“Siento mucho dejar este ministerio, y lo quiero decir así de claro”. Miquel Iceta no se anduvo con remilgos el pasado doce de julio cuando tuvo que abandonar la cartera de Administración Territorial donde había aterrizado en una carambola cruzada. Una vez que el ministro de Sanidad, Salvador Illa, le sustituyó como candidato del Partit dels Soçialistes de Catalunya a la presidencia de la Generalitat, Pedro Sánchez nombró a Iceta ministro de Política Territorial. Una designación que parecía situarlo en el eje de la compleja relación entre las Comunidades Autónomas y el Estado.

Al jurar su nuevo cargo, ya dejó clara su vocación asegurando que le gustaba España como es: “Diversa, plural y unida". También recordó que la Constitución "consagra la unidad y la diversidad”. El encargo hecho al veterano socialista catalán, estudioso destacado del proyecto de una España Federal, duró bien poco, aunque en apenas seis meses al frente del ministerio de Política Territorial y Función Pública consiguió impulsar un acuerdo con los sindicatos del sector institucional para reducir la temporalidad en las Administraciones Públicas y regular la interinidad permitiendo el acceso al funcionariado, que se concretó en un Real Decreto. Pocos ministros del ramo han afrontado una batalla tan compleja.

Pero Iceta tenía -y tiene- un irreductible enemigo: la derecha. Ésta había hecho de la concesión de indultos a los sentenciados del procès su caballo de batalla, apuntando además a Miquel Iceta como animador del perdón. Aunque ese asunto parece dormir ahora un cierto sueño de los justos, entonces parecía que llegaba el fin del mundo y los jinetes del apocalipsis separatista cabalgarían desenfrenados por Cataluña salpicando de barro al resto del territorio español. En junio de este año, Iceta defendió la medida de gracia y restregó la actitud tradicional del PP al haber actuado con pasividad, lo que comportó una consulta irregular, un referéndum ilegal y una declaración unilateral de independencia. Todo esto, sentenció “es lo que hizo una política de esperar y ver". Después, preguntó a los populares si José María Aznar (presidente entonces del Gobierno) humilló a España cuando indultó a 15 terroristas de Terra Lliure.

Palabras imperdonables para la derechona. Pero, resultaría mucho más grave el mal trago de que el lúcido Miquel Iceta pudiera intervenir o indicar el camino que deberá recorrer en breve la mesa de negociación bilateral entre el Gobierno y Cataluña. Se ignora si el PP pidió la cabeza del político catalán. O si el pánico de los conservadores tuvo mucho que ver con su nombramiento como ministro de Cultura y Deporte. Nombrado en julio para este nuevo cargo, de inmediato se mostró dispuesto a hacer lo que fuera preciso para el país. Como político de raza su nuevo desempeño puede ser otro éxito. Pero, aun así no pocos piensan que la razón de este cambio de cartera ministerial responde a otras causas. En entre, la obsesión del PP de evitar por todos los medios que un catalán comprometido con el camino hacia una España federal esté al frente de una cartera territorial.