En política, muchas preguntas pueden contestarse con sólo dos palabras: torpeza y pereza. Muchos fracasos, muchas sorpresas, muchos descalabros de domingo, tienen a esas dos viejas amigas detrás. Los vendedores de crecepelo intentan hacer las cosas complejas, inaccesibles, retorcidas… pero no hay barco más rápido para ir de puerto a puerto que el trabajo. Así fue siempre y así seguirá siendo.

Es mejor querer que creer. Una de las primeras cosas que hicimos cuando asumimos nuestro compromiso con María Guardiola fue quitar de todos los discursos la palabra «sueño». Era una palabra tabú. Fue el verano pasado. Camisetas de manga corta, tatuajes y un muro invisible que derribamos en la primera tarde. El grupo salvaje, bromeábamos. Porque éramos pocos y sentíamos el nervio de las grandes gestas. Ella era la candidata perfecta. Tenía todo lo que uno puede pedirle a un político: un delicadísimo equilibrio entre el genio y la humildad, entre la ambición y la honestidad, entre las ganas y la pausa. María, lo vi, iba a ser presidenta de Extremadura. Cuando lo verbalicé, me dieron por loco. Empezaba la aventura.

Nada sucede porque sí. De ninguna victoria sale uno sin la marca de los tacos clavados en el muslo. El poder es así. Pero nosotros no queríamos poder, queríamos verdad. Y eso desconcertó a los que esperaban revanchismo y puerilidad. «Habla Extremadura» era el objetivo, no una herramienta. Queríamos escuchar. Sabíamos que escuchando el trabajo se haría solo. Eso diferenció a María de otros candidatos. La escucha no era un instrumento, sino un fin. Por eso el programa salió de esas reuniones, de esas personas que se acercaron a nosotros sin compartir, muchos de ellos, ideología. No fueron eventos a la medida del ego de la candidata, no. Fue un baño de realidad. Una realidad helada, al principio, que primero se puso tibia y finalmente cálida e inolvidable. El grupo salvaje. Un equipo maravilloso. Una candidata que sufrió, que dudó y que, aún así, siguió escuchando, siguió aprendiendo y siguió viviendo el camino como una oportunidad histórica, no para ella, sino para su tierra.

¿Por qué quitamos de nuestros discursos la palabra «sueño»? Porque los sueños no son reales. Y nosotros no habíamos empezado esto para soñar, sino para hacer. Carne. Color. Realidad. Como la banda del Capitán Veneno, fuimos los mejores en cada puesto. Y todo al servicio de María, la mejor de las solistas. La verdadera protagonista de esta historia. Desde el «para que te metes en esto con dos hijos que tienes» con el que la recibió Guillermo Fernández Vara en su primera reunión, ya ella como presidenta del partido, al «di mi nombre» con el que conmovió a toda Extremadura. María ha sido cuestionada, insultada, despreciada y minusvalorada. «No digo que no te duela, digo que no se te note que te duela», le decíamos. Y seguíamos. Kilómetros y kilómetros. Papeles y papeles. Reunión tras reunión. Y un entusiasmo que ha mantenido desde aquel 25 de julio hasta este 28 de mayo.

«No debemos confundir sencillez con simpleza. La simpleza no aporta nada, pero la sencillez es una cualidad de lo bello. Y nosotros aspiramos a la belleza», me escribía Antonio Agredano cuando repasábamos los discursos. Reíamos al teléfono. No ha habido ni un solo domingo en este año en el que no hemos tenido los ordenadores abiertos sobre la mesa y los teléfonos conectados. Fernando Matres afilaba cada tuit, daba hondura a los mensajes, aportaba su visión calmada, era capaz de domesticar el empuje y transformarlo en algo constructivo. Santi Gigliotti daba vida y pulso a las redes. Aportaba enfoques y visiones que, por su edad y la nuestra, no alcanzábamos a ver. Fundamental su labor, como un bajo continuo sinfónico, siempre sonando, cada día, cada mañana. La incorporación fundamental de José Luis Martínez en redes, el joven más veterano de Andalucía. Apuesta ganadora desde el principio. Sumando desde el minuto uno.

Y mientras, la candidata con su guardia pretoriana, su equipo de comunicación maravilloso, infatigable, paciente. Juan Manuel, Alexandra… fundamentales. Y el partido. Y la familia. Y todo aquel que ha querido sumarse a esta chaladura. A esta aventura que el domingo llegó a donde tenía que llegar. No dudamos ni un segundo. Sabíamos que María era la mejor y así fue. Somos gestores de talento. No hay más. Y ella lo tiene a raudales. Lo decía al principio: torpeza y pereza. Muchos políticos, muchos partidos, o trabajan en la línea equivocada o no trabajan. Se dejan enredar con paneles y manuales y zarandajas y olvidan que la política es diálogo, escucha y pausa. La pausa del toreo.

Unos días antes de las elecciones, Agredano se tomó un café informal con algunos periodistas que habían sido muy críticos con María en la campaña. Durante una hora escuchó sus «consejos», lo que, según ellos, se «había hecho mal», el «desastre» que les estaba pareciendo nuestra propuesta, lo descontentos que estaban muchos dentro del partido con «los sevillanos», como nos llamaron. Escuchó. Sonrió. Y volvió a la sede. «Si tan mal lo estamos haciendo es porque lo estamos haciendo de puta madre», me dijo. Y nos dimos un abrazo. «María va a ser la próxima presidenta de Extremadura», le dije. Les dije. Se lo dije a ella. Se lo dije a ella como se lo había dicho en aquel verano maravilloso en el que arrancamos juntos esta aventura preciosa y desconcertante, como la propia política. Enhorabuena a La Extremeña. No has conseguido nada que no merezcas. Ha sido un placer compartir el camino contigo. Ojalá el mejor de los futuros para tu tierra.