En un momento como el actual en el que las políticas identitarias se han convertido tanto en amplios y complejos debates como en simple posicionamiento de agendas personales sin, en el fondo, interés alguno por aquello que se defiende más allá de lo que, paradójicamente, implique para quien emita los comentarios, una película como Girl (2018) encuentra el espacio perfecto para desarrollar su ficción.

La ópera prima de Lukha Dhont se centra en la joven Lara (Victor Polster), quien a sus quince años vive con su padre y su hermano y ha entrado en un colegio en el que puede aspirar a convertirse en bailarina, pero mientras tanto ha comenzado un tratamiento hormonal para, en cuestión de dos años, poder someterse a una operación de sexo. Si dejamos de lado, aunque sea complicado el ejercicio, el tema que sustenta Girl, la película de Dhont, en el fondo, resulta un relato convencional, aunque no por ello menospreciable, sobre una adolescente enfrentada a un momento significado por su confusión identitaria. Quizá, la idea de unir ese tipo de narración a una cuestión mucho más compleja como la que vive Lara, haga de Girl una película tan singular en algunos aspectos como normativa en otros tantos. Y sin embargo, funciona en términos generales gracias a la sensibilidad con la que el cineasta es Dhont se adentra en la cotidianidad de una joven que se observa en el espejo para contemplar una imagen que devuelve un cuerpo que, en su interior, no reconoce, al tiempo que lo conduce hacia sus límites durante sus sesiones de baile, sabedora de que debe ensayar más que sus compañeras.

Girl ©Menuet 36

Uno de los aspectos más llamativo de Girl es el contexto en el que se encuentra Lara: aparte de algunas discusiones con su padre, en general, es aceptada por su entorno familiar y recibe todo tipo de ayuda y de cariño; en el instituto, hasta una secuencia al final, apenas tiene problemas con sus compañeros. Es decir, Dhont rehúye la creación de un espacio hostil para Lara, algo que sirve al director para centrarse en la interioridad de Lara, es decir, para mostrar que su lucha se desarrolla, en apariencia, en los contornos personales. Así, lo que vemos, en términos generales, es a una joven encabronada con el mundo como podría estarlo cualquier adolescente; en este sentido, Girl compone un retrato que resulta cercano y reconocible. Y no aportaría demasiado de no ser porque la condición trans de Lara aumenta el conflicto personal hasta conducirlo a momentos de gran angustia que Dhont desarrolla de manera dilatada, quizá cayendo en muchas repeticiones que alargan la película innecesariamente, más interesado en transmitir sensaciones y adecuarse a la idea que en elaborar una ficción que posea más elementos que ayuden al drama.

Girl ©Menuet 10

Así, el director elabora algunas secuencias cuyo tempo se extiende en ocasiones hasta lo soportable para traducir la angustia de Lara, ya sea frente al espejo o en los ensayos de ballet, buscando que los movimientos de cámara en coordinación con la música confieran a las imágenes de unas texturas muy particulares mediante una elegancia formal más que apreciable, aunque en ocasiones no trascienda más allá de su buena elaboración. Porque, en el fondo, el trabajo de Dhont es tan apreciable y encomiable como rutinario en un sentido más amplio, pero no se puede negar su capacidad para transmitir la angustia de una joven y sus problemas de identidad a la par que se percibe cierta crítica, quizá más involuntaria que perseguida, hacia la juventud actual. En cualquier caso, un retrato sensible que acierta durante gran parte de su metraje al alejarse del tremendismo y dejar que sean los cuerpos quienes hablen, en especial el de Lara. Porque el cuerpo deviene en clave identitaria, en el campo de batalla de la joven. En su sueño y en su pesadilla. De ahí que el final de Girl, más allá de lo impresionable que puede llegar a ser para muchos espectadores, molesta no tanto por lo mostrado como por la incoherencia que representa frente al resto de película, si bien, paradójicamente, su contención y cierta sensibilidad conducían, cierto es, hacia un final de esas características. Lástima, no obstante, que las virtudes de Girl puedan quedar enterradas por el impacto final, sin duda alguna, lo menos relevante de una propuesta interesante.