Meditar está de moda. Ya no es solo una práctica ancestral ni una disciplina reservada a monasterios o retiros espirituales: forma parte del lenguaje cotidiano (mindfullness en su versión más moderna), se cuela en las apps del móvil, en los programas de empresa y también en el día a día de personajes públicos que buscan silencio en medio del ruido. Una de ellas es la cantante Amaia Montero, quien ha seguido el método propuesto por Ignacio Mateos (Zaragoza, 1987) en su libro 'Meditarte' (Planeta) y lo recomienda sin reservas: “Es un viaje imprescindible para llegar a una vida plena”.
¿Quién es Ignacio Mateos?
El autor de esta singular obra es Ignacio Mateos, licenciado en Bellas Artes por la especialidad de Pintura, máster cum laude en Mercado del Arte por el Sotheby’s Institute of Art de Nueva York, donde se graduó tras la concesión de una beca de La Caixa. También se formó en el Instituto de Artes da UNICAMP en São Paulo gracias a una beca Santander-CRUE. Su paso por Nueva York le cambió la vida y allí fundó Artpath, organización pionera en la práctica de la meditación a través de la contemplación de arte, cuya metodología han sido adaptadas por los departamentos de educación de algunos de los más prestigiosos museos del mundo. Toda esta labor tiene como objetivo acercarnos al poder de la observación relajada como herramienta para el disfrute y el ordenamiento de nuestras emociones.
Con 'Meditarte' da un paso más allá y ofrece al lector un manual sencillo para acceder a la meditación a través del arte. Es un resumen de toda su experiencia en esta práctica, que inició desde niño. El libro está dedicado a "quienes contemplan un mundo más bello y equilibrado" y pretende ordenar nuestra mente ante el torbellino audivisual que nos rodea, a caballo de los dispositivos electrónicos, los algoritmos que llegan a controlar nuestros hábitos y la inteligencia artificial.
La propuesta de Ignacio Mateos parte de la observación relajada de obras de arte para vincularnos con nuestro mundo interior a través de otra mirada. Vincent Van Gogh, Gustave Courbet, Claude Monet, cerámica japonesa del siglo XVI o la geometría zen de los mandalas tibetanos son algunas de la obras que incluye en 'Meditarte' como punto de partida. El objetivo no es la evasión, sino el encuentro, detenerse, observar y volver a lo esencial. En palabras del propio autor, a quien hemos entrevistado, este libro te da las claves "para observar el mundo de otra manera”.
Ignacio Mateos: "Los niños son grandes meditadores, no tienen las distracciones que tenemos los adultos"
PREGUNTA.- ¿Cómo resumirías 'Meditarte'?
RESPUESTA.- Es es un método innovador de meditación contemplativa a través del arte. Tiene un punto de viaje a través de diversas obras de arte, herramientas, sugerencias, que van a ayudar al lector a encontrarse mejor y reconectar con valores y su verdadero interior. En paralelo, es también un manual, que el lector va a poder consultar en cualquier momento también para encontrar consejo o inspiración para encontrarse bien.
P.- ¿Qué significa este símbolo, una especie de cuadrado, triángulo y círculo enlazados, que se repite varias veces en el libro?
R.- Es un patrón donde hay un un cuadrado, un triángulo y un círculo. Es una obra de Sengai Gibón, que es un artista oriental, que vivió a caballo entre el siglo XVIII y XIX. En realidad es pintura Zen, es decir, reduce todo a la esencia. El libro también ha vivido esa fase de reducir un montón de ideas, un montón de tradiciones de Occidente y de Oriente, de meditación concentrativa y contemplativa para llegar a este libro, 'Meditarte'. Me ha costado 10 años llegar a esta depuración del método que lancé a través de la organización Arpad, dedicada a la divulgación de la meditación contemplativa.
P.- ¿Es para todos los públicos?
R.- Sí, desde luego. Esa reducción que he realizado estos años afecta también el lenguaje, para explicar conceptos sofisticados en un lenguaje simple y comprensible para todo el mundo. 'Meditarte' tiene una vocación absolutamente universal, de forma que cualquier ser humano o persona puede de leerlo y disfrutarlo sin ningún problema.
P.- ¿Cómo llegas a la meditación?
R.- Llevo toda la vida, medito prácticamente desde pequeñito y he ido evolucionando. He tenido varias inspiraciones, familiares que lo hacían y tengo muy presente la figura de un tío mío, misionero, Cristóbal, Barrionuevo Dronda, que estuvo toda su vida sirviendo en Japón. Es un país que me ha influido muchísimo, tanto en la estética como el arte y la espiritualidad. Él me ha influido para desarrollar la espiritualidad. El zen por un lado y los jesuitas por otro, a través de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, son parte de la inspiración de este libro.
Mi método pretende estar al alcance de todo el mundo, sin ningún tipo de connotación religiosa ni política ni filosófica
P.- Además de a San Ignacio de Loyola, mencionas en el libro a varios místicos, en concreto a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, pero la meditación va mucho más allá de la religión.
R.- Desde luego. Mi método pretende estar al alcance de todo el mundo, sin ningún tipo de connotación religiosa ni política ni filosófica ni de ninguna índole. En realidad, la meditación es un proceso que realizamos todos, sin excepción. No deja de ser una reflexión sobre un motivo y tratar de encontrar diferentes puntos de vista.
La palabra meditación está totalmente desvirtuada
P.- ¿Hay muchos clichés o tópicos falsos sobre la meditación y la espiritualidad?
R.- Sí, muchísimos. La palabra meditación está totalmente desvirtuada. Lo primero que le viene a la cabeza a la gente es una persona sentada en en posición de loto y levitando o entrando en el nirvana. La meditación es algo mucho más mundano, que todos realizamos. Es como como quien llega agotado a casa del trabajo y se pone una serie de televisión. Para mucha gente ese es el momento de meditación, porque desconecta, deja atrás sus obligaciones profesionales, en muchos casos familiares también, y está poniendo atención en algo que le ordena, le relaja y le hace sentir bien.
P.- Fíjate, yo pensaba que no meditaba y resulta que lo hago. ¿Desconectar puede ser leer unas páginas de un libro antes de irte a la cama, no?
R.- Sí, o tomarte un café, o ponerte a cocinar. Es tener consciencia de lo que se está haciendo. El famoso momento presente, que aunque tenga algo de cliché, no deja de ser cierto. Se trata de poner atención y foco excluyendo todo lo demás. Y para eso tenemos las obras de arte, que son un momento muy bien escogido por el artista tras muchísima reflexión, preparación y trabajo. Esa es la imagen sobre la que el espectador también puede poner centro y comunicarse con las intenciones del artista.
Hay obras que favorecen más que otras: un paisaje armónico de una pintura impresionista te va a a relajar más que un cuadro de expresionismo abstracto americano
P.- ¿Cualquier obra de arte es válida para meditar?
R.- Sí y no. La imagen a contemplar puede ser de cualquier índole, algo que nos haga sentir bien a nosotros. Cada persona tiene que reflexionar acerca de qué le hace sentir bien y va a encontrar un motivo para decir: 'Esto realmente me gusta'. No es un método rígido, sino que son herramientas para que cada uno descubre cuál es su mejor forma de meditar. Si encuentras el motivo, puedes establecer una conexión. Los primeros minutos suelen ser un poquito más difíciles. Conforme vaya reduciéndose el ruido, la conexión será mayor y, probablemente, esa obra te calmará y te dirá muchas cosas. Pero contestando a tu pregunta, sí, hay obras que favorecen más que otras: un paisaje armónico de una pintura impresionista te va a a relajar más que un cuadro de expresionismo abstracto americano, pintado con mucha violencia. Pero también hay pinturas abstractas como la de Agnes Martin que sugiero en mi libro, que es totalmente calmante.
P.- El Gernika de Picasso es muy inquietante.
R.- Claro, porque tiene detrás un sentimiento de denuncia política, de denuncia de la violencia y contra la guerra. Habrá quien esté muy concienciado con estas cosas y pueda encontrar en esta obra de arte esa calma o esa serenidad que necesita para conectar.
Las obras que yo sugiero son diversas y pretenden dar al lector herramientas. Al final, son el reflejo de lo que yo creo que es más interesante, con variedad de propuestas para que el lector tenga una amplia gama de posibilidades: desde una taza de té utilizada en una ceremonia japonesa hasta un mandala tibetano, que es un instrumento del budismo tántrico para la concentración. Y luego, por supuesto, pinturas de Van Gogh, de Monet, un grabado japonés de Hokusai... Es decir, una gran variedad para que cada uno encuentre su lugar, su espacio feliz o tranquilo.
'Meditarte' es un libro cocido a fuego lento, es toda mi vida, absolutamente abierta, para que todo el mundo pueda acercarse a estas metodologías de contemplación
P.- ¿A través de qué obra encontraste tú personalmente más felicidad o tu lugar en el mundo?
R.- Pues fíjate, todo este proyecto en realidad nace de un momento que tuve yo —lo explico en el libro—, en un museo viendo una obra impresionista de Monet, unos nenúfares. Mientras los observaba, me di cuenta de que era una obra con unas cualidades muy abstractas en algunos casos. Te acercas al cuadro y te adormece de alguna manera, y al mismo tiempo tiene color. Es una obra que te atrapa. Me quedé varios minutos observándola y pensé: 'Estoy sintiendo muchas sensaciones muy parecidas a las que siento cuando medito por las mañanas'. A partir de ahí empecé a tirar del hilo. 'Meditarte' es un libro cocido a fuego lento, es toda mi vida, absolutamente abierta, para que todo el mundo pueda acercarse a estas metodologías de contemplación.
Los niños son grandes meditadores
P.- Antes me comentaste que llevas meditando desde niño. ¿Cómo medita un niño?
R.- Bueno, igual es un poco exagerado lo que voy a decir, pero los niños son grandes meditadores. La actitud que tienen ante la vida es la requerida para meditar: tienen mentalidad de principiante, están abiertos a la novedad, son capaces de quedarse mirando algo que les llama la atención. No tienen las distracciones que tenemos los adultos —problemas laborales, preocupaciones de todo tipo—, y eso les permite una mayor concentración y capacidad de disfrute. Me atrevería a decir que los niños son maestros de la meditación de alguna manera. Y creo que es una idea que no digo directamente, pero sí que queda sugerida en el libro.
P.- No sé si compartirás esta sensación, pero cuando estoy delante de un cuadro muy conocido —la Gioconda, Las Meninas, hablábamos antes de Picasso— siento que me envuelve.
R.- Sí. Es una conexión directa con la obra. Es como cuando estás delante de alguien a quien admiras. Te envuelve.
P.- ¿Eso forma parte de la meditación? ¿O es algo diferente?
R.- Lo entiendo perfectamente. Yo también reflexioné sobre ello. Tuve encuentros recientes con la Gioconda y con Las Meninas, y pensé en cómo sería correcto meditar con esas obras. Esto tiene mucho que ver con la compasión, con el hecho de que somos personas y nos gusta conectar con otras personas, también con las que aparecen representadas en los cuadros.
No están ahí de cualquier manera. Fueron creadas por maestros como Leonardo o Velázquez. Son obras con una enorme carga psicológica: la mirada, la pose, la composición, la distribución de los personajes, el espacio, los espejos en Las Meninas… Todo está pensado para que el espectador se sienta parte del cuadro. Por eso conectamos con esos personajes: porque están profundamente elaborados, no son retratos cualquiera ni pintados por cualquiera.
P.- Las redes sociales se han convertido en un referente para miles y miles de jóvenes. ¿Qué opinas de este fenómeno?
R.- Ese es uno de los motivos por los que escribí este libro. Quería que fuera una inspiración para gente de mi generación. Tiene una orientación fuerte hacia la recuperación de valores que se han perdido, de formas de relacionarnos que han sido arrasadas por el individualismo y por el mal uso de las tecnologías. Vivimos un momento impresionante, con acceso a todo el conocimiento de la humanidad. Pero no podemos bajar la guardia y hacer un mal uso de ello. No hablo solo de bots, de drones o inteligencia artificial. Hablo del abuso, del descontrol. La meditación también sirve para encontrar equilibrio, para no ser excesivo con nada. Ese momento de concentración, que a veces cuesta alcanzar, porque no es fácil meditar salvo que tengas fuerza de voluntad y una rutina establecida, es clave para observar el mundo de otra manera. Y mucha gente, simplemente, no observa.
P.- ¿Qué les dirías a esos jóvenes que ven el mundo a través de una pantalla?
R.- Les diría lo mismo que digo en el libro: que no todo vale. Hay que reflexionar sobre lo que consumimos visual y mentalmente. Hay que ser selectivos con lo que vemos, leemos y con cómo nos relacionamos. La calidad siempre está por encima de la cantidad. El exceso —en cualquier cosa— suele llevar al radicalismo o a situaciones límite. Moderación, contrastar ideas y, si es posible, hablar con personas que piensen distinto. Eso enriquece.
Acabamos desuniéndonos por razones superficiales y quedándonos atrapados en el ruido. En política se debate demasiado sobre lo que hace mal el otro, en lugar de trabajar con foco en el bien común. Y para enfocarse, es esencial educarse en la concentración. El arte es un medio bellísimo para lograrlo, porque es nuestro legado. Es el resultado del pensamiento de todas las civilizaciones y todas las épocas.
Hay que desarrollar espíritu crítico y no dejarnos manipular, especialmente en la era digital. A veces me aparecen cosas en redes que digo: '¿Cómo me estás sugiriendo esto?' No tiene nada que ver con lo que busco ni con lo que soy.