Visitar museos no solo proporciona un amplio bagaje cultural, sino que, atendiendo a los beneficios emocionales que la actividad nos reporta, casi debería ser prescripción médica hoy en día. Entrar en contacto con una obra de arte implica aplicar un importante grado de concentración. Observarla en profundidad nos conduce inevitablemente a la reflexión, la calma y el disfrute. 

A través de la contemplación de una muestra artística a menudo surge una conversación a tres bandas en la que el autor, condicionado por su contexto histórico y cultural, nos trasmite un mensaje; nosotros mismos lo recibimos supeditados por nuestro propio entorno y, finalmente, termina por aflorar esa especie de monólogo interior a través del cual contactamos con nuestras propias sensaciones. Entre las más reconocidas a nivel internacional, hemos elegido cinco pinturas que se encuentras en cinco destinos europeos que merece la pena visitar.

Guernica
Guernica - Fuente: Wikipedia
Cuadro Gernica - Fuente: Wikipedia

Madrid, la ciudad más cosmopolita de España, tiene el privilegio de conservar una de las obras más representativas del siglo XX, el Guernica de Picasso. En plena zona de Atocha, está ubicado el Museo Reina Sofía que alberga hoy, de manera permanente, el reconocido mural. Con anterioridad, y por voluntad del propio pintor, el cuadro permanecería en el Museum of Modern Art de Nueva York regresando a España en 1981, una vez que el país hubo recuperado la democracia.

Las imágenes publicadas en diarios internacionales que ilustraban el bombardeo alemán sobre la Villa Guernica en el País Vasco fueron la inspiración de Picasso para la pintura. La obra es reflejo del horror y la barbarie de una de las etapas más oscuras de nuestra historia, la Guerra Civil. Fieles a la realidad del momento se muestran los tonos grises y negros elegidos por el artista.

El Grito

Oslo, la Capital verde europea durante este año 2019, es una ciudad capaz de conjugar en absoluta armonía la belleza natural de fiordos y bosques con la arquitectura vanguardista que en los últimos tiempos decora sus calles. La cultura impregna los rincones de un lugar donde abundan los museos y galerías de arte. El Grito, de Edvard Munch, una de las obras más icónicas de todos los tiempos, considerada a su vez precursora del expresionismo, se encuentra expuesta en la Galería Nacional de Oslo. En realidad se trata de una de las cuatro versiones del cuadro, la más famosa, que data de 1893.

A menudo se ha vinculado la personalidad de Munch con un carácter atormentado que terminaría proyectando en su pintura. Es el caso de este lienzo,que tuvo como origen el paisaje observado por el artista mientras paseaba con dos amigos. Plasma con tal fuerza gráfica un estado emocional que difícilmente deja impasible al observador. 

De manera recurrente, los expertos han debatido sobre quién realmente grita en la obra, si se trata de la persona que aparece en un primer plano o si es la naturaleza la que grita provocando ese gesto de terror. El debate, que pudiera parecer anecdótico, encuentra respuesta estos días en el Museo Británico que desde el próximo 11 de abril expondrá una litografía de la obra maestra con una inscripción del propio Munch: “Oí un fuerte grito atravesar la naturaleza”.

La Gioconda

La ciudad de la luz es uno de esos lugares a los que hay que escaparse al menos una vez al año. Entre sus múltiples encantos está su gran oferta cultural. Son más de 150 museos los que pueden visitarse en la capital parisina. La joya de la corona de todos ellos, sin lugar a dudas, es el Louvre, ubicado junto al precioso Jardín de la Tullerías. Además de tratarse uno de los museos más visitados del mundo, su propia historia lo convierte en emblemático. Mientras, durante sus primeros años, el Museo del Prado o la florentina Galleria degli Uffizi, limitaban sus visitas exclusivamente a un público culto, el Louvre, tras haber nacionalizado los bienes reales, decidió exhibirlos para todo el público.

El espectacular edificio que antes de ser museo fue fortaleza, Palacio Real y hasta sede de la Academia Francesa, alberga desde 1797 uno de los retratos más enigmáticos de la historia de la pintura, La Gioconda. La identidad de la mujer que se esconde tras el rostro conocido también como Mona Lisa, es aún hoy una incógnita. Todos los misterios entorno a la obra de Leonardo Da Vinci han ido alimentando la figura de la mujer de sonrisa tímida hasta convertirla en protagonista de diversas historias, como la recogida en el best seller de Dan Brown, Código Da Vinci.

El Beso

El hecho de ser una de las capitales más antiguas de Europa hace de Viena una ciudad privilegiada. Se trata de una urbe muy agradable de pasear a pie o en bicicleta, por su diseño horizontal y sus amplias avenidas. El gran patrimonio que el lugar acumula lo convierte en uno de los destinos preferidos para el turismo cultural.

La ciudad imperial que mira al Danubio cuenta con valiosísimas colecciones de arte. Una de las más emblemáticas, perteneciente al famoso pintor modernista Gustav Klimt, se conserva en el conjunto palaciego del Belvedere y la componen 24 pinturas, entre las que se encuentra El Beso.

Los rasgos de la pintura de Klimt, el colorido, las formas y la inclusión de láminas doradas recuerdan al arte medieval y a la estampa japonesa. Poder observar El Beso a escasos metros de distancia es un verdadero espectáculo.

La Joven de la Perla

La sofisticada metrópoli de La Haya, muy conocida por ser el lugar desde el que se imparte la justicia internacional, destaca por su importante actividad institucional.

Sin embargo, tras esa imagen de sobriedad es fácil descubrir una ciudad donde disfrutar de encantadores rincones y actividades. El mercado al aire libre más grande de Europa, famoso por sus exóticos productos; el parque Madurodam, donde observaremos Holanda con todos sus detalles y costumbres en miniatura, o la conocida ruta en bicicleta La Haya Real que nos paseará durante una dos horas por los espectaculares palacios y castillos de la ciudad, son tan solo algunos ejemplos.

Pero, si hay un icono cultural en La Haya, ese es el bellísimo cuadro de Vermeer La Joven de la Perla. Se encuentra expuesto en el céntrico museo Mauritshuis, una pinacoteca que exhibe lo mejor de la pintura de los siglos XVII y XVIII en Holanda y Flandes. Artistas como Rembrant o Rubens compiten en un mismo espacio con el propio Vermeer.

La imagen de la chica, de mirada fija y turbante colorido, que luce una gran joya a modo de pendiente ha generado su propia leyenda y ha dado alas a la imaginación en distintas artes como la literatura y el cine. La también conocida como La Mona Lisa holandesa ha sido novelada por el norteamericano Tracy Chevalier y llevada a la gran pantalla por Peter Webber, quien encarnó a la joven en la famosa actriz Scarlett Johansson.