Y no es para menos. El BCE enchufará todo el dinero que necesiten al uno por ciento de interés, a tres años de plazo y aplicando la vista gorda a la sanidad de los activos que se aportan como garantía.

El negocio está asegurado sin riesgo alguno, lo que desafía la teoría de los padres de la Economía que aseguraba que el lucro obtenido está justificado por el riesgo asumido.

Ahora un banco recogerá dinero del BCE al uno por ciento y lo presta al Estado al 5 por ciento sin arriesgar lo más mínimo pues sigue siendo válida la convención de que prestar al Estado no representa riesgo alguno. ¿Se puede esperar un margen más sabroso que el del cinco por uno?.

Es como aquel paisano que explicaba la base de su negocio de forma sencilla: “Yo compro a uno y vendo a dos y con el jodido dos por ciento voy tirando”.

Así que el BCE enchufa la manguera sin limitación, al tiempo que el Banco de España absuelve a los bancos receptores de la tentación de sufrir vergüenza por ello.

Nuestro banco supervisor les anima a una práctica tan poco deportiva en la caza como tirar a pichón parado como en el fútbol donde tal acción se asemejaría a tirar a puerta con balón parado.

En efecto, el Banco de España ha animado a la clase bancaria a que acuda a la ventanilla de Frankfurt sin cortarse un pelo, no solo por escrúpulos morales sino tampoco por vergüenza torera, por el que dirán.

Les ha dicho: “No preocuparos que lo hacen todos”. Y ha añadido una coartada en forma de homilía jesuítica: “Hombre, procurad que algo de ese dinero llegue a las pymes”.

Estamos asistiendo a fenómenos que no habíamos contemplado nunca y que ningún profeta, oficial o laico  había augurado.

Se prohíbe la bancarrota; el presidente más ultraliberal de los Estados Unidos, George Bush, nacionaliza la banca;  un dirigente de la confederación empresarial española pedía la suspensión transitoria de la economía de mercado; el no menos conservador hispano, Josep Antoni Durán Lleida exige a Mariano Rajoy en el debate de Investidura que resucite la banca pública dotando al ICO no solo de dinero sino de oficinas por doquier y los empleados que hagan falta… O sea lo que pedía Alfredo Pérez Rubalcaba en la citada sesión parlamentaria.

¿Sobre estas bases de lógica interesada y justificación difusa, como diría Gianni Vattimo, que acuñó la teoría del pensamiento débil, se va a refundar el capitalismo? Que venga Dios y lo vea, como exclamaría Santiago Carrillo.

Draghi pretende con tan prodigioso maná que se financien de forma más barata los Estados y que fluya el crédito a las empresas. Todo menos proceder a la financiación directa de los Estados, soberanos ma non troppo, por medio de eurobonos, por lo que no pasa Ángela Merkel.

Ojalá consiga que el dinero inyectado en la banca permita resucitar el crédito perdido pero es poco probable que los tipos de interés aplicados a la economía real, que han alcanzado niveles usurarios, si es que se consigue el crédito,  se rebaje sensiblemente cuando el Estado paga lo que paga con mucho menos riesgo.

Suponiendo que se mantenga la convención de que, por definición,  los Estados no quiebran. Si el Estado no es el griego, por supuesto.

José García Abad es periodista y analista político