Algunos libros tardan apenas unos días en encontrar su público; otros, en cambio, necesitan un recorrido más largo, de décadas; y luego están los que lo consiguen a medio camino: porque La vegetariana (Rata_Books), la impresionante novela de la coreana Han Kang, ha tardado unos diez años en obtener el éxito, las ventas, los premios, las buenas críticas. Nos cuentan que se publicó en Corea en 2007, y entonces muy pocos supieron discernir su calidad ni su potencial. La obra, sin embargo, fue abriéndose camino despacio mientras la traducían a otros idiomas. Y en 2016, aparte de otros galardones, logró el Man Booker International, desbancando a otros autores conocidos y prestigiosos que también figuraban como finalistas. 

 

Tiene esta novela algo sombrío que, junto a la sutil manera de transmitirnos lo que afecta a los personajes, la convierte en un artefacto narrativo de primer orden, en el que a veces nos parece encontrar ciertos ecos de las películas de David Lynch y de David Cronenberg: es esa oscuridad sugerida por ambos, matizada por la destreza oriental para contar, lo que logra que el libro sea especial. Y posee, además, cierto toque kafkiano: el de una transformación.

 

La novela está dividida en tres partes y nos cuenta la historia de Yeonghye, una mujer que un día, tras sufrir unas pesadillas horribles, decide (primero) dejar de comer carne y (después) dejar de alimentarse: No, ni siquiera se puede decir que sean sueños. Son escenas breves que me asaltan de forma intermitente. Ojos feroces de bestias, formas sangrientas, cráneos abiertos y de nuevo ojos de fieras. Son ojos que parecen nacidos de mis entrañas.

 

Dicho periplo (desde su decisión hasta que va quedándose en los huesos) es visto desde tres perspectivas: la de su marido, quien desvela en primera persona que se casó con ella porque era insulsa, nada especial, alguien que no daría celos ni problemas, y que asiste asombrado a los cambios que resultan de su decisión; la de su cuñado, cuyos juicios están contados en tercera persona, alguien que se ve atraído por ella, y, allá donde su marido no veía nada atractivo, él descubre una bomba sensual que puede servirle para sus propósitos artísticos; y la de su hermana, cuya enfoque también es narrado en tercera persona, y quien intentará ayudarla a pesar de no comprender su decisión. En la primera parte, además, la autora introduce algunos párrafos en los que Yeonghye relata sus sueños, pequeños estallidos de prosa que lindan con lo perturbador, con lo siniestro, con el mundo de violencia que ella percibe a su alrededor.

 

La vegetariana es una obra que encierra diversos significados y en la que el lector puede ir desvelando sus capas. Tal vez el más importante es que nos presenta a una mujer encerrada en un mundo asfixiante, atosigada por los prejuicios, por las órdenes y la rudeza de su padre, por las perversiones de su cuñado, por la indiferencia y la insensibilidad de su marido, por la incomprensión de su madre (Si no comes carne, te devorará el resto del mundo: es el único consejo que es capaz de darle a su hija), y cómo esa mujer toma una decisión drástica, pero personal e íntima (pues guarda relación con su cuerpo, con su interior, con su supervivencia), cuyos efectos son inmediatos en la familia, recibiendo a cambio desprecio, modos bruscos y violentos, lástima, discrepancias, enfados… La historia de esta mujer firme en su decisión va avanzando en el tiempo, de modo que en cada testimonio o punto de vista los protagonistas ya han ido variando su situación.

 

Es uno de los libros de la temporada. Escrito con esa sutileza propia de los narradores de Asia, expertos en sugerir más que en mostrar. Para redondear tan sombría historia, debemos apuntar que la edición de :Rata_ es espléndida, y la refuerzan la traducción y el epílogo de Sunme Yoon, el prólogo del escritor Gabi Martínez, una carta de la editora Iolanda Batallé y una breve entrevista a cargo del escritor Milo J. Krmpotić.