Precisa el informe que los ingresos percibidos por el diez por ciento de mayor renta de dichos países son nueve veces superior al diez por ciento de los que viven con la menor renta.

En lugar de refundar éticamente el capitalismo para conciliarlo con una democracia avanzada se ha fabricado un proceso a la socialdemocracia convirtiendo en términos molestos “Redistribución” y “Estado del Bienestar”.

Parece que nadie se inmuta ante el hecho señalado por Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, de que la brecha entre ricos y pobres ha crecido incluso en países tradicionalmente igualitarios, como Alemania, Dinamarca y Suecia.

En España el desfase es de once a uno, algo mejor que en Estados Unidos, Portugal y Reino Unido, pero peor que en Alemania y Francia.

Sostiene José Sevilla en un libro muy recomendable, de reciente publicación: “El declive de la socialdemocracia” (RBA, 2011) que la crisis ha sido un banco de pruebas para constatar lo poco que queda de la vieja socialdemocracia.

“Ha desaparecido prácticamente – observa el prestigioso fiscalista que fue secretario de Estado de Hacienda con Felipe González” - el componente redistributivo; los sistemas públicos de pensiones se hacen cada vez más contributivos, reforzando su carácter de seguro y a veces ni eso, al trasladar los riesgos a sus titulares. Y los grandes servicios públicos, la sanidad y la educación, aparecen acosados por la oferta privada a medida que la escasez de recursos públicos reduce sus niveles de prestación”.

Esta pérdida de capacidad redistributiva del Estado constituye, en opinión del autor, un indicador elocuente no solo del obsceno dominio de la economía sobre la política sino de la pérdida de calidad de la democracia.

Con palabras más suaves pero en el mismo sentido se expresó ayer Ángel Gurría: “El contrato social – señaló el secretario general de la OCDE - se está empezando a deshacer en muchos países”.

El informe presentado constata lo que ya suponíamos: que el crecimiento económico de algunos no mejora la vida de otros y que la política fiscal contribuye a que los ricos paguen menos.

José García Abad es periodista y analista político