Desde el estreno en 2007 de Mongol, aquella ambiciosa y enloquecida épica alrededor de Genghis Khan, el ruso Sergey Bodrov no había vuelto a estrenar en nuestro país, si bien entre ella y El séptimo hijo, su carrera no ha sido demasiado prolífera. Errante desde sus inicios, ahora recala en Reino Unido para esta gran producción en 3D con un reparto encabezado por el gran Jeff Bridges, Julianne Moore y los jóvenes Ben Barnes y Alicia Vikander, una película que sin presentar nada novedoso apuesta por el más puro entretenimiento con un sabor a cine clásico de aventuras combinado con las técnicas digitales y el 3D.



El séptimo hijo se adecuada a ese regenerado y revitalizado en los últimos años cine de aventuras de corte fantástico y de ambiente medievalista que, además, está buscando en las nuevas tecnologías una adecuación formal y expresiva con los antiguos modos del género aventurero de capa y espada. Así, como decíamos, la historia de El séptimo hijo apenas nos sorprende argumentalmente, tampoco en su sucesión de bichos, brujas y demás elementos que configuran el género. Nos dejamos llevar con total comodidad por el itinerario que sus responsables nos han marcado, sin salirnos del camino ni hacernos muchas preguntas sobre aquello que estamos viendo, más que nada porque no hay que pensar demasiado. La historia avanza de forma dinámica y enérgica, con apenas paradas en el camino para un toque romántico adolescente que, cánones comerciales mediante, no podía faltar. Casi todo en El séptimo hijo parece concienzudamente prefabricado, envuelto bajo un diseño de producción de evidente cuidado para que no falte de nada cumpliendo las expectativas puestas en un producto de este tipo (y quien espere más, mala suerte). Así, acción, aventura, romance, magia, luchas contra brujas, gigantes y seres de lo más variopintos… y todo ello con un toque de humor (cortesía de Bridges, que siempre es capaz de levantar la peor de las películas con su presencia) muy de agradecer. Porque, todo hay que decirlo, la película de Bodrov se toma demasiado poco en serio, lo cual ocasiona que no sea más de lo que es, pero también que no aspire a las ansias de trascendencia de títulos similares; a este respecto, comparar, por ejemplo, con la saga de El Hobbit de Peter Jackson, evidencia esa gran diferencia.



Y es que El séptimo hijo apuesta por el entretenimiento más desaforado y casi grosero, acumulando secuencias y secuencias de acción creando ese ritmo sin pausa al que nos referíamos. Mira de frente a un cierto cine en el que las transiciones entre etapas en la aventura apenas existían, con un aliento de serie B, aunque cara, esto es más que evidente. El uso del 3D y de la imagen digital resulta muy interesante a este respecto con un trabajo con la profundidad de campo que intenta, mayoritariamente, introducir al público dentro de la acción antes que sacar a las figuras de la pantalla para avasallar al espectador, aunque en determinados momentos no pueda prescindir de tan apetecible maniobra visual. El uso de estas técnicas transmite la extraña sensación de estar ante un obra artesanal antes que digital, lo cual es tan solo una sensación, claro está, pues resulta clara la perfecta elaboración de cada secuencia; sin embargo, queda en el aire la idea de un cine de aventuras que se siente más puro y más directo que aquel al que estamos acostumbrados últimamente.



Por supuesto, no es El séptimo hijo nada más que eso, un divertimiento caro, con buenos actores y una historia tan típica y repetitiva como las propias fechas en las que se está estrenando. Una película navideña al estilo más clásico pero que a través de las nuevas formas digitales intenta abrirse hacia otras expresiones visuales. Busca contar lo de siempre pero de una nueva manera. Lo consigue solo a medias, pero como decíamos, sus responsables al menos son conscientes de que no tienen en sus manos más allá que una película sobre la eterna lucha entre el bien y el mal, un cazador de brujas borracho y cachondo, una bruja muy mala y otras menos malas, monstruos peligrosos y otros bondadosos, aunque todos feos como demonios, dos jóvenes enamorados que languidecen cada vez que se ven pero que no pueden consumar su relación… En fin, de todo un poco pero conjuntado con cierto brío y desparpajo, probando suerte a ver si la película funciona y comienza una nueva saga.