Tras un par de cortometrajes, el mediometraje El pequeño sastre (2010) y el largometraje Les deux amis (2015), el actor y director Louis Garrel logra con Un hombre fiel (2018) una comedia dramática de corte romántico que sorprende desde su magnífico arranque hasta su emotivo final.

Un hombre fiel se asienta en una base dramática tan aparentemente sencilla como lo es aquello que cuenta. Marianne (Laetitia Casta) abandona a Abel (Garrel) por el mejor amigo de este, Paul. Pasados los años, unas circunstancias muy particulares vuelve a unir a la pareja, ahora con un hijo que Marianne tuvo con Paul, Joseph (Joseph Engel), y con Eve (Lily-Rose Depp), hermana de Paul, dispuesta a conquistar a Abel, su amor de infancia.

'El hombre fiel', de Philippe Garrel

Con estos elementos, Garrel compone una película que transita ente la comedia y el drama sin marcar una clara diferencia entre ambos aspectos, incluyendo, incluso, algunos elementos del thriller, de manera muy sui generis, que ayudan a conferir a determinados momentos de Un hombre fiel de un tono casi cercano a la farsa. Garrel asume un tono liviano, casi intrascendente, para, en el fondo, estar haciendo todo lo contrario, reflexionar con bastante hondura sobre las relaciones sentimentales actuales en cuanto al lugar que ocupa cada uno, así como con relación a las frustraciones frente a los anhelos de los personajes.

Como en Les deux amis, Garrel se centra en un triángulo amoroso, en este caso ampliado por la presencia de Joseph, y que parece mirar a Las amistadas peligrosas, de Pierre Chorderlos de Laclos, aunque sea de soslayo y simplemente como base constitutiva para algunas cuestiones argumentales. El cineasta parte de una estructura típica de comedia romántica de enredos, de amor y de desamor, para construir un relato que se abre con gran elocuencia, elegancia y sencillez en varias cuestiones discursivas que muestra con tanta seriedad como falta de ella. En cualquier caso, con una ausencia total de gravedad, logrando trascender lo enunciativo para ahondar bajo la superficie.

'El hombre fiel', de Philippe Garrel

Desarrollando algunas ideas planteadas en su anterior película, Garrel se asoma a las relaciones actuales en cuanto a lo que arrastran de constructo del pasado, mostrando su evolución hacia unas relaciones flexibles, inestables, que tienen tanto que ver con la situación de cada uno de sus partes, como por la propia estructuración convencional de la pareja. También con la idea que cada cual se hace en su cabeza desde una percepción idílica que deviene, posteriormente, en un baño de realidad cuando no se cumple. Una insatisfacción que Garrel muestra más allá de los contornos de la pareja y apunta hacia algo individual, tan de nuestro momento, que se ocupa de evidenciar sin necesidad de subrayar. En este sentido, cabe destacar la figura Abel, en cuanto al lugar o espacio que ocupa el hombre entre dos mujeres, dada su desorientación, su ignorancia a la hora de saber cómo enfrentarse tanto a lo que siente por Marianne, y lo que conlleva su vida con ella, como a Eve, por su juventud y su forma de vida tan apartada de la suya.

Y como las propias parejas, El hombre fiel presenta una narración llena de sorpresas, inestable en sus cambios, aunque controlados y meditados, en la que las tres voces en off revelan elementos internos de los personajes sin saber bien a quién se están dirigiendo, pero apuntalando unas imágenes de una magnífica fotografía tenue que rompe con el realismo más plano y conforma unos planos casi irreales ayudados por una brillante composición de Philipe Sarde. Una película de gran libertad creativa capaz de asentarse en modelos previos para ir más allá, para crear conexiones con el pasado, pero sin olvidar la personalidad necesaria para que todo en El hombre fiel obligue al espectador a reconsiderar aquello que está viendo, repensando los imaginarios con los que Garrel juega y reconsiderando, como nuevos, espacios conocidos.