Nido de piratas: La fascinante historia del diario Pueblo (1965-1984), cuenta las memorias de una España muerta y que solo queda en la tradición oral y escrita. La nostalgia es un tema jodido, la verdad. Sabina decía que no había nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Hay otra bastante dura. Añorar lo que jamás viviste. Esa es la sensación que nace en el pecho al leer la historia del diario Pueblo, escrita por el periodista Jesús Fernández Úbeda. Al leer los testimonios de figuras como Arturo Pérez Reverte, Raúl del Pozo o José María García, uno se siente alrededor de la hoguera, escuchando las epopeyas del viejo chamán sobre los orígenes del mundo.

P: ¿Por qué he sentido nostalgia al leer Nido de Piratas si Pueblo cerró 4 años antes de mi nacimiento?

R: He intentado huir del ordeñamiento de la teta de la nostalgia pero he sido derrotado. A lo largo la narrativa, he querido dejar claro que el autor ha nacido cuatro años después del cierre de Pueblo. Sin embargo, hay treinta entrevistas a personas que fueron muy felices y muy grandes trabajando en esa redacción. Y como lo fueron en un tiempo pasado, esa nostalgia es inevitable que se contagie tanto al lector como a mí. En definitiva, es una derrota con la que comulgo muy felizmente porque Nido de Piratas no puede ser aséptico.

P: ¿Qué te habría gustado hacer en esa redacción?

R: Crónica de sucesos, sin duda. Me lo habría pasado que te cagas siendo un cabrón más a las órdenes de Manolo Marlasca, cubriendo noticias de un tigre que ha devorado a un murciano o haciéndome pasar por policía como hacía Julio Camarero y robarle la foto del marido a una viuda para estar en primera página. O un reportero omnívoro como Raúl del Pozo , Manolo Monés o José María García.

P: Creo que eso ha sido lo que más me ha chocado de todo aquello. El provocar el llanto de una mujer cuyo marido acaba de morir para tener la foto. O robar imágenes del difunto en su propia casa. A simple vista parece un acto muy poco honorable.

R: Más que falta de honor, es falta de escrúpulos. Arturo Pérez Reverte les define como “honrados mercenarios”. Se mataban por tener la mejor historia y firmar en primera página. Demostraron niveles de sacrificio e inteligencia hoy inéditos en el periodismo.

El mundo del periodismo está poblado por mucho monaguillo del Padre Ángel

P: Te reconozco también que, al leer ese tipo de escenas, también pensaba: ‘Ojalá fuera yo así de cabrón, quizás me iría mejor como periodista’.

R: Es que el mundo ha ido cambiando. La vida es menos dura que entonces. Ellos tenían menos medios y eso agudizaba la astucia. Y, por supuesto, la carga ética se reducía. ¿Somos ahora mejores? Quizás no tanto. Hoy en día hay, el mundo del periodismo está poblado por mucho monaguillo del Padre Ángel. Y cuídate de ellos porque cuando les das la espalda, te han clavado siete cuchillos.

P: Con Nido de Piratas también se evidencia un enorme oxímoron. Cómo un periódico del sindicato vertical, en el franquismo, podía ser más libre que uno en plena democracia.

R: Nido de Piratas era un periódico de autor, más allá de ser del sindicato vertical. Su histórico director, Emilio Romero, era un espalda plateada del franquismo. Y tenía mucho poder. Luis Romasanta, jefe de Opinión, atribuye esa libertad al hecho de que Romero conocía muchos líos de faldas de algunos ministros de Franco. Pepe Caballero Bonald, poeta comunista, dio conferencias en el aula de cultura de Pueblo. En el 73 se le dio un premio tanto a Salvador Allende como al pueblo chino. A pesar de todo, Pueblo no era libre. Ningún medio lo era. Sí sabía jugar con una libertad inédita en la época. A día de hoy, todos los medios tienen servidumbres.

P: Además, la redacción incluía desde comunistas a fascistas. Había incluso un cura. Es complicado imaginarse algo así hoy en día.

R: Pueblo fue un nido de comunistas, del entorno de ETA, había nacionalcatólicos, falangistas y demócrata-cristianos. Era un crisol de ideologías, el cual, curiosamente, se va a la mierda con la llegada de la transición.

P: Pueblo también era un periódico con gran presencia femenina. Rosa Villacastín, Julia Navarro, Irma Deglané….

R:No era paritario, pero desde los años 50 tiene corresponsables en el extranjero. Conchita Guerrero en Portugal o Pilar Narvión en París. A las periodistas de Pueblo, puede ser que se las tratara con paternalismo, pero como profesionales se las trata como iguales. El primer periódico que pone como subdirectora a una mujer es Pueblo con Narvión. En los primeros años de El País, ni había tanta presencia femenina ni las periodistas tenían tanto peso como las mujeres de Pueblo.

P: Tampoco hay que caer en la romantización del pasado. Pero qué difícil es no hacerlo ante una redacción llena de humo, con copas, donde se casó a alguien, había pistolas, jornadas apasionantes de actualidad y billetes, muchos billetes para poder hacer periodismo.

R: No voy a decir que sea mejor que lo de ahora. Lo que está claro, es que era mucho más divertido. Tú ahora vas a una redacción y parece un laboratorio farmacéutico. Ibas a Pueblo y había timbas y pistoleros. Una noche, Reverte montó una fiesta y se llevó  a la redacción a un grupo de bailarinas brasileñas. Tenían una whiskería en la que se servía jamón y whiskey y donde iban periodistas y famosos. Y, al margen de todo eso, había un grandísimo espíritu de camaradería. Era un Madrid interesante, golfo y en transformación. No cambiaría una democracia por una dictadura, pero me hubiera fascinado conocer ese mundo.

P: Es llamativo que sea la democracia quien termine de matar a un periódico

R: Pueblo era una criatura que respiraba bien el aire de la dictadura pese a su variedad ideológica y que, al llegar la transición, le costó respirar y con la democracia escupió sangre.

P: Dejas claro que Adolfo Suárez tuvo mucho que ver en esa muerte. Mantenía una gran enemistad con Emilio Romero y ambos eran paisanos de Ávila. Define bastante bien el carácter español ese enfrentamiento cainita con tu vecino. Somos del mismo pueblo y, en vez de ayudarnos, nos matamos.

R: Es una competición por ver quién es el macho alfa de Ávila. Emilio Romero minusvaloró a Suárez, un tipo poco culto pero inteligente. Y le engañó. Romeró pasó de dirigir el primer vespertino de España a ser colaborador en Interviú. Rosa Villacastín cuenta que en los 90, Romero le llamó para pasarle el currículum. Se le podría definir como un franquista no indultado por la democracia.

P: Narras también que Pueblo cometió un gran error de estrategia al no posicionarse de forma contundente contra el Golpe de Estado.

R: Antes del Golpe, le quiebran la rodilla y dos costillas. Tras Emilio Romero, ponen en la dirección a Luis Ángel de la Viuda, quien arregla empresarialmente el periódico y sigue la misma estela informativa. Se lo carga Rodolfo Martín Villa y pone a un nacionalsocialista llamado Juan Fernández Figueroa, alias Juanito Figuraciones, quien revienta el periódico. Al poco le sustituye José Ramón Alonso, pero la cosa está fea. Luego, en el 23F, Pueblo la caga. Podía haber soltado un ‘Pueblo con la democracia’ y habérselo llevado de calle. Pero es un argumento presentista. Pueblo seguía siendo un periódico que dependía del Gobierno y nadie sabía qué iba a pasar.

P: Finalmente, Pueblo fue psoado

R: Absolutamente. El último director, José Antonio Gurriagán, era un comisario del felipismo. Y González, siguiendo el camino marcado por Suárez, termina de ejecutar a Pueblo. El final fue muy amargo. Quizás había que cerrar Pueblo, pero fue triste su final. Varias semanas antes se dijo en una comisión parlamentaria que no se iba a ejecutar el cierre y en rueda de prensa se anunciaron los medios estatales que iban a cerrar y no se nombró a Pueblo. En el turno de preguntas, alguien hizo alusión a su posible cierre y se confirmó. Así se enteraron sus trabajadores. Mientras tanto, el director encerrado en el despacho con un alto cargo del Gobierno. Imagínate la reacción de la redacción. Ciscándose en la madre del exministro Javier Solana y llorando como magdalenas.

Quien diga que su medio es libre, miente

P: Por mucho que hayan cambiado los tiempos, sigue existiendo censura y, sobre todo, autocensura. 

R: Libertad absoluta, ni la habido ni la habrá jamás. Quien diga que su medio es libre, miente. Y, paradójicamente, es sano. Desde el punto de vista de la libertad de prensa, un síntoma de que la democracia goza de buena salud es que coexistan Público y Ok Diario, y que en medio haya muchas cosas. Cada uno tiene su línea editorial y su servidumbre. Luego está la inteligencia de un periodista para decir cosas de una forma poco explícita.

P: Pero al final es hacer ejercicios de escapismo que también se hacían en la dictadura.

R: Y los mismos que hacía Larra en el XIX. La libertad de prensa es una patraña, no existe. Desengañasen. Los que dicen ‘este medio es libre’, son los primeros censores.

P: Arturo Pérez Reverte es una figura esencial en Nido de Piratas

R: Al final este libro es un encargo suyo, secundado por Raúl del Pozo y José María García. Escribí con Julio Valdeón una biografía de Raúl del Pozo y a Pérez Reverte le gustó mi parte. Entonces, me citan los tres en un restaurante de La Latina y me piden algo parecido con Pueblo. Dije que sí bastante acojonado.

P: Normal.

R: Es un ejercicio impresionante de generosidad y reconocimiento. Le estaré siempre agradecido.

P: En el libro se nota la raza, no solo como periodista, de Reverte. A los veintipocos años estaba escuchando silbar balas en países remotos, secuestrado, viendo muerte… Y contándolo.

R: Es que es un aventurero.

P: Me choca bastante cómo desde la izquierda y una parte del periodismo, se ha tratado de caricaturizarle. No quiero caer en endiosamientos, pero qué menos que un mínimo de respeto a alguien con ese legado cultural.

R: En todas sociedades tiene que haber idiotas. La idiotez es un rasgo humano. Y habitan en redes sociales. El mismo tuitero puede tener cuatro o cinco cuentas. Mira luego los libros que vende. Como decía Cela, cada uno se corre como puede. Y ahora hay gente que se corre insultando a Pérez Reverte. No seré yo quien juzgue las filias de cada uno.