Seix Barral, en su constante trabajo de edición de la obra de Don DeLillo, uno de los escritores norteamericanos más importantes de la generación surgida en los setenta, rescata La estrella de Ratner, su cuarta novela, una de las más extrañas y originales de toda su trayectoria.
Cuando DeLillo publica La estrella de Ratner en 1976 ya había perfilado gran parte de sus temas de interés y había ido elaborando, de manera seminal, pero ya genial, un estilo propio y único que irá creciendo con los años. Americana, End Zone y Great Jones Street, ya habían mostrado a un autor que, en La estrella de Ratner, sin embargo, no solo no abandona sus logros iniciales sino que además acomete un giro radical para escribir una novela sorprendente, de exigente lectura pero llena de humor e imaginación.
En ella, DeLillo intentó no solo escribir una novela alrededor de las matemáticas sino que fuera ella misma matemática. Intención que se percibe en una construcción externa e interna portentosa, máxime teniendo en cuenta la extensión de la novela y los múltiples personajes y temas que van surgiendo página tras página. Desbordante en su lectura, consigue atrapar tanto como asfixiar, exigiendo al lector una dedicación plena y casi exclusiva durante el tiempo de su lectura para poder avanzar lo más rápido posible por entre sus páginas, dado que el magnífico ritmo que DeLillo imprime a la narración pierde mucho sentido si transcurre demasiado tiempo entre lectura y lectura. Es complicado dado sus más de quinientas páginas, pero merece la pena internarse por un laberinto narrativo tan legible en su superficie como profundo en su contenido.
La estrella de Ratner resulta fascinante y enigmática en la capacidad de DeLillo para narrar una realidad cuyos contornos se abren hacia algo tan diferente como cercano a lo real. Bajo la trama matemática, el escritor desglosa un sinfín de temas presentes en su literatura como la política, la economía, el terrorismo, el cine, la presencia de la imagen en el mundo contemporáneo… gravitando alrededor del gran tema de la novela. El vacío o, mejor dicho, el miedo al vacío que se compensa con la fe, con la creencia en algo, máxime cuando la ciencia llega a un límite a partir del cual no se puede averiguar más. Los personajes de La estrella de Ratner luchan por lograr una explicación, por lograr entender, pero hay límites. DeLillo plantea la necesidad, tan vital como obsesiva, de creer en algo para vivir. El escritor enfrenta a la fe y a la ciencia para encontrar sus puntos de unión, para mostrar que es posible que una sea consecuencia de la otra. Y muestra también el absurdo de esa búsqueda a través de unos personajes que se agotan en su existencia vital intentando encontrar un sentido a todo y al Todo.
Y esa visión, que parece alejada de los temas alrededor de los cuales trabaja normalmente DeLillo, en realidad se adecua a la perfección, sobre todo en su narrativa de los setenta, al desplegar una mirada sobre la sociedad de los setenta en Norteamérica, porque aunque ubicada fuera de su país, La estrella de Ratner parece hablarnos de un momento extraño en un país que afrontaba una década de cambio. Pero una década paranoica, de lucha contra los infiernos externos e internos –siendo casi peores los segundos que los primeros-.
Una novela extraordinaria, llena de aristas y caminos entre los que DeLillo se mueve magistralmente, con una prosa extraordinaria, aunque la traducción en ocasiones no está a la altura de la genialidad literaria de DeLillo. Una obra que exige atención y compromiso con la lectura tanto para adentrarse en la sumamente entretenida trama así como en la profundidad conceptual que la recorre.