La calvicie es un objeto de investigación permanente. Hay múltiples estudios e investigaciones de universidades muy prestigiosas y no digamos compañías farmacéuticas que buscan el remedio definitivo.

Hace algunos años un estudio realizado por el Kings College de Londres, la universidad Mac Gill de Canadá y una farmacéutica hallaron dos variantes genéticas -hasta entonces desconocidas- que “cuando se presentan juntas en el mismo individuo multiplican por siete el riesgo de padecer alopecia. Y esta condición se da en uno de cada siete hombres”. Esto supone decir que el 14 % de la población mundial posee en su contextura los genes de la calvicie.

Hasta entonces el único gen que se había relacionado con la caída de pelo era uno del cromosoma X que, por tanto, sólo podían transmitir las mujeres. Sin embargo un estudio de la Universidad de Bonn, en Alemania, estableció que las nuevas variantes genéticas descubiertas se encuentran en el cromosoma 20 y se pueden heredar de ambos progenitores. Estamos hablando del año 2008.

Casi 10 años después  investigadores británicos han descubierto que más de 287 genes diferentes pueden ser la clave. Un equipo del Centro de Medicina Genética y Experimental de la Universidad de Edimburgo ha analizado el ADN de más de 50.000 hombres maduros, entre 40 y 60 años para descubrir el riesgo de quedar calvos. Una de las principales conclusiones del estudio es que la realidad de la calvicie está no en el padre sino en el genoma de nuestras madres: 40 de los genes de la alopecia están contenidos en el Cromosoma X, heredado de nuestras madres.

Este análisis genético, presentado como el más amplio llevado a cabo hasta ahora sobre las causas de la calvicie es la base por la que los investigadores estiman que se podrían elaborar tratamientos contra la calvicie centrándose en esos genes.

Esto no es el principio de la cura de esta irregularidad, como la prefieren llamar los expertos, pero abre el camino a descubrir prematuramente las posibilidades de ser calvo y poner remedio con tratamientos adecuados y de prevención.

El frío en la cabeza podría ser una razón para no querer ser calvos o también una cuestión de estética masculina y de energía sexual. En este aspecto ha habido de todo desde el macho de cabeza bombilla hasta el macho salvaje de melena poblada. En definitiva cada uno se consuela como quiere y el cine ha ayudado bastante con calvos duros en películas o series memorables.