Mientras Juan Manuel Moreno Bonilla se dedica a pedir elecciones generales y a presentarse como moderado y responsable, la realidad que viven los andaluces y andaluzas en los hospitales públicos es terrible, y no deja de empeorar. En el hospital del Guadalhorce, en Cártama (Málaga), pacientes ingresados han tenido que compartir habitación con personas fallecidas durante horas. El motivo: no había celadores disponibles en el turno de noche para trasladar los cuerpos al mortuorio.

Sí, es tan grave como suena. Según la denuncia del sindicato CSIF, dos personas fallecieron de madrugada hace unos días en la planta de Medicina Interna. A pesar del fallecimiento, los cuerpos permanecieron en la habitación más de cuatro horas porque no había personal suficiente para realizar su traslado. Durante todo ese tiempo, los pacientes vivos que compartían habitación con los fallecidos tuvieron que convivir con la muerte frente a sus ojos, soportando la angustia y el trauma de una escena que nadie debería vivir jamás en un hospital.

La Junta de Moreno Bonilla, lejos de reconocer la gravedad del asunto ha tratado de minimizarlo. Afirma que se trata de un “caso puntual” y que todo se debe a un “trámite burocrático”. Llamar a esta situación “burocracia” es un insulto a la inteligencia, además de una muestra de deshumanización institucional que se ha instalado en la sanidad andaluza. Hablar de papeleo cuando un paciente pasa horas con un fallecido a su lado, revela hasta qué punto ha dejado de importar la dignidad humana bajo este gobierno.

Pero esta escena, por terrible que sea, no es un accidente ni una excepción. Es la consecuencia directa de una terrible política de recortes y abandono sistemático de la sanidad pública que lleva a cabo Moreno Bonilla. En el mismo Hospital del Guadalhorce, solo hay dos celadores por la noche para cubrir todo el centro. Una dotación claramente insuficiente que afecta no solo al traslado de fallecidos, sino a todas las áreas y servicios del hospital.

Los dramas en la sanidad pública andaluza son constantes. En el Hospital Clínico de Málaga, por ejemplo, los pacientes llegar a esperar hasta 70 horas en urgencias para acceder a una cama. A menudo lo hacen tumbados en camillas, sentados en sillas de ruedas o en sillones, en condiciones indignas tanto para enfermos como para los profesionales sanitarios.

Desde el Sindicato de Enfermería SATSE se denuncia que la falta de profesionales es tan extrema que se están denegando licencias y vacaciones sin justificación. Los sanitarios están agotados y trabajan jornadas extenuantes que no solo ponen en peligro su salud, sino que compromete seriamente la seguridad de los pacientes. Esta es la nueva normalidad en los hospitales andaluces.

Hay más ejemplos inaceptables. Una paciente que es ingresada en urgencia al acudir por un problema neurológico se ha pasado más de 30 horas esperando una cama y no sabe el tiempo que tendrá que esperar hasta que le hagan la prueba de contraste para poder diagnosticar la causa del ingreso (en menos de 48 horas acudió a las urgencias del Hospital Clínico y a las del Regional.

La unidad de psiquiatría para adolescentes del Hospital Regional de Málaga lleva cerrada más de un año por falta de personal. En lugar de reforzar lo público, Moreno Bonilla ha optado por conciertos con clínicas privadas, convirtiendo una necesidad esencial de salud en una oportunidad de negocio para unos pocos.

Las listas de espera están disparadas. Un paciente puede esperar más de dos años para una prueba diagnóstica como una ecografía tiroidea. Lo hemos sabido recientemente a través de las redes sociales: una ecografía solicitada en marzo de 2023 sigue sin fecha prevista. ¿Qué ocurre si esa prueba esconde un problema grave? ¿Quién asume la responsabilidad si la enfermedad se detecta demasiado tarde?

Incluso en los casos más sensibles, el abandono de Moreno Bonilla es evidente. Hace un año, la Junta de Andalucía se comprometió a ofrecer asistencia telefónica continuada a las familias con niños en cuidados paliativos. Hoy, ese servicio sigue sin estar activado. Parece que, para el presidente andaluz del PP, la humanidad y la compasión no merecen presupuesto.

Pero lo más preocupante no es solo la gravedad de estos hechos, sino que nadie dimite. Nadie asume responsabilidades. La respuesta oficial es siempre la misma: relativizar, minimizar, culpar a otros. Bien sea a Pedro Sánchez, a la burocracia o a cualquier excusa de manual, pero en Andalucía nada es culpa de Moreno Bonilla.

Sin embargo, lo datos hablan por sí solos: hacen falta 18.000 sanitarios más para igualarse a la media nacional. Hay dos millones de andaluces y andaluzas en listas de espera. Y la atención primaria es un auténtico caos, con citas médicas a más de una semana vista o directamente imposibles de conseguir.

Hace unos días, desde el gobierno de Moreno Bonilla, han anunciado que rompen unilateralmente los pactos de bolsa de contratación, ¿querrán contratar sin respetar igualdad, méritos y capacidad? Todo ello hace que el personal sanitario mejor formado de nuestra historia siga emigrando a otras comunidades o al extranjero.

La comparación con la gestión sanitaria de Ayuso en Madrid durante la pandemia es inevitable. Allí, más de 7.000 mayores murieron en residencias sin ser trasladados a hospitales. Aquí, en Andalucía, la sanidad pública se desangra en silencio mientras Moreno Bonilla sonríe ante las cámaras. Se ha instalado la idea de que con una buena imagen se justifica todo, incluso la indignidad más absoluta.

Y no, en Andalucía no estamos hablando ya de una mala gestión. Estamos hablando de una política sanitaria insensible, deliberada, orientada a debilitar lo público y abrir camino a lo privado. Cuando se deja a pacientes conviviendo con fallecidos, cuando se cierran unidades, cuando se empuja a un ciudadano hacia la sanidad privada, se está ejecutando un modelo ideológico muy claro. Y ese modelo tiene responsables con nombre y apellidos, se llama Moreno Bonilla.

La sanidad pública andaluza no puede seguir soportando este nivel de deterioro. No se trata de un problema técnico ni de una siempre cuestión presupuestaria. Se trata de decencia, de humanidad, de justicia social. Y quienes gobiernan no pueden seguir escondiéndose. Moreno Bonilla es responsable directo del colapso sanitario que sufrimos.

En un país democrático y digno, un paciente nunca debería compartir habitación con una persona fallecida por falta de personal. Y el presidente autonómico que permite que esto ocurra, debería rendir cuentas, pedir perdón… o marcharse.

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