Dicen que la fe mueve montañas, no sabemos si la cosa llega a tal punto. Desde luego, lo que sí podemos afirmar es que muchos lugares de culto religioso han terminado convirtiéndose en destinos turísticos de gran afluencia.

Grandes flujos de viajeros pasan diariamente por sitios como El Vaticano, Santiago de Compostela, Notre Dame, el Monte Tai o en Muro de las Lamentaciones para experimentar en directo su belleza y su magia. Uno de los lugares cuya reseña se hace imprescindible estos días está en el sur de España, Andalucía. Su Semana Santa, a la vuelta de la esquina, atrae turistas de todas las procedencias. Sevilla y Málaga se encuentran entre los destinos mundiales más demandados por los españoles para estas fechas, según un famoso portal de viajes.

Se puede decir que el aspecto religioso de esta festividad, con más de cuatrocientos años de antigüedad, es vivido más bien en la intimidad familiar de quienes siguen la tradición durante todo el año y se organizan en hermandades. Tras meses de ensayos y preparatorios, llegada la fecha, todos miran al cielo y rezan por que no llueva el día D.

Sin embargo, el aspecto turístico de la Semana Santa como manifestación cultural es la parte más visible de este acontecimiento. Las ciudades y sus tradiciones se comparten con todos aquellos que se acercan a vivir en las propias calles lo que termina siendo una explosión para los sentidos. Coincidiendo con la primavera, el lugar se perfuma esos días con el aroma del azahar mezclado con el peculiar olor a incienso, las calles se llenan de la música de las distintas marchas procesionales, las tallas esculpidas casi a la perfección del rostro y cuerpo humanos son mecidas a hombros de robustos costaleros, jaleadas en cada esquina y cortejadas desde los balcones con el palo flamenco típico para la ocasión, la saeta.

Las estampas más impresionantes (y, todo hay que decirlo, también tópicas) de la Semana Santa sevillana se dan durante “la madrugá” del Jueves al Viernes Santo. Son miles de nazarenos y penitentes los que caminan silenciosamente por las calles con los rostros tapados acompañando, entre otros, a Cristos y “palios” (Vírgenes) como las afamadas Esperanza de Triana, Esperanza Macarena o el Gran Poder. También se dan citas ineludibles en ciudades como Málaga, donde El Cautivo el Lunes Santo, o la llegada de La Legión el Jueves Santo marcan dos de los momentos más álgidos de la semana. O en Granada con la impresionante puesta en escena de El Silencio.

Esto, que conforma la imagen más conocida y exportada como reclamo turístico a miles de puntos del mapa, se ve enriquecido por todos esos pequeños detalles que sólo podemos conocer in situ. Se trata de aquello que nos descubren los acogedores lugareños en sus conversaciones, la prensa local o los propios profesionales hosteleros que nos dan indicaciones de lo más útiles durante nuestra estancia. Así, descubriremos, detalles que terminarán erizándonos los vellos, por ejemplo, la salida de la iglesia de la Virgen de los Desamparados, perteneciente a la hermandad sevillana de San Esteban, que han de hacer los costaleros de rodillas por la dificultad que presenta la forma de su puerta. O los preciosos cánticos de la hermanas del Convento de Santa Ángela en pleno centro de la capital.

Y si hay un sentido que tampoco puede escaparse a la tradición de las fechas, ese es el gusto. Casi obligada es la cita de nuestro paladar con las recetas más tradicionales: torrijas, pestiños y los dulces elaborados artesanalmente en diversos conventos. Este año además, la celebración de la efeméride Murillo, ofrece un atractivo programa gastronómico Con especial atención a las tapas que termina de completar la experiencia del viajero.

Hay otros datos que, siendo esenciales, para estas ciudades destino y sus habitantes, pasan a veces por alto.

En el caso de Sevilla las cifras económicas y la riqueza que generan tales festividades: una ocupación hotelera que se acerca al 100% durante casi toda la semana, en el caso de Sevilla, una aportación al PIB local de un 1,25% que se traduce con posterioridad en servicios para ciudad. Es reseñable el empleo que se genera en torno a la Semana Santa más allá del estacional, son unos 80 los negocios los que mantienen la actividad durante todo el año, con oficios que generan unos 700 puestos de trabajo.

No es modesta tampoco la labor social que las hermandades realizan con sus ingresos entre los vecinos de barrios más deprimidos donde la crisis ha azotado de manera importante.

En definitiva, se trata de unas vacaciones perfectas no sólo para el deleite de los sentidos, también para aquellos que además apuestan por un turismo cuyo impacto social y económico encuentre un buen destino.

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