Samuel Baeza Álvarez (Málaga, 2004) es estudiante de Periodismo en la Universidad de Málaga. Su primera novela se tituló El viaje (2021), luego publicó Max (2022), una obra histórica centrada en la guerra de Afganistán. Ahora, irrumpe en el mundo literario con una tercera novela que nace del hastío que le producía leer historias con “temáticas muy manidas”. 

La ecuación que resuelve el enigma (ExLibric, 2024) propone una lógica distinta a la novela negra que fabrica el mercado. En esta obra las matemáticas están al servicio de la investigación que involucra a personajes y al propio lector. “¿Deseamos que cada novela que salga al mercado sea una mezcla de lo que ya existe o algo nuevo?”, se pregunta Baeza Álvarez convencido de que en ficción y ciencia no siempre el resultado tiene porqué ser el mismo.

Edgar Borges: - ¿Cuál es 'La ecuación que resuelve el enigma'? 

Samuel Baeza Álvarez: - La ecuación que resuelve el enigma es la que determinará si Rubén sigue o no con vida y la que pondrá a prueba la inteligencia que caracteriza a nuestro protagonista y su capacidad de sobrevivir a las circunstancias tan adversas a las que se enfrentará. Es una prueba a vida o muerte formada por cinco números que marcarán para siempre su futuro y que supondrá todo un torbellino de emociones en su vida.

E.B: - ¿Tenías necesidad de crear una novela negra diferente? De ser así, ¿ese reto te nace como lector? ¿Te fastidió algo de lo que venías leyendo? 

S.B.Á: - La necesidad nace precisamente de leer obras con temáticas muy manidas y con argumentos atractivos, pero demasiado utilizados en las películas americanas. Creo que muchos escritores han cometido el error de, al verse influenciados por la visión de la vida norteamericana, plasmar en sus libros todos esos elementos. Hay tantos libros inspirados en Nueva York, Texas y otras ciudades estadounidenses que creo que se ha dejado por completo de lado la innovación literaria. En La ecuación que resuelve el enigma EE. UU. no aparece, no porque no haya lugares maravillosos allí, sino porque es necesario conocer otras culturas y otros pueblos desconocidos y, al mismo tiempo, apasionantes. Y también es necesario darle una vuelta al planteamiento de una novela negra, empezando por el protagonista, en este caso Rubén Pagès.

E.B: - ¿Era la matemática una vía para plantear otra posibilidad?

S.B.Á: - Totalmente, una vía de innovación para plantear una historia original donde todos aquellos patrones que se repiten se dejen de lado, al menos en mi libro. 

E.B: - Se publican muchas novelas bajo parámetros conservadores. Pareciera haber un molde de fábrica, contar historias entretenidas sin más. ¿En narrativa se está arriesgando poco, en cuanto a creatividad? 

S.B.Á: - Sí, yo creo que esa repetición de patrones viene dada porque es a lo que estamos acostumbrados, como digo, lo que se nos inculca en las series y en las películas. No solo pasa en novela negra, también sucede en las románticas, clichés que los llevamos incluso a nuestra vida diaria. Tenemos que plantearnos qué es lo que queremos. ¿Deseamos que cada novela que salga al mercado sea una mezcla de lo que ya existe o algo nuevo, donde el componente humano, esa creatividad, salga a la luz y ofrezca al lector una experiencia inmersiva en el relato?

E.B: - ¿Qué tienen en común la ficción y la matemática frente a la realidad social como valor absoluto? 

S.B.Á: - La ficción suele trabajar con mundos imaginarios, los que dibuja el escritor y plasma en el libro; la matemática trabaja normalmente con lo abstracto, con leyes, con fórmulas y reglas precisas. Sin embargo, en ambos aspectos hay un componente de subjetividad, por mucho que se quiera decir que la ciencia matemática es puramente objetiva. Todo depende de la visión, de la interpretación y del contexto. Y en esta novela claro está que nada es lo que parece desde el principio y que 2+2 no tienen por qué dar 4.

E.B: - ¿Literatura complaciente o rupturista? 

S.B.Á: - Rupturista completamente. De hecho, recuerdo que el director de la editorial me comentó que le había sorprendido que la obra estuviera en presente y no en pasado, como normalmente suelen ir conjugados los verbos de acción en los diálogos. Al fin y al cabo, todo responde a una cuestión estilística. José Saramago ignoraba los signos de puntuación, como es bien sabido. Es necesario aportar estilo personal a nuestras obras.

E.B: - ¿Tienes idea de hacia dónde va tu literatura?

S.B.Á: - Yo espero que La ecuación que resuelve el enigma llegue lejos porque estoy convencido de que el trabajo detrás del libro ha provocado resultados muy gratos y, desde luego, los esperados después del esfuerzo en la construcción de la trama y de los personajes. Se trata de ir ampliando el público y que los lectores se animen a conocer a Rubén y todo lo que sucede en torno a él.