Por si a alguien le quedaba alguna duda de que el partido Vox no es que sea de ultraderecha, sino que ha surgido directamente de una dimensión alternativa donde Atapuerca les queda a la izquierda, sólo tienen que oír de su propia voz las declaraciones de Javier Ortega Smith, candidato a la alcaldía de Madrid por esta formación. "Las mujeres tienen derecho a hacer con su cuerpo aquello que consideren más conveniente, pueden comer más, pueden comer menos, pueden cuidarse, pueden cortarse el pelo, pueden cortarse las uñas... lo que creemos que no es un derecho es acabar con la vida de un ser inocente como es el niño que llevas en tu interior". Esta la última declaración polémica del candidato de Vox a la alcaldía de Madrid, necesita, no sólo una respuesta por parte de los colectivos feministas, sino también de los juristas que hicieron posible el avance civil en esta materia hace ya muchas décadas.

Vamos a partir de la premisa de que este señor, ni ningún señor, es nadie para decirle a una mujer lo que puede o no puede hacer; para eso ya están las leyes españolas y no un paternalista trasnochado con aires de galán de película del destape. Contra toda la legislación vigente en España a este respecto, y en todos los países civilizados, a menos que quiera que volvamos a aquellos en los que las garantías jurídicas y civiles brillan por su inexistencia -como los dominados por el estado islámico en los que las mujeres tienen derecho “a estar monas”, con Burka, pero monas y disponibles para sus maridos y poco más-, argumenta este señor: "no existe un derecho al aborto, existe un derecho a la vida". Por eso ha asegurado que su partido, Vox, quiere ayudar a aquellas mujeres que se ven abocadas a abortar por cuestiones económicas, por abandono o por falta de información. A estas mujeres, ha agregado, "les vamos a ayudar a que puedan traer al mundo una vida y vamos a hacer lo posible para que a las mafias y a los lobbies que viven del aborto se les termine ese negocio sangriento". En primer lugar, y como ya he apuntado, el derecho existe desde hace décadas, está regulado en todos sus supuestos y negarlo es negar la ley española. En segundo lugar, ya existe toda una red de servicios sociales que se encarga de sostener a estas mujeres que, por cuestiones económicas, quieren seguir adelante con su embarazo. Por otra parte, estaría bien que especificara qué lobbies tienen un negocio con esto pues, si a ellos les consta que alguien, fuera de la ley, se lucra con alguna cuestión tan personal y comprometida, ética y sanitariamente, son cómplices de ello, a menos que estos delitos y prácticas alegales sucedan en esa realidad paralela y cavernaria de la que proceden.

Por si faltaba poco, su compañera de Vox y candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, ha defendido que "la familia debe ser una prioridad" ante la caída de natalidad que sufre España desde hace muchos años. Vox quiere proteger el concepto tradicional de y apuntala el argumento con la lindeza de decir que  "familia con padre y madre", y por eso propone crear una Consejería de Familia: "Queremos llenar los parques de niños", ha dicho Monasterio. Por supuesto, como la inefable Cayetana Álvarez de Toledo que ponía en duda los malos tratos y las políticas de protección de las mujeres en recientes debates, el modelo de familia es el suyo. No hay más. Alguien debería contarles que en España, y en el mundo, salvo en estados totalitarios, en dictaduras sangrientas, en regímenes sin ley, existen muchos modelos de familia, más allá de los que imponen las morales judeocristianas, inoculadas por un modelo patriarcal, reaccionario y machista, por tanto homófobo y discriminador. Un modelo que, lejos de formar parte de la moral personal, pretende seguir controlando la moral ajena, sobre todo en lo que, a vida privada, intimidad y sexualidad respecta. Las leyes actuales, que niega, que dice que no existen, el señor Javier Ortega Smith y su manada, regulan el interés general de la ciudadanía. No obligan a nadie, si su credo se lo prohíbe, a tomar decisiones contra su voluntad. Todo lo contrario de lo que pretenden quienes, amparados en el desconcierto general y en las soflamas de verbena, quieren imponer su modelo totalitario al resto de la ciudadanía.

Su retórica y sus propuestas atentan, en muchos casos, contra libertades fundamentales recogidas en nuestra Constitución y amparadas por nuestras leyes. Su épica lingüística nos obliga a crear una terminología nueva; los “micromachismos” se quedan cortos; estos señores, y también señoras, como las altisonantes Monasterio o Álvarez de Toledo, son abiertamente macromachistas, entre otras cosas. Una pena que, en este país, al contrario de lo que estos sujetos vociferan, no existan verdaderos “lobbies” feministas o gays. De existir, y a lo mejor es hora de empezar a articularlos, yo les pediría que comenzaran a denunciar en los tribunales actitudes, declaraciones y expresiones que incitan al odio, directamente, que denigran al ser humano y a una democracia y un país que ha demostrado estar con los derechos humanos, con las conquistas civiles, al margen de la ideología y de los credos particulares.