La escritora y terapeuta catalana Cris Santa-Olalla escribió esta novela desde “la necesidad de reordenarse por dentro”. Un derrumbe personal la llevo a parar para repensar todo. De ese proceso íntimo nace 'El despertar de Sofía', una historia que tiene mucho de diario personal y colectivo, pues, como asegura la autora, no hace falta atravesar una determinada situación para identificarse con una vivencia ajena.

Sofía simboliza ese movimiento interno: la decisión de mirarte de frente, de cuestionarte, de nombrar lo que duele y de recuperar tu propio poder

Pregunta: - ¿Por qué el título “El despertar de Sofía”?
Respuesta: - Estuve barajando varios títulos, pero buscaba uno que fuera sencillo y, al mismo tiempo, capaz de contener el mensaje profundo del libro. El despertar de Sofía habla justamente de ese instante en el que algo dentro de ti se enciende y ya no te permite seguir viviendo desde la inconsciencia. Sofía simboliza ese movimiento interno: la decisión de mirarte de frente, de cuestionarte, de nombrar lo que duele y de recuperar tu propio poder. El título nació de la necesidad de poner palabras a ese despertar que transforma, que incomoda y que, al final, libera.

Además, había algo esencial en mi propio proceso que quería que estuviera implícito: el núcleo de mi duelo no fue la pérdida del matrimonio en sí, sino el miedo al futuro. El vértigo de soltar creencias muy arraigadas sobre cómo ‘debía’ vivirse la vida, el miedo a lo económico, a sostenerme sola, a entrar en un mundo completamente desconocido para mí. Ese tránsito me obligó a confiar, a atreverme a dar pasos sin garantías. Y ese tipo de despertar —el que nace del miedo pero te lleva a la confianza— también está contenido en el título.

Por eso necesitaba un nombre que hablara de transformación sin artificios. El despertar de Sofía resume un viaje muy profundo que muchas personas estamos viviendo hoy: un despertar emocional, vital y también político, en ese sentido íntimo de atreverte a ocupar tu lugar en el mundo.”

P: - ¿Sofía es tu alter ego o cualquier mujer pudiera verse reflejada?
R: - Las dos cosas. Sofía tiene parte de mí, porque el dolor más consciente que he atravesado fue el duelo por el final de mi matrimonio. Digo ‘consciente’ porque, a diferencia de otros dolores que había aprendido a esconder, este lo viví completamente despierta, sin anestesia. Con el tiempo entendí que esas heridas no son exclusivas de una mujer: tanto hombres como mujeres cargamos con pérdidas, fracturas emocionales y silencios que pesan.

Cada persona vive su caída a su manera. Unos la atraviesan desde la exigencia, otros desde la culpa, otros desde un amor que se rompe sin avisar. Pero, al final, los detalles importan menos que lo que todos compartimos: el dolor, la tristeza, la sensación de no reconocerte en tu propia vida.

Por eso creo que cualquier persona puede verse reflejada en Sofía. No porque comparta mi historia, sino porque todos, en algún momento, nos vemos obligados a mirarnos de nuevo y reconstruirnos desde dentro.”

Durante años la escritura fue mi forma de sostenerme: un espacio íntimo donde podía deshacer nudos, entenderme y mirarme sin filtros

Portada del libro 'El despertar de Sofía', de Cris Santa-Olalla

P: - ¿En la caída descubriste la literatura?
R: - En la caída empecé mi libro sin saberlo. Escribía para poder ordenar mis emociones, para poner claridad donde solo había ruido, y para acompañar mi propio proceso evolutivo. Durante años la escritura fue mi forma de sostenerme: un espacio íntimo donde podía deshacer nudos, entenderme y mirarme sin filtros.

Nunca pensé en aquello como literatura. Era más bien un acto de supervivencia emocional, una manera de escucharme cuando todo alrededor se había roto. La escritura se convirtió en un refugio, en un lugar donde podía nombrar lo que me atravesaba y, al nombrarlo, empezar a transformarlo.

Fue al final del duelo cuando un día, sin haberlo premeditado y sin saber a dónde me llevaría, apareció la primera frase de El despertar de Sofía. No busqué escribir una novela: fue la novela la que vino a buscarme a mí. En ese momento entendí que todo lo que había escrito en mi caída no eran solo fragmentos personales, sino el camino hacia una historia que necesitaba salir a la luz. Así descubrí la literatura: no desde la teoría ni desde la ambición, sino desde la vida misma.

La ficción me ofreció una distancia necesaria para poder ver quién era yo en realidad, sin el ruido de la experiencia inmediata

P: - ¿Es posible que aspectos de la ficción te ayudaran a entender situaciones de tu vida?
R: - A nivel cognitivo tenía claras las situaciones que estaba viviendo. Lo que me aportó la ficción fue otra cosa: me permitió reordenarlas desde un lugar menos mental y más consciente. Al escribir, pude observar mis heridas sin la misma densidad, casi como si ya no pertenecieran al presente. Fue así como me di cuenta de que aquello que tanto había dolido ya no tenía el mismo peso.

Mientras avanzaba en la novela descubrí que, en el fondo, lo que me sostenía era el amor: el amor propio recuperado, el amor a la vida, el amor a lo aprendido. La ficción me ofreció una distancia necesaria para poder ver quién era yo en realidad, sin el ruido de la experiencia inmediata.

Y ocurrió algo curioso: cuando el libro estaba casi terminado, entendí que no era solo un proceso íntimo. Sentí con claridad que esa historia podía acompañar a otras personas en sus propias caídas y renacimientos. Que mi viaje podía convertirse en un espejo, una guía o un alivio para quienes estén atravesando sus propios duelos. Ahí comprendí que la ficción no solo me había ayudado a entenderme a mí, sino a entender que todo proceso personal tiene un eco colectivo.”

Sigo teniendo días buenos y días malos, sigo dudando y sigo cayendo a veces. Pero justamente ahí reside la transformación

P: - ¿Qué sentiste al terminar la novela?
R: - Al terminar la novela estaba viviendo uno de los momentos más dulces de mi vida. Sentía una gratitud inmensa por todo el recorrido interior que había hecho, con sus luces y sus sombras. Terminar el libro fue como mirarme en un espejo nuevo: ya no veía la herida, veía el aprendizaje.

La escritura me permitió integrar cada emoción desde un lugar más sereno y, cuando llegué a la última página, comprendí algo esencial: mi bienestar ya no dependía de lo que pasaba fuera, sino de la relación que yo tenía conmigo misma. Esa toma de conciencia me dio una fuerza inesperada, una fuerza tranquila.

Y quiero aclararlo: no me siento iluminada ni he dejado de ser humana. Sigo teniendo días buenos y días malos, sigo dudando y sigo cayendo a veces. Pero justamente ahí reside la transformación. Ahora ya no vivo mis emociones desde el miedo, sino desde la responsabilidad de mirarlas de frente, de escucharlas y de elegir cómo quiero atravesarlas. Esa forma nueva de habitarme es la que, en realidad, me empoderó.

Sentí que había recuperado mi voz y, con ella, una manera más amable y más honesta de estar en el mundo. Y cuando hablo de humildad no me refiero a creer que ya lo tengo todo solucionado; al contrario, es aceptar que sigo viviendo momentos difíciles y que la vida continúa poniéndome a prueba. La diferencia es que ahora atravieso esos días desde otro lugar: con la humildad de reconocer mis límites, de pedirme paciencia y de sostenerme sin exigencias. Esa forma nueva de relacionarme conmigo misma es la que me permite avanzar con confianza.

Y, sobre todo, sentí una gratitud profunda. No una gratitud ingenua por lo vivido, sino una gratitud consciente: reconocer mi propio proceso, todo lo que he sostenido y todo lo que he transformado. La gratitud me acompaña en este nuevo despertar porque me recuerda quién soy, me ayuda a elevar mi energía y me abre a confiar en lo que viene. Ha sido la brújula que me ha guiado en este camino y sigue siéndolo hoy.

La ficción me dio la libertad de contar mi proceso de una forma más profunda y más universal

P: - Pero no es una novela al uso, ¿tiene algo de diario?
R: - Durante todos esos años fui escribiendo y fechando cada fragmento, casi como una forma de dejar constancia de quién era yo en cada etapa. Esas notas me ayudaban a entenderme, pero el libro en sí no es un diario. No sigue la estructura del día a día ni pretende recoger mi vida de forma literal. Es más bien el relato de un trayecto interior: cómo se formaron mis heridas, cómo fui tomando consciencia de ellas y cómo aprendí a sanarlas con el tiempo.

Lo que escribo nace de experiencias reales, pero necesitaba una estructura más amplia que la simple cronología de un diario. Por eso digo que El despertar de Sofía es una autobiografía novelada. La historia toma elementos de mi vida, pero los ordena para construir un sentido, una narrativa que permita comprender el proceso, no solo los hechos.

No todo ocurrió exactamente como aparece en el libro, al pie de la letra. Hay escenas que están transformadas y otras que están unificadas para que la historia fluya. Pero la verdad emocional es absoluta. Lo que sentí, lo que entendí, lo que me atravesó y lo que me transformó… eso sí está intacto.

La ficción me dio la libertad de contar mi proceso de una forma más profunda y más universal. No solo como un registro personal, sino como una historia que podía acompañar a otras personas a través de sus propias preguntas y renacimientos.

P: - ¿La has leído una vez publicada? Si es así, ¿qué sientes?
R: - Sí, la he leído varias veces. Al principio lo hice para corregir detalles gramaticales y de estilo. Pero después seguí leyéndola porque me conecta con una parte de mí que durante años había quedado olvidada. Suelo hacerlo en mi terraza, al sol, con música. Son pequeños rituales que no tienen precio.

Sigo emocionándome con cada capítulo. No porque me quede enganchada al dolor o a la tristeza, sino porque puedo ver cómo esos momentos difíciles se han integrado en mi vida sin romperme. Hay capítulos con los que todavía lloro, y creo que seguiré llorando siempre, pero ahora esas lágrimas ya no vienen de la herida, vienen del reconocimiento y del amor hacia quién fui y hacia quien he llegado a ser.

Leerla de nuevo ha sido como volver a recorrer un camino que tuvo de todo, pero donde el dolor y la tristeza fueron muy protagonistas. Meterme de lleno en ese proceso fue durísimo; estaba cansada de sentir que me faltaba algo, cansada de sobrevivir en lugar de vivir. Y lo más transformador de todo ha sido descubrir que ya no necesito llenar ningún vacío: que lo que buscaba fuera, ya lo tenía dentro.

Hoy disfruto cada momento de mi vida con una plenitud que antes no imaginaba. Y cuando aparece algo que no me gusta —porque me sigue pasando, sigo siendo humana— lo atiendo, lo siento y lo dejo mover dentro de mí para que no se quede anclado. Eso es lo que más valoro al leer mi libro ya publicado: ver que ese proceso no solo me liberó, sino que me enseñó una forma nueva, más amable y más honesta, de vivir conmigo misma.”

Los libros no nos impactan igual en todos los momentos de la vida

P: - ¿Qué le dirías a una lectora que busca tu libro queriendo entretenerse?
R: - Los libros no nos impactan igual en todos los momentos de la vida. Depende mucho de la etapa en la que esté cada persona. Puede que alguien que no quiere mirarse hacia dentro perciba este libro como demasiado intenso, porque quizá le resuene aquello que todavía no está preparado para ver, y es completamente válido.

Y también puede pasar lo contrario: que alguien lo lea justo en un momento de apertura y encuentre en estas páginas un espejo, un acompañamiento o una claridad que necesitaba. No importa si es hombre o mujer; las emociones que atravieso en la historia son humanas.

No escribí este libro pensando en el lector, ni en entretener, ni en publicarlo. Nació como una necesidad personal, como una forma de ordenarme por dentro. Que hoy pueda llegar a otras personas es casi un efecto secundario del propio proceso. Si alguien lo lee y algo se mueve en su interior, será porque la historia tiene vida propia, no porque yo la diseñara con un propósito previo.

Soy terapeuta, y a eso me dedico. Todavía me sorprende leer en las entrevistas mi nombre acompañado de la palabra ‘escritora’

P: - ¿Te dedicarás a la literatura?
R: - Soy terapeuta, y a eso me dedico. Todavía me sorprende leer en las entrevistas mi nombre acompañado de la palabra ‘escritora’. No era una identidad que buscara. Escribí El despertar de Sofía como un proceso personal y nunca imaginé que acabaría convirtiéndose en un libro publicado.

Ahora estoy escribiendo otro libro, aunque es muy distinto. Es más teórico y está centrado en cómo iniciarse en el mundo del autoconocimiento y en las etapas que atravesamos en ese camino. Al final de cada capítulo incluyo ejercicios prácticos para que quien lo lea pueda integrar lo aprendido. Pero ni siquiera sé si lo publicaré. Cuando lo termine, veré si realmente aporta algo; si siento que puede servir, lo compartiré, y si no, se quedará para mí.

No es mi intención dedicarme a la escritura como profesión. Para mí, escribir es un espacio que me gusta y que me ayuda en mi propio proceso. No lo vivo como una obligación ni como una carrera literaria. Es algo que hago cuando nace de forma natural. Y el tiempo, como siempre, dirá si me lleva a escribir más o si este camino queda en una etapa de mi vida.