Si la memoria no me falla a estas alturas, hay una situación que se repite en algunas películas que trazan su rumbo no sobre el mar, en la superficie (caso de Tiburón, Waterworld o Capitán Phillips), sino en las profundidades, donde se mezclan la oscuridad y el temor a lo desconocido (como Abyss, El submarino o El gran azul): en ciertos momentos la presión, el temor a la inmensidad y la pérdida de referencias respecto a la superficie afectan a los protagonistas, y un asomo de locura o enajenación transitoria se cuela en sus cabezas. En estos filmes que transcurren en esa especie de galaxia marítima, misteriosa e insondable, y a la que denominamos "océano", los abismos espaciales acaban identificándose con los abismos emocionales, el terror con el inconsciente, la presión con el equilibrio mental. Esta referencia hay que tenerla en cuenta a la hora de embarcarse en la lectura de esta historia, publicada por Salto de Página en su Colección Púrpura: El silencio de las sirenas, donde la inmersión en las aguas va acompañada del aturdimiento mental del protagonista.

Beatriz García Guirado se estrena en la novela con El silencio de las sirenas, título que toma prestado de un brevísimo texto de Franz Kafka en el que encontramos las siguientes líneas: Pero éstas tienen un arma más terrible aún que el canto: su silencio. Aunque no ha sucedido, es quizás imaginable la posibilidad de que alguien se haya salvado de su canto, pero de su silencio ciertamente no (en la traducción de Alejandro Ruiz Guiñazú). Ese silencio comienza incluso antes de que el narrador, el sueco Oless Svalbard, se encuentre con una sirena mientras bucea: comienza cuando su mujer muere arrastrada por un tsunami, y las voces de su fantasma le acechan desde sitios inesperados. Pero Svalbard regresa al lugar de la pérdida: necesita volver al Océano Pacífico, y es allí donde las ballenas varadas y el rastro de la sirena lo envuelven en una aventura con ecos de Homero, Jules Verne o Joseph Conrad. Durante el camino, y desde la perspectiva mental del narrador, los lectores tendrán que avanzar con cuidado para no desorientarse, pues el juego que propone la autora pasa por la fragmentación del cerebro de Oless (él mismo lo dice en las primeras páginas: Pero si realmente quieres una respuesta, te la daré tal cual la aprehendo en mi mente, de forma subliminal y fragmentaria, a través de refugios que no entenderás de manera consciente, porque no hay nada puro que pueda explicarse de forma literal).

El silencio de las sirenas es un debut sólido, de prosa muy medida, la ópera prima de una escritora que ha preferido esquivar los terrenos ya trillados de la literatura española que suele triunfar en las mesas de novedades y en la sección de cultura de los diarios nacionales: lo suyo es otra cosa; como lo es, por ejemplo, la narrativa enigmática de Francisco Jota-Pérez (a través de quien supe de la existencia de Beatriz G. Guirado y de su libro). Y eso que defino como "otra cosa" es, también, lo que está proporcionando aire fresco al panorama literario español.