¿Qué planeta vamos a dejar a nuestros hijos? Con frecuencia, y más especialmente en estos últimos meses, escuchamos a alguien decir esto. Y aunque es una reflexión bien intencionada, parte de un error: hablar de futuro. Matizo, lo que hagamos hoy repercute en el futuro del planeta y de nuestros descendientes, pero también incide en el presente. Porque, por ejemplo, el aire que hoy contaminamos lo respiramos hoy aunque tendrá una repercusión cierta para el futuro.

Los científicos llevan tiempo advirtiendo del cambio climático y últimamente llamando a la acción con alarma. Si sube la temperatura mundial por encima de 1,5ºC ó 2ºC las consecuencias serán muy graves y quizá sea el punto de no retorno de la situación. Llevan más de 25 años avisando.

Desde la revolución industrial llevamos quemando combustibles fósiles de forma desmesurada. Es cierto que esto también nos ha permitido avanzar, pero hemos incrementado la cantidad de gases de efecto invernadero como nunca ha tenido constancia este planeta, al menos desde hace 800.000 años que sepamos. El CO2 , el más dañino quizá, no es malo por si mismo. Cualquiera de nosotros respiramos oxígeno y exhalamos CO2, la naturaleza lo vuelve a cambiar y no pasaría nada, es parte del ciclo de la vida. Nadie se muere por este gas, pero si por las consecuencias de su exceso. Ese es el problema.

Al principio pensábamos que esto afectaba a los polos y a los pobres osos polares. Nos daba pena, pero nos pillaba lejos en el tiempo y en la distancia. Hoy vemos ya muchas de esas consecuencias.

Le propongo recordar algunas imágenes que hemos visto en los dos últimos años en los medios: por una parte Venecia inundada a unos niveles de crecida del mar que apenas se recuerda, una mujer rescatando a un Koala que escapaba de uno de los grandes incendios de Australia, otros grandes incendios incluyendo en España, temperaturas de 38ºC en Siberia y en Alaska y un muy largo etcétera. Todas estas situaciones son consecuencia actual, impactante y cierta del cambio climático.

Nos dice la ciencia que al aumentar los gases de efecto invernadero se altera la atmósfera y eso hace que su función, vital para la vida, cambie. Los rayos del sol entran, y se dificulta la salida de infrarrojos y, muy especialmente, aumenta la temperatura. Como en un invernadero, efectivamente.

El planeta que requiere equilibrio, lo pierde y así provoca esos grandes cambios en el clima. Tenemos dos efectos, el que afecta a todo el planeta y el que lo hace además al ser humano.

El aumento del nivel del mar supondría un incremento en 20 metros de altura del mismo. Esto supone que quedarían inundadas muchas de las grandes ciudades del mundo afectando a millones de personas que deberían emigrar. Pero ya lo vemos, además de en Venecia, en lugares como Miami donde han tenido que invertir una gran cantidad de millones de dólares para subir las aceras y espacios, sabiendo que tendrán que volver a hacerlo en breve. En España hablamos de riesgo en ciudades como Bilbao, Santander, Barcelona, Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria, Alicante, ciudades de Murcia, Asturias, Galicia…

El aumento de la temperatura no es igual para todos, los más desfavorecidos lo llevarán y lo llevan peor. Mire quienes fallecen o acuden a urgencias durante las olas de calor en Europa: los mayores, enfermos, niños y personas más vulnerables. Cuando hablamos de 2ºC de aumento debemos de saber que nos referimos al total del planeta cuya media es de 15ºC, pero en España por nuestra situación supondría un aumento de 4ºC. La afección será y está siendo mayor, el aumento de la desertificación igual y eso supondrá, además de problemas de salud por las temperaturas y la incorporación de enfermedades tropicales que no conocíamos, un efecto muy negativo en nuestra economía, especialmente en el turismo y en la agricultura. Nuestra bodegas de vino ya están actuando sobre los efectos actuales y estudiando como mitigar o actuar contra los que vendrán

Las sequías afectan ya a un bien escaso que además empleamos como si no hubiese problema: el agua. Ya tenemos varios lagos históricos que han desaparecido, como es el caso del Mar de Aral, el Poyang en China o el Poopó en Bolivia. Las sequías provocan en el ser humano hambrunas, muerte y desplazamientos. Naciones Unidas advierte de que ya es una de las principales causas de los conflictos actuales y será del futuro; nos habla incluso de un nuevo término: emigración climática.

Podríamos seguir describiendo tormentas tremendas, destrucción de biodiversidad, inestabilidad económica,  desaparición de glaciares, enfermedades, desaparición de especies… pero debemos saber que al tiempo, nunca hemos tenido tanta conciencia de la situación, nunca ha existido tanta veracidad y conocimiento científico, nunca hemos tenido la capacidad tecnológica para generar energía de forma limpia y renovable, reducir los consumos de recursos sin afectar a la calidad de vida, eco diseñar productos más sostenibles, reciclar y volver a usar las cosas… Empresas, instituciones, ciudadanos y gobernantes estamos viendo que se trata de algo urgente y vital, y también somos conscientes de la necesidad de actuar.

Por todo esto podemos afirmar que es ahora cuando podemos poner los medios desde los gobiernos, empresas y ciudadanos, las consecuencias se ven ahora, son un aviso; pero podemos evitar un futuro negativo y, al contrario, construir un futuro mejor. La respuesta a la pregunta sobre el futuro que dejaremos a nuestros hijos es sencilla, será lo que nosotros queramos. Porque no hay tiempo, porque hay mucho en juego y porque podemos cambiar la situación, aunque quizá lo que falte es convicción de la necesidad de un cambio real.