Por último, el texto de Giancarlo de Cataldo, conocido en nuestro país por Una novela criminal, tiene una textura más social, más cercana a la novela negra que a la policíaca, pues la investigación pura y dura es lo de menos. El cuerpo narrativo se apuntala en la descripción de cómo en ciertos estratos de la sociedad cunde el determinismo y los jóvenes están abocados a consumir y traficar con cocaína. Gustará especialmente a los amantes de la serie T. La potencia del texto, en este caso, reside en la originalidad de su visión, y de su contenido.

Tres estilos. Tres visiones. Tres historias ficticias y electrizantes, que nos sirven de curso acelerado del submundo de la cocaína en Italia.

Un submundo silencioso pero tremendamente imbricado en la vida cotidiana de este país. Aunque, en contra del estereotipo y de lo que pueda conducirnos a pensar otro excelente libro de esta temática, el reciente Cerocerocero de Roberto Saviano, no es Italia sino España, junto con Reino Unido y Francia, la lideresa de la Unión en consumo de esta sustancia. En términos comunitarios, se estima que la consumen de forma regular alrededor de 2,2 millones de jóvenes europeos de entre 15 y 34 años (el 1,7% de este grupo de edad). España encabeza la clasificación ya que el 3,6% de los jóvenes consumieron cocaína el último año, más del doble que la media comunitaria. Nos siguen Reino Unido (3,3%), Irlanda (2,8%) y Dinamarca (2,4%). Los países con menos consumo son Grecia y Rumanía (0,2%). La novela negra está de moda, posiblemente a raíz de fenómenos nórdicos como Millenium. La novela negra actual, en contraste con la novela policíaca clásica, afloja el interés por la investigación del delito y pone el foco en los aspectos sociológicos de la delincuencia. En la literatura italiana, la novela negra tiene un carril ancho. Giorgio Scarbanenco, Leonardo Sciacia, Andrea Camilleri o Donna Leon han bebido de los propios hándicaps de su sociedad, como la mafia, para construir espléndidos textos del género. Este es uno de ellos.