Este año Pixar ha estrenado dos película, Cars 3, y, ahora Coco. Mientras la primera suponía una entrega más en una rentable franquicia a la que aportaba algunos elementos nuevos pero, en el fondo, y a pesar de su calidad, no poseía nada realmente innovador. En cuanto a la segunda, dirigida y escrita por Lee Unkrich y Adrián Molina, por el contrario aparece como un inteligente producto en cuanto a su alcance, y a su vez como la creación de un nuevo universo propio que, aunque limitado, veremos si es suficiente como para ampliarse.

El arranque de Coco se encuentra entre las mejores aportaciones de la película y parece anticipar algunas cuestiones que, sin embargo, acabarán no estando del todo presentes en su desarrollo. Mediante un montaje visual lleno de imaginación en cuanto al trabajo con la animación, narra la historia de la familia del joven Miguel, quien vive en un pueblo rural de México y quien sueña con ser algún día músico, como la leyenda del país, natural del mismo pueblo que el joven, Ernesto de la Cruz. Pero su familia se opone a que la música entre en sus vidas debido a unos asuntos pasados que poco a poco se irán desvelando. Pero el Día de los Muertos, Miguel decide robar la guitarra de Ernesto de la Cruz y se verá trasladado el Mundo de los Muertos, desde donde deberá regresar no sin antes verse en una serie de aventuras que tienen como fin último desvelar algunos secretos ocultos para Miguel, también descubrir qué espacio en la familia ocupa y qué ha pasado a lo largo de varias generaciones en su familia.

[[{"fid":"72560","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"'Coco', de Lee Unkrich y Adrián Molina","title":"'Coco', de Lee Unkrich y Adrián Molina","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

Volviendo a ese montaje, Coco demuestra las grandes posibilidades expresivas de la animación, con imaginación y sensibilidad, para ir trazando el contexto de la historia. Según avanza la película, ese trabajo no se pierde, pero algo se queda por el camino. Como buena producción Pixar, han creado un universo propio, cerrado y sin fisuras, en el que todo encaja, incluso los más pequeños elementos, pero hay una cierta sensación por momentos de que la imagen queda, a la larga, supedita a un exceso explicativo verbal; también de que la película acaba girando alrededor de unas ideas que se repiten, sobre todo en el tramo final, cuando las situaciones se suceden casi por automatismo para seguir alargando el metraje hasta llegar a un clímax final que podrá ser entendido desde una sensibilidad comedida o bien, depende de cada cual, como una búsqueda de despertar las emociones de manera fácil.

Como aventura musical, Coco funciona tanto como espectáculo visual sensorial general como en su carácter más íntimo, pero siempre a tramos. En cuanto a lo primero, los responsables de la película han seguido la línea Pixar en muchos aspectos, creando un universo propio en el Mundo de los Muertos, lleno de colorido y mediante la utilización de la iconografía popular mexicana más recurrente, en un acto de apropiación de la misma que puede ser muy discutible pero que obedece, o puede hacerlo, a esa búsqueda de amplitud de mercado y de espectadores. Imágenes deslumbrantes en su plano general que atesoran, eso sí, tanta imaginación en su construcción como exceso barroco en su aglomeración de elementos en pantalla. En cuanto al aspecto más cercano, más íntimo, es quizá donde Coco se la juega de manera más clara, dado que se trata de un espacio sentimental en el que todo queda siempre, como decíamos con el propio final, a flor de piel en cuestiones emocionales. Si Pixar nunca ha tenido problemas para buscar un claro impacto en el espectador a ese respecto, en Coco tampoco los tiene, aunque se debe reconocer que hay una cierta modulación tonal que permite una mayor sensibilidad en el tratamiento de las emociones sin caer en la búsqueda de la lágrima fácil.

[[{"fid":"72561","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"'Coco', de Lee Unkrich y Adrián Molina","title":"'Coco', de Lee Unkrich y Adrián Molina","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

Coco no deja de mostrar algunos problemas inherentes a la Pixar de los últimos años, surgido en gran medida en la confianza, y el poco riesgo surgido de ella, en un modelo que funciona a nivel comercial (diríamos que expresivo también, al menos desde cierto punto de vista). Destaca su regreso a la música como elemento narrativo, aunque sea en momentos puntuales, pero lograr romper el carácter monótono de una historia que tiene una idea clara en relación a lo que quiere contar y hacia dónde quiere conducir al espectador. Pero durante el transcurso de la aventura de Miguel hay demasiado relleno, un exceso de situaciones cuyo ritmo intermitente puede ocasionar una pérdida de interés puntual, saliendo de la película para volver a ella sin que se haya quedado demasiado fuera durante el camino. Hay algo en Coco que no terminar de estar bien formulado para dar con un conjunto más homogéneo, pero quizá sea esa naturaleza errática la que acabe confiriendo personalidad a una película que está demostrando que la Pixar, como poco, es sumamente inteligente a la hora de dar forma a sus productos y venderlos.