Aunque la tradición resiste en ciudades como Alcalá de Henares, donde el ayuntamiento organiza cada año una función nocturna, multitudinaria y al aire libre, los días 1 y 2 de noviembre. Este año, la versión corre a cargo de Carlos Aladro, y figuran en el reparto Fernando Cayo, Marta Hazas, Javivi y Yolanda Arestegui. Además, el próximo mes de enero, se estrenará en el Teatro Pavón una versión de este clásico de Juan Mayorga, protagonizada por Blanca Portillo.

 

La de Don Juan Tenorio es una historia que se desarrolla en Sevilla, en gran parte en un cementerio, por supuesto con sus correspondientes fantasmas. Y no solo ha sido un hito por sí misma en nuestra Literatura, sino que ha tenido innumerables réplicas e hijos literarios.

 

 

He aquí algunos motivos por los que recuperar la tradición de ver al Tenorio:

 

 

 


  1. Para ver la obra más representada de las letras españolas. Por algo será, además de por tradición. El Tenorio nació en los papeles de Zorrilla en 1844 e inicialmente no tuvo una gran acogida, lo que llevó al escritor, que llegó a aborrecer esta obra, a vender sus derechos de autor. Cosa por la que, probablemente, más adelante se tiraría de los pelos, cuando empezó a representarse sin parar. Ha habido épocas, incluso, en las que la gente recitaba de memoria las coplas de sus pasajes.

  2. Para observar el excepcional ritmo que tiene la trama, su inteligente estructura y su manejo de la elipsis. La obra se divide en 2 partes, la primera compuesta de cuatro actos, y la segunda, de tres. Pero ambas transcurren en una sola noche, aunque con una separación temporal de 5 años, para retratar a un mismo personaje radicalmente cambiado. Primero, como un galán. Después, como un convidado de piedra.

  3. Para recordar a este pájaro, este rebelde que ríete tú de James Dean o el Pequeño Nicolás, que sin embargo tiene un carisma capaz de embaucar a cualquiera y, lo que es más interesante, de aparcar su arrogancia y arrepentirse de sus actos. Inicialmente, Don Juan, que junto con El Quijote y El Lazarillo es la figura literaria más transcendente de nuestra literatura, y que tiene su origen, según Said Armesto, en leyendas medievales, no solo se comporta como un misógino y se burla de las mujeres (en el caso del texto de Zorrilla, de Doña Inés), sino que se atreve, después, a ser un sacrílego y cachondearse de los muertos y de los espíritus que vienen a ponerlo en su sitio y honrar a las damas. Se mofa, así, de los pilares del orden social de la época en la que se han escrito los distintos textos que lo tienen por protagonista. Esta personalidad canallesca y transgresora no solo ha interesado a Zorilla. También la han hecho suya Moliere, Dumas, Antonio Zamora, Tirso de Molina o Espronceda, de alguna manera, en El estudiante de Salamanca.

  4. Para empaparnos del inmortal tema del amor, encarnado en Doña Inés (ángel de amor, como le dice Don Juan), y su capacidad de transformación de las personas, que la tiene, y en este caso salva al Tenorio de arder en el infierno. En este caso, el amor transforma para bien. En otros, para mal.

  5. Para disfrutar con los estupendos duelos y la escenas de acción.


  6.