El cómic Esclavas denuncia la explotación sexual en España, incidiendo en la responsabilidad del cliente.

La oscarizada película Doce años de esclavitud recreaba, en toda su crudeza, el escenario histórico de la esclavitud de los algodoneros en Estados Unidos, basándose en la autobiografía de Solom Northup, secuestrado en Nueva York siendo un negro nacido libre, y posteriormente vendido como esclavo en Louisiana.


Muchas revueltas sociales y políticas después de aquel periodo, la esclavitud se ha abolido, de manera desigual y desde el punto de vista legislativo, en casi todo el mundo. Pero no es un secreto que no solo no ha desaparecido, sino que convivimos a diario con ella. También en Occidente y también en España, donde hay esclavos regentando bazares chinos, como refleja el extraordinario libro ¿Adónde van los chinos cuando mueren?, de Ángel Villarino. Donde hay esclavos discapacitados pidiendo limosna, sometidos por mafias; inmigrantes esclavizados en el top manta; personas explotadas y sin derechos laborales reconocidos cosiéndonos la ropa y componiéndonos los smartphones a mano. Y donde hay esclavas atrapadas en redes de prostitución.


El acertado cómic Esclavas, que publica la editorial Ediciones de Ponent en colaboración con Médicos del Mundo, nos habla de ellas. Con guion de Alicia Palmer, miembro del ‘Programa de Mejora de Salud para Personas en Situación de Prostitución’ de la citada ONG, y con ilustraciones de Bosco Rey-Stolle, estas viñetas ponen el foco en el cliente, pero sin moralismos ni condescendencias, y sin pretender ninguna suerte de revancha.


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Se trata de una llamada a la reflexión a partir de viñetas que reconstruyen dos universos paralelos: por un lado, el de ciudadanos de todo pelaje, tan normales que cualquiera de nosotros podría verse identificado en ellos, responsables e incluso buenos vecinos, de esos que dejan una estela ejemplarizante a su paso ejerciendo de voluntarios en ONG o peleando por buenas causas en Concejalías Sociales. Cuidadanos que, sin embargo, cuando se deciden por el sexo de pago, no se plantean si la prostituta que los servirá está esclavizada, o incluso si es menor de edad. Por otro lado, el cómic nos revela historias reales, las de trabajadoras del sexo con las que ha trabajado Médicos del Mundo y se encuentran en un callejón sin salida, obligadas a ejercer la prostitución. Es con sus explotadores con quienes contactan esos ciudadanos tan majos, a través de Internet o de los periódicos de mayor tirada, que, sí, no dudan en optar por ingresos provenientes de una fuente tan turbia. Una de las historias que se nos cuentan es, por cierto, muy similar a la de Doce años de esclavitud: es la de una chica rumana, de buena familia y estudiante, que se enamora de un tipo que conoce en una discoteca. Él la engaña para traerla a España, y la aboca a la prostitución forzosa bajo amenazas de muerte dedicadas a ella y su familia.


Este libro, en definitiva, nos invita a ser conscientes de la lacra de la explotación sexual. Un problema mayor en nuestro país a la vista de los 50 millones de euros que gastamos a diario en el comercio del sexo. Somos el tercer mayor consumidor de prostitución del mundo, sólo por detrás de Tailandia y Puerto Rico. El 39% de los hombres españoles ha pagado por recibir sexo, y los consumidores son cada vez más jóvenes, de entre 16 y 35 años, principalmente. Según datos que ha ofrecido el INE (Instituto Nacional de Estadística) a raíz de la incorporación del SEC 2010 (Sistema Europeo de Cuentas Nacionales y Regionales), representa un 0,35% de nuestro PIB (esto es, de nuestra riqueza).


Y el problema es que, debido al oscurantismo que rodea la actividad, es difícil saber en qué porcentaje esa prostitución es consentida. Es un problema que conduce a que ésta se afronte sólo desde la vertiente del orden público, sin resolver sus implicaciones en Sanidad y Seguridad Social. Para aportar algo de luz se podría acudir a la ONU, que ha afirmado que son víctimas de trata una de cada siete prostitutas de las que trabajan en la Unión Europea; esto es, un 15%. Pero la cifra ha sido muy contestada desde varios sectores sociales pidiendo que se revise al alza, aduciendo que todo apunta a que la cifra es superior, y en especial en España, el primer país de Europa, de acuerdo con Médicos del Mundo, utilizado como destino de las diferentes mafias que operan en Europa del Este, Asia, África y América Latina, engañando, secuestrando y comprando mujeres y niñas para su explotación sexual.


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Aclarar este es dato crucial para la regulación de la prostitución española. Es esencial aplicar políticas de seguridad que liberen a las prostitutas que explotan las mafias, y dejar margen a que la trabajadoras del sexo que verdaderamente deseen ejecer puedan cotizar a la Seguridad Social y tener protección como trabajadoras. En este sentido, según un informe que publicó en 2006 el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, la regularización de la actividad (autónoma) de la prostitución conllevaría un potencial incremento de afiliaciones a la Seguridad Social de un nada desdeñable 0'6%.


Mientras el dato no se aclare, en nuestra conciencia queda decidir si nos arriesgamos o no a hacer perdurar durante años esta esclavitud.