Parece que el debate actual sobre coches y ecología solo está en saber cual es mejor, si el eléctrico, hidrógeno, híbrido, híbrido enchufable, GLP y un largo etcétera. Es cierto, tenemos muchas opciones y, como siempre, dependerá del uso que le demos y de la capacidad económica que tengamos entre otros factores.

Pero tengamos un coche moderno o uno antiguo y más contaminante, seguimos teniendo grandes posibilidades de incidir positiva o negativamente para el planeta según cómo usemos el vehículo. Buen tema para conocer, informar e, incluso, discutir un poco con nuestro cuñado (el que siempre sabe más que tú de todo).

El mayor impacto ambiental del vehículo es el ocasionado por las emisiones de CO2 que sale por el tubo de escape de los coches, además de otros gases que inciden más en la salud de las personas; esto parece evidente.

Debemos saber que el impacto ambiental de los coches en general es por varias premisas: por sus emisiones contaminantes producidas por el motor, por la cantidad y tipología de combustible que se emplee, por los propios materiales con los que se ha fabricado y su posibilidad de volver o no ser reusados, por el mantenimiento y cuidado del propio coche y sus elementos como  ruedas, motor... y, finamente, por los residuos que se generan en las relaciones y cuando finaliza la vida útil de nuestro coche.

Sabiendo esto, podemos incidir positivamente al volante de muchas formas, entre otras siguiendo algunos de los consejos siguientes:

  • A la hora de comprar un coche no existen muchas ofertas que detallen y promuevan materiales más sostenibles, ecológicos o reutilizables. Le aconsejo que mire y si puede decidir valore que tenga menos componentes plásticos o de difícil mantenimiento. El metal, en general, siempre será un buen material porque se puede reutilizar siempre.
     
  • Una primera medida para reducir las emisiones, sean del tipo de motor que sea, es la de apagar cuando lo tengamos parado más de un minuto. Es un bulo eso de que gastan más al arrancar. Desde hace más de 20 años no es así. El consumo de arranque es bajo y siempre menor que mantenerlo. Es preferible bajar las ventanillas en verano o aprovechar el fresco generado por el aire acondicionado cuando están en marcha que mantener el motor solo por seguir con el aire fresquito.
     
  • Debemos revisar con cierta frecuencia, o indicarlo en el taller, el tubo de escape y el catalizador del coche. Este sistema es el que trata de atrapar las sustancias nocivas, si tiene escapes o no funciona correctamente, por muy buen motor que tengamos, lo que salga será malo seguro. Aquí debemos saber que el color del humo que sale del tubo de escape nos ofrece algunas pistas. Si el humo es negro nos indicará que estamos quemando mucho combustible, tenemos averías en el regulador de entrada, el filtro o los inyectores. Si fuese el humo blanco, de forma densa y abultada es señal clara de tener una fuga del líquido de refrigeración en el motor y se está quemando. Puede ser una avería grave de la junta de culata o de sobrecalentamiento del motor. No es lo mismo el blanco normal y que se disipa que el blanco denso y que genera una gran nube. Finalmente, si el olor del humo es azul o gris, debemos saber que hay aceite quemándose en exceso, puede ser por poca lubricación de las piezas, por pérdidas, por piezas defectuosas y que rueden mal o porque el turbocompresor esté estropeado. Por ello debemos revisar de forma frecuente los niveles de aceite.
     
  • Lo que nos enseñaron en la auto escuela, y que solemos olvidarlo, sobre las marchas es muy adecuado: salir siempre en primera, cambiar de marchas de forma progresiva y cambiar de marcha antes de revolucionar el motor más de la cuenta. Al circular, es preferible usar marchas largas y morado que las revoluciones estén bajas, manteniendo la velocidad de forma constante y regular. Se recomienda cambiar de velocidad a las 2.000 revoluciones por minuto en los gasolina y entre 1.500 y 2.00 en los diesel.
  • La velocidad que empleemos será clave para los consumos y las emisiones, además de para la seguridad vial. Ir a velocidades moderadas siempre será bueno. Lógicamente, debemos evitar los acelerones, las salidas de los semáforos  de “machito” ni esa actitud de dar acelerones cuando paramos en un paso de cebra o un semáforo. Además queda de macarra que ni le cuento.
     
  • Otra forma sencilla de reducir los consumos y las emisiones es la de planificar bien la ruta. Hacer kilómetros de más de forma innecesaria es, además de incómodo y pesado, negativo para el medio ambiente. Tenemos muchas aplicaciones que nos ofrecen la mejor ruta y la menos congestionada.
     
  • El aire acondicionado aumenta un 20% más de combustible. Por eso emplearlo con cabeza es muy adecuado. No encenderlo por defecto es una buena medida y bajar las ventanillas, en sustitución, en velocidades bajas, también. Pero si viajamos a más velocidad y dejamos las ventanillas abiertas el efecto será contrario, la aerodinámica del coche varía y gastará más combustible.
     
  • Otras medidas que afectarán muy positivamente son las que hacen referencia a la revisión de las ruedas y de su estado. Deben revisarse una vez al mes y mejor en frío.
     
  • No cargar de equipaje en exceso el coche también significará un gran ahorro de combustible y de emisiones. El maletero no es un pequeño almacén permanente, recuérdelo. Por cada 100 kilogramos de peso extra incrementaremos el consumo un 5%. Dejar la baca puesta si no usamos, nos aportará de nuevo más resistencia y mayor consumo.
     
  • Y en general, mantener el mantenimiento del coche, revisar el filtro del aceite, los inyectores y todo el sistema de combustión será un gran ahorro, un estupendo aporte al medio ambiente y una garantía de que nuestro coche nos dure mucho, que es también un criterio ambiental de primera.