Auspiciado en la producción por Werner Herzog, Gabe Polsky ha concebido un magnífico documental que retrata la vida, el espíritu y la trayectoria de la Unión Soviética a través de su legendaria selección de hockey sobre hielo. Un relato narrado a través del capitán de aquel equipo que desgrana muchos detalles que van más allá del aspecto deportivo.
Antes de nada advertir que quien escribe estas líneas nunca ha sentido demasiada atracción por el mundo del deporte. Algo que en primera instancia puede generar ciertas reticencias al saber que Red Army es un documental que gira en torno al hockey sobre hielo, una modalidad que, por si fuera poco, tampoco parece tener muchos adeptos, al menos en estas latitudes. Hasta que al comenzar su visionado todos esos prejuicios se evaporan de un plumazo, porque la película dirigida por Gabe Polsky es en realidad un excelente film que plantea una serie de cuestiones de gran interés que trascienden más allá de lo meramente deportivo para, a partir de la trayectoria de la selección soviética de hockey sobre hielo, trazar no sólo un retrato sobre la vida y el espíritu de la Unión Soviética, sino narrar en paralelo los destinos del país, desde el período de la Guerra Fría hasta la actualidad. Pero también otros detalles sobre como ese equipo, al que se conocía popularmente como “El ejército rojo”, fue utilizado por las altas instancias políticas como herramienta propagandística para difundir, y no solo dentro de la nación, las bondades del régimen.
Para ello Polsky parte con la complicidad del antiguo defensa y capitán de la selección, un carismático Viacheslav “Slava” Fetisov, quien además fue una de las leyendas de la época de aquel deporte. Una época en la que el hockey sobre hielo goza de una enorme popularidad en la Unión Soviética tal como Fetisov va narrando en la larga entrevista que le ha concedido a Polsky. Un relato que empieza con sus inicios deportivos a muy temprana edad y su encuentro con Anatoli Tarasov, al que se considera el “padre del hockey ruso”, un hombre que vivió entregado en cuerpo y alma a aquel deporte y cuyos éxitos como entrenador del CSKA de Moscú le llevó a ser nombrado seleccionador nacional en 1958, labores que compaginaría durante más de una década.
Tarasov imponía una férrea disciplina al equipo pero también, según relata Fetisov, creó un estilo y una forma con la que elevó al hockey a la categoría de arte, ya que se basaba en la técnicas del ajedrecista Anatoli Karpov para diseñar las tácticas de juego, así como estudiaba con detenimiento los movimientos de los bailarines del Teatro Bolshoi para perfeccionar la coreografía con la que debían desenvolverse sus jugadores en la pista de hielo. Estrategias con las que llevó a la selección soviética a convertirse en el mejor equipo europeo de aquella época, permaneciendo imbatible durante casi dos décadas en las que cosechó once títulos de campeón mundial y tres medallas olímpicas entre muchos otros. Eran los tiempos del legendario quinteto que formaron el propio Fetisov junto con Alexei Kasatonov, Sergei Makarov, Igor Larionov y Vladimir Krutov, quienes a su vez contaron con el apoyo sobre la pista de otro mito como el portero Alexander Tretiak, todos ellos también presentes en el documental con sus testimonios.
Al mismo tiempo y desde el principio, las autoridades soviéticas no escatimaron medios para promocionar el hockey, creando escuelas de alto nivel para seleccionar y preparar a los mejores jugadores. Los éxitos no tardaron en llegar y la selección nacional se convirtió en un vehículo idóneo para divulgar las virtudes del régimen. Eran los tiempos del Telón de Acero y su dominio en las competiciones de hockey era una forma de demostrar la superioridad de la URSS. Por otra parte, durante la presidencia de Leonid Brezhnev, entre 1964 y 1980, comenzó a haber una mayor presencia del KGB en torno al equipo. Entre otras razones porque durante las giras por Estados Unidos y Canadá, fomentadas por el régimen en su objetivo por impulsar su imagen en el exterior, los jugadores fueron descubriendo poco a poco unas realidades con mejor calidad de vida y mayores libertades que las que había en su propio país. Por ello, en cada viaje, el equipo iba acompañado por agentes de la KGB por ese temor del régimen a que se produjesen fugas, tal como confirma ante la cámara de Polsky un antiguo miembro del cuerpo de inteligencia.
Hasta que Tarasov fue sustituido por Viktor Tikhonov en 1972, que si bien fue un gran entrenador, también fue un hombre frío e inflexible, lo que le generó muchos enemigos además del odio de su propio equipo debido en parte a la férrea disciplina que impuso a sus jugadores, obligándoles a entrenar cuatro veces al día, tal como apunta Fetisov, o a estar confinados en campamentos durante largos periodos de tiempo sin apenas tener contacto con sus propias familias. Hasta que en 1980 la selección conoció su primera gran derrota frente al equipo americano en los juegos de invierno de Lake Placid. Una victoria que fue algo más que un triunfo deportivo para el gobierno que presidía por aquel entonces Jimmy Carter.
Y después vino lo inevitable, que los jugadores más destacados comenzaron a recibir ofertas millonarias de los equipos de la liga profesional americana. Ofertas que algunos aceptaron a pesar de las reticencias y las trabas de las autoridades soviéticas, como el propio Fetisov, que llegó todavía más lejos, ya que se opuso al régimen al defender su libertad para jugar en otro país. Un acto que lo condenó a la exclusión total, prohibiéndosele además entrar en las pistas. El que era un héroe hasta entonces pasó a convertirse poco menos que en un villano.
Haciendo gala de un enérgico pulso narrativo, Polsky va ilustrando el relato de Fetisov con numerosas fotografías e imágenes de reportajes de la época, no solo de las competiciones, sino desde las que recogen al propio Tarasov en su quehacer como entrenador, hasta todos aquellos acontecimientos que se producían en torno al terreno de juego. Imágenes que se combinan con los testimonios que aportan los otros jugadores que formaron junto con Fetisov su legendario quinteto o del mismo Karpov. Red Army es un documental que satisfará a todo tipo de paladares, incluso a quienes ni siquiera les interesa lo más mínimo el hockey sobre hielo.