La cena de Nochebuena no empieza cuando se sienta la familia a la mesa. Empieza mucho antes, en ese momento exacto en el que alguien pregunta: “¿Qué ponemos de música?”. Porque todos sabemos que la playlist no es solo ambientación, es una herramienta de supervivencia. Una buena selección musical puede salvarte de una broma del tío Paco, amortiguar la clásica pregunta de “¿para cuándo una novia?” o servir de cortina de humo cuando alguien decide hablar de política entre el primer plato y el segundo.
La música en Nochebuena cumple una función social clarísima: rellenar silencios incómodos, crear una falsa sensación de armonía familiar y, con suerte, evitar debates que no estaban invitados a la cena. Por eso, esta lista no es solo una recopilación de éxitos navideños. Es una guía práctica para atravesar la noche con dignidad… y algo de humor.
Minuto uno: llegan los invitados y ya hay tensión
Nada más abrir la puerta empiezan los abrazos, los besos y las primeras frases del año que no has pedido escuchar. Aquí la música debe entrar fuerte pero amable, como diciendo: “relajaos, es Navidad”.
Para este momento funciona de maravilla All I Want for Christmas Is You, de Mariah Carey. No falla. Suena y todo el mundo entiende que no es momento de hablar de herencias. Es el equivalente musical al primer brindis.
Le sigue Last Christmas, de Wham!, perfecta para ese instante en el que alguien ya ha soltado: “Este año no nos juntamos todos, ¿eh?”. Nostalgia sí, reproches no.
Primer plato: el cuñado entra en calor
Con la comida ya servida, aparece el personaje estrella de toda Nochebuena: el cuñado. Ese ser que sabe de todo, opina de todo y siempre empieza sus frases con “yo no soy racista, pero…”. Aquí la música debe subir lo justo para que su voz no sea la protagonista absoluta.
Un clásico infalible es Jingle Bell Rock, de Bobby Helms. Alegre, reconocible y suficientemente animada como para desviar la atención cuando alguien hace un chiste que ya era malo en 1998. También encaja It's Beginning to Look a Lot Like Christmas, en la versión de Michael Bublé, ideal para acompañar ese momento en el que tu madre dice “vamos a comer tranquilos” sabiendo perfectamente que no va a pasar.
Segundo plato: llegan las preguntas incómodas
Da igual la edad que tengas. Siempre hay alguien que siente la necesidad vital de preguntarte por tu vida sentimental, laboral o reproductiva. Para este tramo de la cena hacen falta canciones que distraigan, que generen un “ah, me encanta esta” justo antes de que llegue el temido “¿y tú para cuándo?”.
Aquí entra en juego Feliz Navidad, de José Feliciano. Es bilingüe, es pegadiza y une a toda la mesa en un canto colectivo que evita conversaciones profundas. En clave más española, El tamborilero, en la voz eterna de Raphael, funciona como distracción masiva. Cuando Raphael suena, nadie pregunta nada: todos imitan el dramatismo.
Postre y sobremesa: la falsa armonía
Llegan los dulces, el cava y ese momento en el que alguien dice: “Bueno, pues no ha habido discusiones”. Spoiler: todavía queda noche. Aquí la música puede permitirse ser protagonista porque el ambiente ya es más distendido… o más peligroso.
Santa Claus Is Coming to Town, en la versión de Bruce Springsteen, anima lo suficiente como para que el tío gracioso se levante a “bailar un poco”. Nadie lo ha pedido, pero ya es tarde para evitarlo. Para cerrar, cuando las conversaciones se vuelven más sentimentales y alguien dice “el año que viene tenemos que repetir esto”, nada mejor que Have Yourself a Merry Little Christmas, de Frank Sinatra. Es el cierre elegante a una noche caótica.
La música como escudo emocional
La playlist de Nochebuena no va solo de canciones bonitas. Va de estrategia. De saber cuándo subir el volumen, cuándo bajarlo y cuándo dejar que un villancico clásico salve una conversación que iba directa al desastre. Porque, al final, todos sabemos que la Navidad no es perfecta… pero con la música adecuada, al menos se hace llevadera.
Y si todo falla, siempre puedes decir que te encanta esa canción, subir un poco más el volumen y brindar. Porque, al fin y al cabo, la Nochebuena es eso: una mezcla de amor, caos, cuñados y canciones que, año tras año, siguen sonando como en casa.