Parece una polémica que aparece y desparece, como el Guadiana. Cuando, tras una pregunta de Podemos, el flamante ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, adjudicó la emigración de decenas de miles de jóvenes españoles al extranjero a su “amplitud de miras”, muchos recordaron la polémica frase de la ministra de Empleo, Fátima Báñez, cuando en abril de 2013 calificó este fenómeno como “movilidad exterior”. Menos recordada es la frase de unos meses antes, noviembre de 2012, pronunciada por la secretaria general de Inmigración, Marina del Corral, quien habló de “impulso aventurero”.

Al menos Dastis fue sincero y, tal y como se recoge en el Diario de Sesiones, apeló a “un problema de deformación profesional mía” para explicar su polémica frase, que luego repitió en los pasillos del Congreso: “De verdad, no me parece una tragedia separarse de amigos y familia”. Aunque, para tener la visión completa, Dastis podría haber recurrido también a la “deformación personal” de la situación idílica que vive su familia.

Dastis estudió en la Universidad San Pablo CEU, uno de los centros privados más exquisitos en aquella época. Esta institución, privada y católica, es conocida por ser la puerta de entrada, junto a un padrino del gremio, para acceder a la élite de los diplomáticos, el grupo de altos funcionarios más cerrado y reservado casi siempre a apellidos compuestos o de renombre.

Entre 2004 y 2011, Dastis fue embajador de España en los Países Bajos y después, hasta que fue nombrado ministro en noviembre, fue el embajador permanente del Reino de España ante la Unión Europea.

Las condiciones de los embajadores son envidiables. Según el Portal de Transparencia, el embajador en los Países Bajos cobra 61.197 euros anuales, y el que está en Bélgica, representando a España ante la UE, 69.473 euros al año. Pero la cifra es engañosa, porque no se recogen los complementos y módulos, cuyas cantidades son secretas.

Porque al sueldo anual, con sus pagas extras, hay que sumar un complemento de destino anual y otro complemento específico. Y después un módulo de equiparación de poder adquisitivo y otro de calidad de vida, que varían en función del país de destino. Según cálculos de El Confidencial, los sueldos reales de los embajadores rondan los 21.500 euros al mes, cinco veces por encima de lo que cobra el Presidente del Gobierno. Una cifra astronómica que da para mucho porque los embajadores no pagan residencia, ni servicio doméstico, ni luz, ni agua, ni calefacción, ni teléfono, ni transporte… Y el Estado paga el 60% de la escolarización de sus hijos.

Pero antes de hablar de los hijos, que entran en la ecuación, un pequeño inciso sobre la mujer de Dastis, que trabaja en Clifford Chance, un bufete internacional de abogados con sede en Londres, aunque ella trabaja en las oficinas de España, lejos durante años de él. Una pequeña "tragedia" familiar que a Dastis no le parecería tanto mientras él estaba en Bruselas o Amsterdam, dado su nivel adquisitivo y las facilidades para el transporte que tenía su cargo. Pero sobre los detalles de su biografía personal y conyugal ya habrá tiempo de avanzar, gracias a nuestros colaboradores, Los Genoveses.

Vayamos a los hijos. Dastis es uno de los agraciados con “la parejita”: un hijo y una hija. El varón presume de hablar cinco idiomas (español, inglés, francés a nivel biligüe y alemán y neerlandés) y estudió, mientras su padre era embajador en Países Bajos, en la Universidad Pontificia de Comillas, privada, de orientación jesuita y con una matrícula anual que ronda los 8.000 euros, frente a los 1.250 euros que costaba en 2013 de media la Complutense si no se tenía beca. Y mientras su padre estaba en Bruselas, cursó el perceptivo curso de Administración de Empresas en el Instituto de Estudios Bursátiles.

La “tragedia” llegaría en 2013, cuando el hijo de Dastis pasó un año estudiando en EEUU, en la Universidad de Portland, aprendiendo el oficio de artesano de la cerveza. Formación que completó en 2014 en el Siebel Institute de Chicago. Según la web de esta institución, su Master Brewer Program consta de 7 semanas de formación en la ciudad estadounidense, completado con otras tres semanas en Munich, aprendiendo de los maestros cerveceros bávaros. En la actualidad, es el administrador de su propia empresa cervecera.


Página web del Siebel Institute de Chicago, donde estudió el hijo de Alfonso Dastis.

La hija de Dastis también ha vivido la “tragedia” de tener que salir del país para formarse y trabajar. Su historial es similar al de su hermano y también pasó por la Pontificia de Comillas. Aunque ella no habla neerlandés, lo compensa con haber estudiado en el prestigioso College of Europe de Brujas, el centro de estudios de posgrado que ha servido de fábrica europea de ministros, diplomáticos y parlamentarios.

Un camino que parece que intentó seguir la hija de Dastis, puesto que durante cinco meses de 2013 fue una especie de ayudante del director general de Empresa e Industria de la Comisión Europea. No fue la única oportunidad de estar cerca de su padre, entonces embajador ante la Unión Europea, puesto que en 2014 aparece como solicitante de unos cursos organizados por la entonces embajada de Dastis, para preparar unas oposiciones para la Unión Europea.

Antes de esos intentos, ya había estado en Bruselas, donde trabajó en dos hoteles, haciendo prácticas como organizadora de eventos y convenciones. Y allí sigue, ahora ya separada de su padre, tras haber trabajado para el departamento de asuntos europeos del BBVA y, en la actualidad, ser analista empresarial en las oficinas de Bruselas de la reputada consultoría Deloitte.

A falta de la anunciada biografía en profundidad sobre el ministro, este es el retrato profesional y familiar de Dastis. Ese que le lleva a la “deformación” de pensar que los cientos de miles de jóvenes españoles que han tenido que emigrar -137 al día sólo en Reino Unido, según le echó en cara Podemos-  lo han hecho motivados sólo por su “amplitud de miras”, su “iniciativa” y su “apertura a nuevos horizontes”.