La economía circular, como la sostenibilidad, la energía solar fotovoltaica, la eólica y otros términos relacionados con la transición ecológica, o el cambio climático, son conceptos de los que se habla mucho en la política, la economía o la universidad, pero poco o no todo lo que se debiera en el ámbito doméstico: el hogar o el lugar de trabajo, por ejemplo.

Los paneles solares están en los tejados o en los campos agrupados en enormes extensiones, los parques eólicos en zonas montañosas alejadas. Tan solo recientemente han empezado a venderse paneles solares que se pueden colgar en cualquier balcón y enchufarlos directamente a la red eléctrica de la vivienda, lo que supondrá su incorporación como un electrodoméstico más a nuestros hábitos cotidianos.

A la economía circular se le identifica como un concepto asociado a la industria, al diseño y a la fabricación de productos que sean reciclables, reutilizables y que produzcan la menor cantidad posible de residuos. Sin embargo, puede hablarse de una economía circular personal o familiar que se realiza de puertas adentro al separar nuestros residuos, al reducir el desperdicio de alimentos, al utilizar los contenedores de ropa y calzado usados o los de medicamentos caducados de las farmacias.

La emergencia climática a la que nos enfrentamos, y factores agravantes, como la invasión de Ucrania, han disparado el precio de los fertilizantes y contribuido a la carestía de los alimentos. En esta coyuntura de tormenta perfecta, las iniciativas que venían trabajando desde principios de siglo con la utilización de la orina humana como la mejor y más saludable alternativa a los fertilizantes químicos o sintéticos, emergen como soluciones viables a escala local y, por qué no, global.

Cada persona produce al año más de 500 litros de orina que recolectada por separado se convierte en “oro líquido” para la transición verde y como insumo principal para una agricultura ecológica y de proximidad. Una empresa sueca comercializa los inodoros con separadores y el dispositivo para convertir la orina en granulado seco para aplicar a los cultivos, como los fertilizantes convencionales. Dos millones de personas utilizan ya este dispositivo o similares en el mundo.

En Estados Unidos, el Rich Earth Institute, y varios países de África desarrollan proyectos que utilizan la orina tratada como fertilizante en todo tipo de plantaciones. En el planeta dos terceras partes de la población viven sin váteres como los que usamos en los países desarrollados, razón por la cual habría que implementar el saneamiento separativo a partir de ahora e ir pensando en el recambio de los ya existentes.

El peecycling o pipí ciclaje, en español, lo practican ya millones de pipí cicladores y pipí cicladoras en todo el mundo con resultados positivos para sus economías particulares o comunitarias y una notable contribución a la reducción del calentamiento global. La inteligencia no está solo en la digitalización, se requiere para cambiar la manera en que solucionamos los problemas.