaban en la diana del genocida Hitler y su régimen por el solo hecho de ser judíos o gitanos, deficientes físicos o psíquicos, enfermos, demócratas o contrarios al régimen salvaje y totalitario. En la mente de todos están el famoso Oskar Schindler o el diplomático español Ángel Sanz-Briz, el Ángel de Budapest.

Ángel Sanz-Briz, zaragozano, llamado el Ángel de Budapest fue un diplomático destinado durante la etapa de la Segunda Guerra Mundial en Hungría. Desde 1944 y por iniciativa propia, salvó la vida de unos cinco mil judíos húngaros de una muerte segura por el nazismo. Lo hizo proporcionando pasaportes españoles, en un principio a judíos que alegaban origen sefardí acogiéndose a un antiguo decreto. Finalmente acabó salvando a cualquier judío perseguido. Por estos hechos, fue reconocido por Israel como Justo entre las Naciones.

Oskar Schindler, el otro gran héroe, inmortalizado en el cine, fue un empresario alemán y miembro del partido nazi que salvó la vida de aproximadamente mil doscientos judíos durante el Holocausto empleándolos como trabajadores en sus fábricas de menaje de cocina y munición ubicadas en lo que hoy son Polonia y Chequia. Su historia se cuenta en la novela 'El arca de Schindler', publicada en 1982 y en la película que se basa en ella, 'La lista de Schindler', que lo reflejan como un oportunista que en principio solo buscaba sacar beneficios y se convirtió en una persona de gran iniciativa, tenacidad y dedicación que logró salvar la vida de sus empleados.

Una heroína que la historia no ha destacado suficientemente
Pero hay una figura no menos importante por el número de judíos que salvó, en este caso niños polacos. Se trata además de una mujer, una auténtica heroína a la que la historia no le ha rendido los honores que mereciera por su impagable, humanitaria y arriesgada labor: Irena Sendler.

Esta mujer polaca salvó nada más ni menos ni más ni menos que a 2.500 niños del gueto de Varsovia. Nacida en 1910 e hija de un médico católico de una población limítrofe con Varsovia y que falleció por tifus contraído de uno de sus pacientes cuando ella tenía solo 7 años. Se cuenta que otros médicos no quisieron atender a los enfermos de esta contagiosa enfermedad y fue el padre quien lo hizo. Irena Sendler fue una mujer valiente y de una audacia increíble. Además de ello personifica la honestidad de unos valores al arriesgar su vida de manera permanente para salvar a los niños judíos de las garras asesinas del régimen hitleriano.

Con esa herencia profesional y de solidaridad, no fue extraño que Irena decidió dedicar su vida a los demás y estudiase enfermería. En la Polonia de pre-guerra, Irena se opuso al sistema de discriminación adoptado por algunas universidades, como resultado de lo cual fue suspendida en la Universidad de Varsovia durante tres años. En 1939 Hitler invade Polonia, año en el que Irena trabajaba profesionalmente en labores sociales en Varsovia, en concreto en los comedores comunitarios de la capital polaca.

Salvó a 2.500 niños judíos en el gueto de Varsovia
La historia, ya se sabe. Al año los nazis crearon el tétrico, cruel e inhumano gueto de Varsovia. De convicciones católicas, ello no fue óbice para que Irena se volcase con la ayuda a los judíos del gueto a riesgo de morir en esa arriesgada labor. Cuando Irena caminaba por las calles del gueto, llevaba un brazalete con la estrella de David, como signo de solidaridad y para no llamar la atención sobre sí misma. Pronto se puso en contacto con familias a las que ofreció llevar a sus hijos fuera del gueto pero no les podía dar garantías de éxito. Lo único seguro era que los niños morirían si permanecían en él. Su compromiso se hizo mucho más fuerte cuando la joven se integra como enfermera en el Consejo para la Ayuda de Judíos (Zegota). Al igual que su padre arriesgaba su vida al atender a numerosos enfermos contagiados de tifus. Pero Irena pronto entendió que la vida de los judíos y en especial de los niños del gueto estaban en peligro mortal y se dedicó a la enorme tarea de sacar de ese campo de la muerte a los más pequeños. 

Escondidos en ambulancias, sacos de basura o ataúdes
Jolanta -así era su nombre en clave-, tuvo que asistir a situaciones dolorosísimas al contemplar que a muchos de los padres de estos niños se los llevaban a los campos de concentración, el equivalente a morir casi siempre, o a ver el drama de las madres al separarse de sus hijos para que Irena los sacara del gueto. ¿Pero cómo escabullía a los niños para liberarlos? Ideó un método utilizando mediante el traslado en las ambulancias que llevaban a los enfermos más graves a los hospitales. Ese medio quedó pronto reducido y pasó a otros aun más arriesgados tales como esconderlos en bolsas de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercancías, bolsas de patatas o incluso fúnebres ataúdes.

La "niña de la cuchara de plata"
Se cuenta una historia concreta de un valor bellísimo. Entre los miles de niños y bebés rescatados, uno de los ejemplos que pasó a la posteridad fue el de Elzbieta Ficowska. Ella tenía cinco meses cuando una colaboradora de Sendler le suministró un narcótico y la colocó en una caja de madera con agujeros para que entrara el aire. Fue sacada del gueto junto con un cargamento de ladrillos, en un vagón traccionado por un caballo, en julio de 1942. La madre de Elzbieta escondió una cuchara de plata entre las ropas de su bebé. La cuchara llevaba grabado su apodo, Elzunia, y la fecha de nacimiento: 5 de enero de 1942. Elzbieta fue criada por la ayudante de Sendler, Stanislawa Bussoldowa, una viuda católica. Ficowska dijo más tarde que la fallecida Bussoldowa fue su "madre polaca", para distinguirla de su "madre judía". Durante meses, la madre de Elzunia llamó por teléfono para escuchar los balbuceos de su hija. Muertos sus padres en el gueto, la joven salvada Elzbieta Ficowska fue años después conocida con el apodo de "la niña de la cuchara de plata".

Su labor tan valiente como intensa generó sospechas de la policía del III Reich. Por ello, Irena acabó siendo detenida por la terrible Gestapo. Encarcelada en una prisión fue torturada. A pesar de ello, Irena Sendler dio otra muestra más de entereza y heroicidad al no conseguir sus torturadores sacarle ni un dato del paradero de los niños que consiguió que escaparan del gueto de Varsovia. Fue condenada a muerte pero la especialista en provocar fugas de niños también logró la suya. Ayudada por un soldado logró escapar del pelotón de fusilamiento y salvar su vida. Curiosamente, su nombre se apuntó en la lista oficial de ejecutados. No fue esa la única vez que estuvo en peligro pero siempre supo lograr como salir indemne.

Reencuentro familiar, orfanatos y Palestina
Una de las obsesiones de la joven enfermera fue siempre que los niños no perdieran su identidad ni las raíces familiares. Con un sistema de frascos que escondía bajo tierra con los datos familiares de los niños logró, tras acabar la guerra, desenterrarlos, entregarlos al Comité de Salvamento de los judíos supervivientes y que le sirvieran para poner en contacto a los niños con los padres que lograron sobrevivir al infierno nazi aunque la mayoría quedaron huérfanos y muchos de estos 2.500 niños judíos fueron criados y educados en orfanatos y posteriormente enviados a Palestina.

Tras la caída de Hitler y el final de la guerra, Irena Sendler se casó y tuvo tres hijos. No buscó la notoriedad por la ingente misión humanitaria lograda y quiso vivir de manera discreta. Salió involuntariamente de ese anonimato buscado cuando treinta años después se publicó su foto en prensa. Muchas personas reconocieron a Irena Sendler, su gran benefactora, su "ángel de Varsovia", la gran mujer y enfermera que salvó sus vidas durante la ocupación nazi. Ese protagonismo no deseado le llega cuando en el año 2007 se la propone como candidata al Premio Nobel de la Paz. No lo consiguió pero declaró: "La razón por la que rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar y en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad".