El líder de Vox, Santiago Abascal, no entró a caballo en El Hormiguero. Lo hizo a pie, pero no con la precavida intención de no aplastar a Trancas y a Barrancas, porque la integridad de la vida animal no está en el frontispicio de la ultraderecha, sino para reforzar la humanidad de la que quiso presumir en su primera intervención en prime time. Humanidad. Es la palabra más repetida en redes sociales por los seguidores de Vox, que se movilizaron como nunca para copar todos y cada uno de los Trending Topic de la noche del jueves. Al parecer, sus acólitos también dudaban de la naturaleza humana de su líder, aunque seguro que tiene que ver más con la imagen monstruosa que creen que le ha construido la izquierda que con una faceta divina que se ha labrado a golpe de Instagram, que también.

Hablando de Trending Topics, que bastantes hubo anoche, la multiplicidad de la ultraderecha llegó incluso al #BoicotElHormiguero, donde la pretensión de la izquierda por poner puertas al campo acabó fracasando una vez más. Hubo quejas contra Pablo Motos, pero incluso de los seguidores de Abascal, que hasta le tacharon de Judas por abrazarle con frialdad, quizás ignorando que pocos se atreverían a buscar más efusividad ante esa camisa que pedía ayuda para contener al líder y su crossfit.

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¿Debería El Hormiguero haber dejado a Santiago Abascal en su casa? Vuelta otra vez al debate de la libertad de expresión, hasta el punto de que Otegi también se coló anoche entre las palabras más comentadas en Twitter. “¿Es que sí se puede entrevistar a Arnaldo Otegi en TVE y no a Abascal en El Hormiguero?”, preguntaban los mismos que pidieron el boicot a la televisión pública. Libertad de expresión para entrevistar a Abascal, libertad de expresión para pedir boicots.

Pero es innegable que existe una diferencia: la entrevista a Otegi se hizo en un programa informativo y con un periodista al frente. El Hormiguero es otra cosa: es un programa familiar, de humor, en prime time y con un showman al frente. Al margen de eso, si todos los políticos van a ver a Trancas y Barrancas -menos Pedro Sánchez-, no sería justo negarle ese placer entomológico al señor Abascal, por muy facha que sea. Un argumento de peso al que se agarró con fuerza Pablo Motos en su alegato de 10 minutos al inicio del programa, obviando que también se lo ofreció en las anteriores elecciones, cuando Vox no era apenas nadie. Que los niños que ven el programa cenen fascismo es discutible, pero también la erótica dialéctica que Motos le regaló a Albert Rivera en su última entrevista.

Pablo Motos no es periodista, pero anoche lo intentó, aunque fracasase en el intento. Porque ser periodista no es preguntar y repreguntar y repreguntar. El bucle no tiene sentido si la pregunta no es certera y Abascal se pudo escapar vivo de la encerrona sobre el aborto y su sueño de una Gilead ibérica, pudo presumir de tener militantes, que no amigos, homosexuales y hasta sacó pecho de haber hablado con algún inmigrante del público sin necesidad te tomar Primperán para evitar las náuseas.

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El tono periodístico se redondeó con la ausencia de juegos. No hubo magia, ni experimentos, ni Pilares Rubios en piscinas. Solo entrevista y rueda de prensa de las hormigas. Por no haber, no hubo ni actividad lúdica para el invitado. Si Pablo Casado tocó el bajo, Pablo Iglesias los timbales y Albert Rivera se subió a una moto recreativa, a Abascal le podrían haber puesto a hacer dominadas sobre un foso de cocodrilos o a herrar un caballo en directo, pero no. Nunca sabremos si fue una elección sobria del programa, una petición de la madre de Abascal -que no quería que hiciera “el ridículo”- o una exigencia del equipo de prensa de Vox. No podremos saberlo porque su gabinete tiene vetado a ElPlural.com, aunque anoche Pablo Motos solo se acordase de los vetos a los medios de su grupo. Tampoco importó, porque ahí también se le escapó Abascal vivo, en el que es uno de los mayores escándalos de nuestra democracia.

No hicieron falta juegos ni Pedroches, Jandros o Yibings, porque Abascal se divirtió. No se divirtió en El Hormiguero, pero sí se divirtió con El Hormiguero. Por mucho rictus y seriedad que pusiera Motos esquivó todas sus preguntas con un argumentario cincelado en piedra, aprovechó para encofrar su pilar más débil. Preguntado por su bicoca en el chiringuito que le puso a Esperanza Aguirre, señaló que “es una etapa de mi vida de la que no me siento orgulloso” y hasta conmovió a algún divorciado al explicar que por entonces se había mudado a Madrid tras el fracaso de su matrimonio y necesitaba el dinero. Por muy a la derecha que esté, hasta los fachas tienen corazón. Y humanidad.