Mi vecina Angus no cree a los alarmistas, sabiondos, enterados, modernos y a los lectores apresurados de artículos refritados de informes científicos (o que así se venden). Y tampoco a los que interpretan los prospectos de las medicinas. Su penúltima respuesta sabia la recibió una vegana integrista como si de una pedrada de honda baleárica se tratara. Ante su enfática proclama de que no come pan barato "porque es veneno", Angus respondió a la quevedesca: "Pues debe ser un veneno muy lento porque llevo 83 comiendo una barra de pan diaria y aquí estoy".

Por fortuna quedan todavía Angus que advierten las patrañas como el perro adiestrado la droga oculta. Pero estos sabuesos del sentido común no parece
que vayan a tener el recambio adecuado. El seudo cientificismo, la superchería, la confusión permanente y el engaño consciente se imponen a la hora de informarnos sobre la pasta con que se fabrica todo aquello que nos es más próximo: la comida y la bebida que nos nutre, el tejido que nos abriga o embellece, el medicamento que nos alivia y cura, la televisión que vemos y nos informa, el transporte que nos lleva o el aire que respiramos.

Una causa mayor de todo lo antedicho es la ausencia de referentes o maestros que nos sirvan de guías. Estos han sido postergados y languidecen en las
aulas más orientadas a la penumbra. Por lo general, son sustituidos por charlatanes avispados que inundan las redes sociales y las tertulias de toda condición traduciendo a su manera (e intereses) lo qué ocurre en el mundo.

Todo es blanco o negrísimo. Existe un gustoso líquido lácteo que elimina el colesterol sin duda alguna; de la misma forma que una lata de refresco te
puede conducir hasta el Alzheimer sin remisión. Conviven los huevos envenenados con el milagro de las isoflabonas; el pan auténtico es el que viene de la harina en mezcla con su correspondiente salvado, mientras que el pan de recia miga blanca (el que comieron nuestros padres y disfruta Angus) resulta venenoso.

Pero no profundicemos demasiado en el mundo del tejido con sus fibras cancerígenas, alergias varias y picores insoportables. El producto fabricado en China acarrea multitud de calamidades si lo adquieras en tiendas de orientales, pero si lo descubrimos en escaparates chip su condición enemiga muda en notable elegancia.

Caso aparte es el asunto de los prospectos de medicinas ( sobre los manuales de instrucciones de Ikea está todo dicho). Es de imaginar el peligro que
encierran cuando el propio médico te dice que no se te ocurra leerlos, que sigamos únicamente sus indicaciones. Más, si todo es cómo nos orienta el
galeno, ¿porqué nos endilgan unos papeles como sábanas tintadas repletos de advertencias, sermones y otras monsergas ininteligibles? Las farmacéuticas
insisten en que las leyes les obligan a tamaño desembarco de palabras. Bien, ¿pero porqué han de ser como enormes jeroglíficos o ecuaciones de dudosa
solución? "Para defendernos de los abogados que nos acosan", responden. O sea que escriben en el mismo papel e idéntico párrafo una cosa y su contraria al objeto de confundir al leguleyo a costa de que el paciente no entienda nada.

Es la confusión propicia para dar gato por liebre; que el vendedor de crecepelo ejerza de catedrático y que el ciudadano común, y hasta el enterado, sean presa propicia del comercial del último plástico brillante en forma de perla puesto en el mercado. Un mundo de locos e incautos en el que la moda es el tractor y aquello que determinen las redes sociales y canten los trending topic la tendencia.

La novedad se impone a todo. Es antorcha en tanto que ilumina y pavesa pobre cuando la desplaza otra ocurrencia atractiva. Quién diría, por ejemplo, que en la muy extendida, y aún reputada, Spoty five, la música más demandada con gran diferencia sobre las demás, fuera el reggaeton. Así que no es de
extrañar que los cantantes españoles más reconocidos estén alarmados por lo poco que cobran de la SGAE hasta el punto que quieren achatarrarla.

Con todo, lo que más desazona es que no se le ve gran remedio a este desconcierto general en el tiempo venidero.