En España contamos con numerosos escritores entrados en la madurez que, pese a una bibliografía sólida y a una trayectoria crítica y/o artística impecable, pasan desapercibidos porque no escalan a los primeros puestos de los libros más vendidos. Son poetas y escritores casi secretos, y con "casi" me refiero a que son conocidos en la comunidad literaria pero no entre el público mayoritario. Son autores que no hacen ruido porque son humildes y porque uno ve que les importa más el trazado de la obra que la venta y la fama que aquella podría acarrear. Son, en definitiva, autores a los que puede uno divisar a solas en un café, pero no en un sarao literario, que son más proclives a dejarse ver en las librerías de su pueblo que en las entrevistas de los medios de comunicación más famosos. Uno de ellos es Francisco Javier Irazoki, aunque su rostro quizá sea un poco más célebre por sus colaboraciones en El Cultural.

Conviene recordar y leer y releer a esta clase de autores, ahora que los primeros puestos de las listas de los poemarios más vendidos (estoy generalizando) suelen ocuparlos libros sin rigor ni espesura, para que no olvidemos que la literatura es otra cosa: sobre todo, oficio paciente y secreto. Aunque, desafiando todos los pronósticos, curiosamente esta Orquesta... ha permanecido cuatro semanas entre los libros más vendidos de España. Francisco Javier Irazoki ha ido entregando en el siglo XXI una obra escrita en prosa poética (si exceptuamos los versos de Retrato de un hilo), integrada por Los hombres intermitentes, La nota rota y el citado Retrato… Libros luminosos, escritos con mimo y con paciencia: esto último siempre se nota. Si el listón estaba muy alto, creo que Irazoki lo ha superado. Orquesta de desaparecidos reúne textos escritos en París entre 2007 y 2014. Todos son autobiográficos, como si conformaran una especie de diario o de memorias lanzadas en pequeños mensajes dentro de botellas rotas, y en la mayoría hay un homenaje a los caídos, a los hombres y a las mujeres que ya desaparecieron de la vida del poeta, pero no con afán de lamento, sino con intención de recordatorio, porque Irazoki sabe que no hay mayor respeto a nuestros muertos que evocarlos mediante la palabra, para que perduren en las páginas, entre el bálsamo de las sílabas y la melodía de las oraciones sabiamente medidas.

En Orquesta de desaparecidos vemos desfilar las vidas de padres y madres, de músicos callejeros, de poetas, de carpinteros anónimos, de mercaderes ambulantes, de personas que tal vez no hayan muerto pero se han alejado del autor o a quienes las circunstancias han destinado a otras prisiones (la silla de ruedas, la enfermedad). Mientras Irazoki nos relata anécdotas o episodios de sus vidas, al mismo tiempo va mostrando su biografía: sus miedos, sus pasiones, sus pérdidas, su infancia… Todos los que se han ido conviven dentro de él, en su recuerdo, y ahora entre las páginas. Es un volumen preñado de poesía, de minuciosidad en la descripción, de ráfagas exquisitas de talento: Pronto seré el viejo que lleva en su bolsillo toda la extensión de su tierra o Todos mis forasteros han construido lo mejor que transmito o Las personas que se alejaron de mi vida forman la orquesta. Sus muertes o su desamor se han convertido en música. Bellísimo libro.