259 saltos, uno inmortal (Barbarie editora, 2022) es una novela que acude a la ficción para crear la historia de Sara, una mujer que celebra la memoria para contradecir el olvido. Es el último libro publicado en nuestro país de Alicia Kozameh, nacida en Rosario (Argentina) y radicada en California. La autora cuenta con varias novelas, una colección de relatos y seis poemarios. La publicación de su obra en España nos permite entrar a una parte de su espacio, para compartir su necesidad de imaginar y decirnos que su salto es un poco el salto de muchas exiliadas que andan por el mundo. En la entrevista nos ha confesado que su opción "una creatividad lo más salvaje posible”

Portada 259 saltos, uno inmortal, de Alicia Kozameh

Edgar Borges: - ¿Qué es la ficción para Alicia Kozameh?
Alicia Kozameh: - Si hablamos en particular, para cada texto es algo diferente. Es decir: si lo que estoy escribiendo tiene relación con experiencias propias o ajenas que no han sido estimulantes, por decirlo de algún modo, la ficción es para mí la única manera de poder escribir ese texto, porque establece la distancia, la mediación, que permite introducirse en el tema y desarrollarlo, y profundizar en él. Y me estoy refiriendo a elementos emocionales que, sin el recurso de la ficción, podrían resultar un impedimento, un obstáculo seguro. Si hablamos en términos generales, es un modo de vida. Es el lugar del arte, de la creatividad, de tomar decisiones muy propias. Es el lugar de correr los riesgos que requieren el juego y el trabajo cuando se combinan. La ficción y la poesía son los dos ámbitos en los que más cómoda me siento en la vida.

E.B: - 259 saltos, uno inmortal es un ' libro ruta ‘. Su narrativa fragmentada tiene un ritmo de salto que permite que el lector acompañe a Sara en su exilio y en su necesidad de imaginación. ¿Quién es Sara? ¿Por qué te interesaba que su periplo como exiliada no estuviera narrado como una novela al uso?
A.K: - En realidad no tuve nunca un interés específico en que 259 saltos no fuera una novela tradicional. Al menos no hubo un interés en que fuera lo que resultó. La razón de los saltos, párrafos cortos, muy cortos, o más largos sobre el final del libro, es mucho más orgánica de lo que se pueda pensar. Hubo una situación de urgencia, porque nunca habría pensado en que me iba a importar escribir sobre el exilio. Solo cuando el exilio se convirtió en algo menos político, cuando ya podía entrar a mi país sin demasiados inconvenientes, cuando aflojaron las tensiones internas provocadas por las tensiones políticas, sentí la necesidad de ponerle rápidamente el sello a la experiencia expresando la historia, escribiéndola. Pero nada es tan sencillo. Empecé a escribir y muy pronto entendí que, precisamente por quedar invadida por las emociones de las imágenes y las sensaciones de la situación de exilio, tenía que interrumpir. Interrumpir constantemente. Hacer algo diferente, y después volver a la escritura. Eso fue lo que determinó el ritmo, los “saltos”, las huidas de un tema a otro, los cortes repentinos. Y sobre el final probablemente me adapté a atravesar el relato, me impactaba menos el golpe. Por eso los párrafos son más largos. Eso creo.

Sobre quién es Sara: de algún modo me representa, pero también representa a las muchas compañeras exiliadas en todos los lugares del mundo en los que hemos estado o seguimos estando. La ficción me facilitó, como en muchos otros escritos míos, la creación de una protagonista más flexible, más abierta. Esto como recurso dramático, quiero decir.

E.B: - Los acontecimientos en tu novela llegan como fogonazos de la memoria, momentos que irrumpen en la vida de Sara y del lector. ¿Esa fue tu idea inicial o surgió mientras escribías?
A.K: - Continuando con lo que te mencionaba antes, no. No fue mi idea inicial. Fue una realidad que me sobrepasó y que, al mismo tiempo, decidí obedecer. Y no surgieron otras maneras de abordarlo. Era escribirlo de esta manera o no escribirlo. Esto, también, regido por la necesidad de hacerlo. O sea que la urgencia no me permitía eludir la escritura. Pero una estructura tradicional de novela habría sido un impedimento.

"La vida que le tocó a mi generación, en Argentina y en tantos otros países en esa época (los 60, los 70, y también gran parte de los 80), estuvo signada por riesgos de todo tipo"

E.B: - ¿Por qué la simbología del salto?
A.K: - La vida que le tocó a mi generación, en Argentina y en tantos otros países en esa época (los 60, los 70, y también gran parte de los 80), estuvo signada por riesgos de todo tipo. Riesgos extremos. Estábamos todos rodeados de muertes, de cárceles, de torturas, de constantes pérdidas. Vivíamos, literalmente, a los saltos. Todos saltos mortales. Se podía morir, o no. Pero la muerte potencial era un hecho cotidiano. Así y todo no fue una simbología que busqué sino un acercamiento al tema que fue el único posible. Claro que después otros pueden encontrar muchas interpretaciones que al que escribió el texto nunca se le presentaron como propósito, como meta. El autor, en casos así, suele ser bastante ignorante de todos esos aspectos que componen su texto. Es bueno que otros se ocupen de esa parte, que también es creativa, si el texto vale la pena.

E.B: - ¿Hay que dar muchos saltos para alcanzar uno inmortal?
A.K: - No creo. Para mí el salto inmortal es la lucha. La lucha por la justicia. Y por eso es inmortal. Es algo que no tiene fin. Y todos luchamos, de una forma u otra. Cada uno a su manera, con sus medios, usando sus propios métodos o los que otros sugieren. Pero allí estamos, siempre tratando de lograr lo necesario para sobrevivir, o para vivir mejor, o simplemente para que la vida no sea una sucesión de imposibilidades.

E.B: - Tu literatura, aunque aborde acontecimientos de la historia, no es realista. La imaginación opera como el entramado que sostiene tu obra. ¿Te interesa distanciarte de la literatura que pretende ser una fotografía de lo real?
A.K: - Bueno, creo que se trata de un asunto de creatividad. Necesito alejarme de lo testimonial, de lo “objetivo”. Lo que sí me interesa es entrar en la mente, en el cuerpo, en las alegrías y en los sufrimientos del personaje y no dejar ni un rincón sin explorar. Pienso que lo que pasa es que me interesa el ser humano, cómo vibra, qué lo lleva, o lo arrastra, de un lugar a otro, en la vida, en su vida, y allí no entra la fotografía de lo real, al menos que la libertad creativa haga de esa fotografía una película. Es imaginación. La imaginación que te lleva por los caminos interiores del personaje, que te permite recorrerlo, descubrirlo, conocerlo mientras, por supuesto, uno está convencido de que lo está creando. Y, en realidad, es el personaje el que te guía y te cuenta su historia, y te crea y te da vida como su autor.

E.B: -En este presente de crisis generalizada, ciertos sectores piden que la literatura sea “un manual de buenas costumbres”. ¿Cuál es tu posición al respecto?
A.K: - Yo no escucho a esos sectores. Ni tenía conocimiento de que existieran. De verdad ni siquiera escucho al lector. La escritura nació conmigo, lo mismo que la creatividad. De manera que no puedo imponerme nada que, como autora, no nazca de mí misma. En ese sentido soy muy independiente. Sin independencia no surgen los elementos nuevos que el mundo en el que vivimos necesita para realizar cambios, para mejorar la vida de todos. Yo voto por la originalidad, por una creatividad lo más salvaje posible, lo menos contenida posible. Por la mente abierta y por la eliminación de cualquier miedo o límite en la escritura. Me encantaría que los que sienten lo mismo sean muchos en este planeta que habitamos.